Genocida Luo Gan trae su persecución a la Argentina

23 de noviembre de 2009 4:43 AM Actualizado: 24 de abril de 2015 3:59 PM

Nueve practicantes de la disciplina espiritual Falun Dafa que manifestaban pacíficamente frente al Congreso de la Nación Argentina, repudiando la visita del alto funcionario chino y genocida Luo Gan, fueron irrumpidos violentamente por un grupo de personas de China Continental, organizado por la Embajada China, (fundamentalmente por la agregada militar y el agregado político), y que incluía la Asociación de Fuqing, de la provincia de Fujian y la Asociación de Autoservicios y Supermercados Propiedad de Residentes Chinos CABA y GBA. Entonces comenzó el torbellino de puñetazos, patadas y empujones lanzados por el grupo de chinos pro comunistas.

Un día antes, el funcionario del Partido Comunista Chino Luo Gan había sido demandado en el Juzgado Federal nº 9 con cargos de Genocidio y Torturas.

Los matones estaban obviamente amparados por la Embajada, lo cual se vio en la actitud de la policía, que, al igual que en los incidentes durante la visita de Hu Jintao el año pasado, les dio libertad para pegar y suprimir la manifestación legal. Quienes dirigían y supervisaban a la patota son los líderes o miembros activos de las asociaciones arriba mencionadas, en coordinación con el servicio secreto chino y bajo la supervisión de hombres de trajes oscuros que observan y se aseguraban que los atacantes cumplieran su «función» sin ser restringidos por los transeúntes o la policía.

Los hechos comenzaron aproximadamente a las 10:30 AM, cuando nueve practicantes de Falun Dafa entregaban pacíficamente y en forma dispersa volantes informativos a los transeúntes, acerca de la carrera genocida del miembro del Comité Central del PCCh.

El primer incidente ocurrió cuando un chino se acercó para tomar un volante de una mujer practicante, lo rompió en su cara y, con un señal de mano, hizo que aproximadamente 15 personas de origen chino corrieran hacia ella y, sin una palabra, comenzaran a golpearla y empujarla brutalmente para sustraerle el material que traía. Cuando un segundo miembro del grupo de Falun Dafa acudió, también fue agredido y derribado al suelo violentamente. Algunas personas que estaban allí para celebrar la jura de los senadores, no soportaron ver una a mujer delgada siendo golpeada por tantos hombres violentos y fueron a ayudarla. Ellos también fueron golpeados, y uno quedó con toda su remera manchada de sangre que salía de su nariz. La víctima, identificada como Silvia, sufrió heridas en el antebrazo y boca tras ser arrastrada violentamente por el suelo. La banda de agresores pudo robar las pertenencias, incluyendo banderas de repudio y carteles.

Entonces, unos transeúntes pidieron ayuda a la policía mientras otros empujaron a los agresores para que soltaran a los practicantes. Cuando la policía acudió al llamado, meramente separó al grupo de chinos de los dos practicantes, pero otros chinos comunistas de la patota, que se sumaron a la agresión, arrastraron a un practicante hacia afuera y lo rodearon unos chinos de traje para que pudieran seguir con su trabajo libremente. La policía no reaccionó para ayudar a las víctimas hasta después de alrededor de cinco minutos del comienzo del incidente. Recién entonces los uniformados se pusieron entre los atacantes, quienes en ese momento intentaban desaforadamente robar una cámara de fotos de un practicante, y las víctimas.

Pero evidentemente a los policías no se les permitía hacer demasiado ni mucho menos arrestar a los delincuentes. Por lo tanto, un comisario también fue herido por los chinos y un policía debió salir corriendo desde la esquina de Hipólito Yrigoyen y Entre Ríos e ingresar al Congreso, tras ser golpeado por varios chinos en presencia de otros policías que sólo intentaban cubrirlo.

«Hacen lo que quieren…», exclamaba un observador indignado, refiriéndose a la banda de chinos. Por lo tanto las banda chinos comunistas pudieron seguir buscando víctimas sistemáticamente en frente del Congreso de la Nación.

Claramente los agresores tenían conocimiento previo de que la policía no intervendría en sus actos criminales, porque siguieron con su violencia, merodeando con arrogancia en grupos alrededor del Congreso, buscando a los practicantes de Falun Dafa. Así continuó la violencia sobre los practicantes de Falun Dafa, esta vez mayormente sobre cinco que estaban en la misma acera del Congreso. Los matones, todos de origen chino, ya sumaban entre treinta y cuarenta.

La violencia de los agresores llegó a un puntos extremos: golpearon desaforadamente a varios practicantes de Falun Dafa, incluyendo a la presidenta de la Asociación de Estudios de Falun Dafa de Argentina (única china en el grupo) cuando era entrevistada por un canal de televisión, para que no hablara, mientras otros tapaban la cámara con banderas rojas. Ella fue golpeada por la espalda por uno de los más violentos de la banda. La policía meramente miraba, y por suerte algunos civiles contuvieron al atacante. Recién entonces actuó la policía para «proteger» al atacante. Otro practicante argentino de esta disciplina -perseguida por el Partido Comunista Chino- fue derribado al suelo con puñetazos y patadas voladoras y siguió recibiendo en el piso fuertes patadas en el torso.

Al igual que en el caso anterior, viendo la nula actuación de la policía, gente agrupada alrededor del Congreso por razones ajenas al conflicto comenzó a impedir que los agresores se abusaran de los practicantes de Falun Gong, quienes se aferraban a sus pertenencias sin responder con violencia.

La policía sólo actuó tímidamente

En todo el transcurso de los incidentes, la banda de chinos que respondía al PCCh usó la violencia para impedir que se expusieran los crímenes de líder genocida Luo Gan, llegando al extremo de robar y golpear a una persona ajena al repudio contra Luo, que intentaba desplegar una bandera del Partido Justicialista (PJ) argentino.

Según los agredidos, los policías les decían «salgan porque les van a pegar» o «no podemos contenerlos». Eso gritaban a los practicantes constantemente para que desaparecieran. Cuando la presidenta de la Asociación de Falun Dafa pidió ayuda y le señaló el hombre que tenía las pertenencias robadas en sus manos, el comisario le primero dijo: «No puedo protegerla, no puedo» y al segundo simplemente «No puedo». También policías expresaron varias veces que tenían sus «órdenes de arriba».

Dadas las importantes personalidades dentro del recinto, el número de oficiales era relativamente alto, pero obviamente estaban más para asegurar que los atacantes pudieran golpear libremente a los 9 practicantes de Falun Dafa. Los agresores tenían colgadas unas tarjetas rectangulares que parecían ser acreditaciones, que se colocaban sólo cuando iban a golpear a los practicantes (se ve en las fotografías y videos de los medios de comunicación), pero no las tenían cuando estaban quietos, rodeando todo el edificio del Congreso, realizando un clase de «operativo de seguridad». Algunos de ellos fueron designados como atacantes y tenían puestas remeras y ropas deportivas, en vez trajes, para accionar más cómodamente. Los mismos atacantes, incluyendo tanto los individuos como las asociaciones mencionadas, habían sido vistos en La Boca haciendo turismo con el genocida Luo Gan.

Cuando el genocida Luo Gan se retiró del Congreso antes del mediodía, falsos guardias, amparados por la embajada para que pudieran golpear a los practicantes, se dispersaron sonriendo como victoriosos, dando por finalizada la operación, sin ningún detenido o intento de detención por parte de la policía.

Los practicantes de Falun Dafa agredidos presentaron la denuncia correspondiente contra todos los involucrados, incluyendo la Policía Federal por incumplimiento de su deber.

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