Una cuestión importante que el presidente del Partido Comunista Chino, Xi Jinping, evitó durante su visita la semana pasada a la Casa Blanca fue si se detendrá el saqueo/tráfico de órganos de los presos de conciencia de Falun Gong, cristianos, tibetanos y uigures a lo largo de China.
El otro visitante a Washington, el tan querido Papa Francisco, después de reunirse hace un año con el alcalde de Roma, Ignazio Marino, y otros cirujanos de trasplante, autorizó a la delegación a decir públicamente que «el comercio de órganos es inmoral y un crimen de lesa humanidad».
El Dr. Torsten Trey, de la ONG internacional, Médicos Contra la Sustracción Forzada de Órganos (DAFOH), hizo hincapié en que una promesa de Beijing a finales de 2014 para cesar la sustracción de presos ejecutados no incluía a los presos de conciencia. Este grupo, que rara vez ha sido condenado por algún delito, y que es enviado, tan sólo con una firma de la policía, a campos de trabajos forzados durante un máximo de tres años, es sin duda hoy en día, quien cuenta con más de la mitad de las víctimas. Ningún funcionario del partido ha admitido la sustracción de órganos de tales prisioneros.
La sustracción de órganos comenzó por primera vez en la década de 1980. Los «donantes» eran personas condenadas por uno de los numerosos delitos capitales, y los destinatarios eran ciudadanos chinos. En 1984, el Ministerio de Seguridad se propuso regular el comercio, dejando claro que los usos de tales órganos debían mantenerse «en estricto secreto». Este decreto sigue vigente.
En la década de 1990, los presos políticos de la muy abusada comunidad uigur en la provincia de Xinjiang, se convirtieron en una fuente adicional de órganos. El Dr. Enver Tohti declaró a los parlamentarios británicos, que como cirujano general fue obligado en junio de 1995, a sustraer el hígado y los riñones de un prisionero uigur ejecutado, antes de que el hombre muriera.
A finales de 1990, según las estimaciones del partido, entre 70 y 100 millones de chinos practicaban la disciplina de ejercicio y meditación de Falun Gong.
En 2001, después de que jefe del Partido, Jiang Zemin, comenzó la persecución, aun en curso, contra Falun Gong en todo el país, sus órganos empezaron a ser involuntariamente incautados, algunos siendo traficados para los turistas de órganos del extranjero a precios elevados.
Los trasplantes de órganos en China aumentaron exponencialmente después de 2001. Los hospitales empezaron a publicar en Internet tiempos de sólo unas semanas de espera para conseguir órganos vitales. A los receptores de corazón, se les dijo la hora exacta en que su nuevo órgano estaría listo, lo cual resulta imposible a menos que exista una hora cercana a una ejecución. Para el año 2006, el Partido chino alegó que había más de 600 centros de trasplantes «competentes» en China.
El libro de 2014, «La Masacre», de Ethan Gutmann, un estadounidense que vive en el Reino Unido, proporciona un registro meticulosamente investigado acerca de la represión, la tortura y el asesinato por parte del Partido; atestiguado por personas directamente involucradas, no solo sobrevivientes, sino también algunos desertores. Él hábilmente coloca la persecución de Falun Gong, de las comunidades cristianas, tibetanos, uigures, en su contexto, señalando a Falun Gong como el grupo al que se dirigen más brutalmente y de forma continua hasta el día de hoy.
Un amplio espacio se le da a la especulación de por qué Beijing se arriesga tanto, incluyendo el rechazo internacional, para asesinar secretamente a esos grandes grupos de sus propios ciudadanos.
Leímos acerca de testigos que fueron sometidos a exámenes físicos en los campos de trabajos forzados, prisiones y cárceles clandestinas, que fueron claramente dirigidos sólo a la evaluación de sus órganos para ver la coincidencia de los tejidos. Gutmann añade mucho a la evidencia que David Matas, yo y muchos otros hemos recopilado sobre Falun Gong, para documentar crímenes similares perpetrados contra los uigures, tibetanos y cristianos.
Él explica cómo llegó a su «mejor estimación» de que los órganos de 65.000 practicantes de Falun Gong y entre 2.000 y 4.000 uigures, y tibetanos o cristianos, se «sustrajeron» solo en el período 2000-2008. No hay «donantes» que sobrevivan en China debido a que todos los órganos vitales les son extirpados para ser traficados.
Como muchos de nosotros, Gutmann respeta mucho la campaña en curso de DAFOH, para terminar el saqueo/ tráfico de órganos en China, pero está profundamente decepcionado por los pocos esfuerzos hechos hasta hoy para abolirlo, por parte de algunos organismos como la Organización Mundial de la Salud y la Sociedad de Trasplantes (TTS).
La TTS se creó para proporcionar liderazgo ético para los cirujanos de trasplante de todo el mundo. Recientemente, a pesar de las prácticas de trasplante que Beijing lleva a cabo desde hace décadas, tres líderes de la TTS de visita en China, después de inspeccionar seis de los 165 centros de trasplante autorizados, en declaraciones a los medios de comunicación chinos dieron la impresión de que los trasplantes son ahora realizados éticamente en todo el país. La mayoría de los observadores, sin embargo, afirman que el inmensamente rentable saqueo/ tráfico de órganos continuará como «de costumbre» en China, hasta que la presión mundial sea aún más fuerte.
En tales circunstancias, el resto del mundo democrático puede mientras tanto seguir el ejemplo de Israel y Taiwán, con la promulgación de una legislación que dispone que sea un crimen para sus nacionales, comprar un órgano traficado en cualquier lugar.
David Kilgour es abogado de profesión, sirvió en la Cámara de los Comunes de Canadá por casi 27 años. En el gabinete de Jean Chretien se desempeñó como Secretario de Estado para Latinoamérica y África, Secretario de Estado para la Región Asia-Pacífico. Es autor de varios libros y co-autor, junto con David Matas, del libro Cosecha Sangrienta: El asesinato de practicantes de Falun Gong por sus órganos. Tanto él como Matas fueron nominados para el Premio Nobel de la Paz en 2010. Para más información, ingrese a www.david-kilgour.com
Los puntos de vista expresados en este artículo son las opiniones de su autor y no reflejan necesariamente la visión de La Gran Época.
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