El líder chino Xi Jinping habla con el Primer Ministro Italiano Paolo Gentiloni (no se encuentra en la imagen) durante una reunión bilateral en la Casa de Invitados de la Finca Diaoyutai, 16 de mayo de 2017, Beijing, China. (Photo by Wu Hong-Pool/Getty Images)
El panorama del proyecto chino «Un Cinturón, Una Ruta»
13 de enero de 2018 10:39 AM Actualizado: 13 de enero de 2018 10:42 AM
Estando en segundo lugar después de Estados Unidos en cuanto a riqueza y poder industrial, el régimen chino empleó la imaginería de la antigua Ruta de la Seda como parte de una idea para ocupar el papel protagónico en influencia económica y política a lo largo de Asia y Europa.
«Un Cinturón, Una Ruta» (OBOR, por sus siglas en inglés), también conocido como la Iniciativa de Cinturón y Ruta, ha sido el pilar de la política exterior del mandatario chino Xi Jinping desde que se convirtió en jefe del Partido Comunista Chino en 2013. En los últimos años, Beijing ha invertido cientos de miles de millones de dólares y ha llamado a movilizar hasta U$S 5 billones en proyectos de energía, transporte y puertos, en sociedad con montones de países a lo largo de los próximos cinco años.
Al cubrir más de 60 naciones, los proyectos OBOR hasta ahora han tenido resultados variados. Por un lado, inyectar miles de millones de dólares en economías en desarrollo tiene obvios beneficios diplomáticos.
Pero aún queda por verse si China será capaz de recaudar el pago de los enormes préstamos que ofrece a Estados menos afluentes y potencialmente inestables, e incluso los aliados cercanos de Beijing han titubeado en cuanto a comprometerse completamente con OBOR.
En noviembre de 2017, Pakistán se retiró de una inversión de U$S 14 mil millones que, según argumentaron los representantes del gobierno, estaban «en contra de nuestros intereses». Pocos días después, Nepal canceló una planta hidroeléctrica de U$S 2,5 mil millones que estaba siendo construida por una compañía estatal china como parte de «Un Cinturón, Una Ruta». Myanmar finalizó un plan similar diciendo que ya no estaba interesado en presas hidroeléctricas.
OBOR consiste de seis propuestas de rutas económicas de tierra –llamadas en conjunto Ruta Económica de la Seda– que se extienden desde China hacia el centro, sur y sudeste de Asia, así como Siberia. También incluye una Ruta Marítima de la Seda que vincula puertos chinos con destinos en las costas del Océano Índico, incluidos destinos del este de África.
Comprando influencia
El escrutinio internacional de la viabilidad económica de OBOR se ha encontrado con la preocupación de que su impulsor, el Partido Comunista Chino, está intentando comprar alianzas políticas para consolidar su posición geoestratégica. En una era en la que el PCCh profesa evitar exportar la revolución comunista, ofertas generosas para proyectos ambiciosos como presas y vías férreas de alta velocidad parecen estar dirigidas a alinear los intereses de los gobiernos locales con las aspiraciones a largo plazo de Beijing.
La Estrategia de Seguridad Nacional de la Administración de Trump, lanzada el 18 de diciembre, llamó a que Estados Unidos reconozca y verifique los intentos de China y Rusia por cercenar el orden internacional post Guerra Fría, mantenido tradicionalmente por la fuerza económica de EE. UU., el Estado de derecho y la supremacía militar.
«Nuestros adversarios no pelearán con nosotros en nuestros términos. Mejoraremos nuestro juego competitivo para alcanzar el objetivo, para proteger los intereses estadounidenses y para fomentar nuestros valores» dice el documento, señalando que «China y Rusia apuntan sus inversiones a desarrollar el mundo para expandir influencia y ganar ventajas competitivas contra Estados Unidos».
En julio de 2016, una corte internacional decidió que las pretensiones territoriales del régimen chino en el Mar Meridional de China no tenían fundamento. Pero en Filipinas, que tiene las disputas territoriales más grandes con China e introdujo el arbitraje tres años atrás, la elección del presidente Rodrigo Duterte trajo un cambio de postura.
Filipinas es parte de la Ruta Marítima de la Seda de UCUC y podría beneficiarse con los miles de millones de dólares que la inversión china podría traer al transporte y a la red energética de la isla.
El presidente de Filipinas Rodrigo Duterte y otra delegación posan para una foto grupal mientras asisten al Foro Cinturón y Ruta en el salón Yanqi Lake en las afueras de Beijing, China, el 15 de mayo de 2017. (Damir Sagolj-Pool/Getty Images)
Luego del arbitraje del Mar Meridional de China, Duterte –que se hizo conocido por insultar a líderes extranjeros y aplicar mano dura a vendedores y consumidores de drogas utilizando fuerza letal– sugirió que Filipinas trabajaría directamente con Beijing para resolver sus disputas territoriales.
En otros lugares del Sudeste de Asia, las compañías chinas están comenzando una vía férrea de alta velocidad de U$S 5 mil millones en Laos y pusieron un total de U$S 2o mil millones en la Vía Melaka de islas artificiales y en una vía férrea costera en Malasia. Proyectos similares existen en Tailandia, Camboya e Indonesia.
En diciembre de 2017, el gobierno de Sri Lanka acordó rentar a China por 99 años el puerto estratégico del Océano Índico de Hambantota. La decisión fue influida por la incapacidad de pagar deudas por U$S 8 mil millones que Sri Lanka debía a empresas estatales chinas.
¿Nueva Ruta de la Seda o Ruta a Ningún Lugar?
Hace alrededor de dos mil años, ejércitos de la Dinastía Han pacificaron tribus nómades y abrieron la Ruta de la Seda, creando vínculos comerciales a lo largo de Asia Central que llevaron los esplendores de la civilización china hasta el Imperio Romano.
Las rutas económicas de OBOR a lo largo de Rusia y Asia Central en última instancia apuntan a Europa, a facilitar el comercio terrestre y en poner a Beijing en gracia con las autoridades locales. Kazajstán y otros Estados de la Asia Central postsoviética recibieron grandes inversiones de OBOR y forman el punto focal de las ambiciones este-oeste de Beijing.
El presidente Ruso Vladimir Putin y el mandatario chino Xi Jinping asisten a una cumbre en el Foro Cinturón y Ruta en Beijing, China, el 15 de mayo de 2017. (Thomas Peter-Pool/Getty Images)
A pesar del conflicto de baja intensidad entre Rusia y Ucrania por las regiones orientales de este último, China también cortejó a Kiev. China anunció planes de gastar U$S 7 mil millones en infraestructura de transporte en desarrollo en Ucrania y ve al país como un importante peldaño hacia Europa.
Según el analista Franklin Holcomb, que dio una entrevista a Daily Signal, «una solución final aceptable para ambos países probablemente sería una Ucrania que esté bajo la influencia política y militar de Rusia, que esté siendo reconstruida con fondos chinos y que sirva como conducto para la influencia de China en Europa, donde la influencia occidental sea reducida», dijo Holcomb.
A pesar del amplio alcance de las propuestas de Beijing, aún queda por verse cuán bien puede respaldar su retórica. En este sentido, la reciente cooperación Sino-Rusa en el flanco norteño de OBOR parece estar progresando a un paso glacial. Los esfuerzos, como se observa en un artículo publicado en octubre de 2017 por The Diplomat, gozan de poco desarrollo real y están obstaculizados por las realidades burocráticas y financieras en el sector de infraestructura de Rusia.
La presencia de poderes independientes o pro-EE.UU. –particularmente en India, Australia y Japón– también presenta un enigma para el régimen chino, que tiene muchos proyectos de la Ruta de la Seda terrestres y marítimos de OBOR enfocados en el Sur y Sudeste de Asia.
En diciembre, el ministro de relaciones exteriores ruso Sergei Lavrov instó a India a apoyar OBOR, proyecto que India ha estado boicoteando en gran parte debido a la participación de Pakistán, un antiguo aliado chino. Nueva Delhi protesta el hecho de que una porción de la Ruta Económica China-Pakistán atraviesa la disputada región de Kashmir.
A las preocupaciones financieras de China, y por extensión de OBOR, se añade el reciente recorte tributario de EE. UU. La reforma, que Beijing criticó vehementemente, ejerce presión sobre la estructura económica china de alto nivel que favorece a una colección de grandes empresas estatales por sobre el sector privado.
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