Los fabricantes mexicanos de ataúdes como Pedro Jaramillo, con más de 20 años de experiencia, afrontan su propio desafío frente al virus del PCCh (Partido Comunista Chino), comúnmente conocido como nuevo coronavirus, con incrementos de demanda de hasta el 15 % y una lucha contra «el mercado negro» de estos objetos, que incluso se reutilizan por varias personas.
Proveniente de una familia dedicada a la industria, Jaramillo es representante legal de Litomex, que produce 250 féretros a la semana, número que ha crecido en medio de la pandemia de COVID-19, a pesar de que la producción suele disminuir en esta época del año.
«Sí ha habido incremento. Al inicio fue por, entendemos, algo parecido a las compras de pánico, donde la intención de quien se dedica a otorgar el servicio funerario fue prever», expresa este jueves a Efe desde su planta en Ecatepec, municipio del Estado de México que colinda con la capital mexicana.
El empresario percibe este «incremento notorio» y un aumento en las inhumaciones en la fase más crítica del brote en el país, que acumula 40,186 contagios y 4220 muertos por el virus del PCCh.
De hecho, México registró su día con más muertes confirmadas por COVID-19 apenas este martes, al reportar 353 en 24 horas.
La zona más afectada es Ciudad de México, con 1057 defunciones, cerca de la cuarta parte del total nacional.
Aunque el sector funerario siempre se consideró una actividad esencial desde que el Gobierno federal declaró la emergencia sanitaria el 30 de marzo, Jaramillo apunta que su industria también se adaptó a las políticas sanitarias.
«También nos han afectado y han repercutido. Cada vez tomamos medidas más drásticas, incluso ahorita estamos esperando los trajes (especiales) para la descarga de los ataúdes cuando se lleva algún pedido», detalla.
Mercado negro
La crisis también ha exhibido al mercado negro, un problema con el que los productores de cajas fúnebres han lidiado por años, sobre todo en Ciudad de México, «donde la cremación ganó terreno», denuncia Jaramillo.
«Una persona se crema y el ataúd queda al aire, ya le pertenece a quien lo compró, pero nadie quiere un ataúd en su casa, entonces este ataúd empieza a circular por diferentes medios, por diferentes vías, entra invariablamente en un mercado negro», describe.
El Gobierno de Ciudad de México descartó desde abril la práctica de funerales para fallecidos por COVID-19 al asegurar que cuentan con espacios necesarios para las inhumaciones y cremaciones.
A nivel nacional, México no obliga a la incineración automática de los cuerpos por la crisis nacional de desaparecidos, ha explicado Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud.
Aun así, crematorios de alcaldías de la capital, como Xochimilco e Iztapalapa, reportan incrementos del 300 % en incineraciones en medio de la pandemia.
En el país, hay 5.895 unidades económicas que se dedican a servicios funerarios, según el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), pero las asociaciones empresariales estiman que 60 % son informales y 80 % de barrio.
«La irregularidad o el mercado negro de ataúdes tiene años que existe, es algo que se ha intentado combatir desde hace mucho tiempo, pero no hemos sido escuchados para normar el tema de los ataúdes, cómo se deben hacer, qué características deben tener», lamenta Jaramillo.
Nuevas soluciones
Para el representante de Litomex, la crisis debe motivar a políticos y ciudadanos a revalorar el rol fundamental de su industria, con una nueva regulación para los féretros.
«Yo creo que con la situación actual este problema tiene que encontrar solución, durante años hemos intentado que esto se escuche», enfatiza.
Su planta, que surte a funerarias en 70 % de las regiones del país, adoptó medidas de salud estrictas para sus productos y sus más de 30 empleados.
Por otro lado, Jaramillo también rechaza que innovaciones como ataúdes de cartón u otros materiales sean alternativas óptimas en esta crisis.
«Creemos que el verdadero ataúd ecológico es el ataúd metálico y la razón es que es el único que es 100 % chatarrizable. La lámina, el metal, el vidrio y el plástico que se utiliza para fabricarlos es 100 % reciclable por medios conocidos y aceptados», concluye.
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