Emilio Salgari nació el 21 de agosto de 1862, en Verona, Italia. Autor de novelas de aventuras, fue un marino que había estudiado en el Real Instituto Técnico “Paolo Sarpi” de Venecia. Su personaje Sandokan es el protagonista de una serie de novelas que se inició con El Tigre de la Malasia. Gracias al éxito de sus obras trabajó en diversas editoriales, incluida la editorial Speirani de Turín, especializada en novelas juveniles. Tuvo tal éxito que algunas de sus novelas alcanzaron tiradas de 100.000 ejemplares. Sin embargo, un sino trágico pareció acompañarlo en su vida: el suicidio. Su padre fue el primero, en 1889. Él mismo se suicidó con el rito japonés del seppuku en 1911 y dos de sus hijos posteriormente en 1931 y 1963.
Su personaje Sandokan es un pirata que había sido príncipe de Borneo de donde fue sacado por el colonialismo británico.
¿Qué es lo que atrae y hasta vuelve fascinante a la obra de Salgari?
Sus personajes son rebeldes que están fuera de la ley. Sin embargo, ellos respetan valores como el honor, el coraje, la lealtad y el heroísmo. Adhieren al valor de la palabra, a cierto sentido de Justicia, así como a la protección del más débil. Un mundo de caballeros, esos valores medievales que estuvieron vigentes en Europa entre los siglos ocho y trece.
Pasajes de El Corsario Negro los ilustran:
“El Corsario Negro se presentó ante el conde y dijo:
-Le aconsejo que rinda usted su espada, señor.
-¿Ante usted? ¿Un bandido que viste como un gentil hombre y que tiende emboscadas para asesinar a inocentes?
-A un bandido no. A don Emilio de Roccanera, señor de Ventimiglia.
-¡Es usted un caballero! ¿Por qué quiere hacerme asesinar?”
Más adelante:
Los dos adversarios se inclinaron brevemente y comenzó la lucha. Por instantes se escuchó nada más que el chocar de los aceros. Los dos eran muy buenos espadachines y se mantenían firmes sobre sus piernas. El corsario permaneció al principio a la defensiva, pero de improviso se empleó a fondo e hizo volar por el aire la espada del conde.
El español palideció y dejó escapar un grito.
-Es usted un valiente- dijo El Corsario colocándole la punta de su acero sobre el pecho-: no quería entregarme su arma. Yo la tomo, pero le dejo la vida.
El español permaneció mudo un instante. Después extendió su mano hacia El Corsario diciendo:
-He aprendido que también entre los filibusteros hay hombres de honor. Aquí tiene usted mi mano. Gracias!
El Corsario estrechó la mano de su adversario y luego se inclinó para recoger la espada que le había quitado en la lucha y se la entregó:
-Puede usted conservar su arma. Me bastará con su promesa de no usarla hasta mañana.
-Tiene usted mi palabra.
Si es verdad que la literatura refleja su época, Salgari escribió en el siglo diecinueve, pleno florecimiento del mundo moderno, con Inglaterra como potencia dominante, donde se generaron las concepciones materialistas que influirán de ahí en adelante. Por eso, los libros de Salgari son una reminiscencia del pasado, de personas y valores que se fueron perdiendo, y que de alguna manera expresaban una humanidad cualitativamente mejor.
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