Más de 300 empresas venden más de 2 millones de anticuerpos para la investigación, pero los científicos denuncian fraude, error y “efectos devastadores”.
Los anticuerpos o inmunoglobulinas, permiten a una persona sana a responder a los agentes invasivos en el cuerpo, eliminándolos. Son vendidos como marcadores de fármacos y para estudios experimentales en relación a nuevos fármacos.
Según la consultora mundial Frost & Sullivan, a partir de 2011, el confuso mercado del negocio de anticuerpos era de un valor de $ 1,6 mil millones, informó la revista Nature el 19 de mayo.
No se trata de los anticuerpos recolectados por las respuestas inmunes naturales, en un laboratorio de un científico, como se hacía años atrás.
Antes se inyectaba un producto (una proteína) a un animal, y se recogía la respuesta inmediata de las células B, ya que estas son las especialistas en contrarrestar el agente invasivo mediante la fabricación de un anticuerpo.
Las células B, entre los diferentes tipos de glóbulos blancos, son las encargadas de proteger el organismo y eliminar la presencia extraña.
Ahora ya no solo no se recoge los anticuerpos de las células B de un animal, sino que estas células son fusionadas con otras en un ambiente modificado para crear una multiplicación celular acelerada y de ahí una producción comercial.
Según la revista Nature ahora algunos “están realizando esfuerzos para encontrar formas baratas, rápidas y fiables de producir anticuerpos sin animales inmunizantes, por ejemplo mediante la expresión y la optimización en los virus”.
El problema concreto que se analiza es que los científicos creían que los anticuerpos que compraban a estas empresas eran capaces de acoplarse a una específica proteína, con un engranaje perfecto.
Un ejemplo lo dio David Rimm,según Nature, un patólogo que en 2006 desde la Universidad de Yale en Connecticut, anunció un tratamiento con anticuerpos para el cáncer de piel -melanoma. Cuando Rimm ordenó un nuevo juego de anticuerpos en 2009, su equipo no pudo reproducir los resultados originales, pese a que los anticuerpos fueron vendidos por las mismas empresas como los lotes originales.
De acuerdo al autor, había encontrado una combinación de anticuerpos para usar en las biopsias de tumores que le indicaría al paciente tomar ciertas drogas fuertes para evitar una recaída después de la cirugía. Rimm se vio obligado a renunciar a su trabajo por este error. «Aprendimos la lección: no deberíamos haber sido dependiente de ellos», declaró, según Nature.
Esto se constató luego en un análisis de 49 anticuerpos disponibles en el mercado para acoplarse a las proteínas G (GPCR). Se descubrió que se ligaban a unos 19 productos diferentes en vez de uno solo, “lo que significa que no se podía confiar”, de que era capaz de distinguir solo un específico receptor de la proteína, informó Nature, al citar un estudio realizado en 2009.
Estos específicos anticuerpos son muy usados por los investigadores en relación a drogas usadas para tratar enfermedades como la incontinencia a la esquizofrenia.
Otro estudio citado, esta vez de 2011, explica que “una evaluación de 246 anticuerpos utilizados en los estudios epigenéticos encontró que una cuarta parte no pasaron las pruebas de especificidad, lo que significa que a menudo van dirigidos a más de un objetivo. Cuatro anticuerpos eran perfectamente específicos, pero a un objetivo equivocado.
En una evaluación más completa, publicada por el consorcio sueco Human Protein Atlas, al observar a unos 20.000 anticuerpos comerciales encontró que más del 50 por ciento no son eficaces. O sea menos del 50% se podían utilizar.
«Nuestra experiencia con anticuerpos comerciales es que son generalmente buenos en algunas aplicaciones, pero pueden ser terrible en otras», declaró Mathias Uhlen en el Instituto Real de Tecnología de Estocolmo, que coordina el Human Protein Atlas.
Los científicos ya conocen este problema pero no han sabido darle la magnitud adecuada, según los expuesto por Nature.
Una queja común de los científicos es que las empresas no proporcionan los datos necesarios para evaluar la especificidad de un anticuerpo dado o su variabilidad de lote a lote. Las empresas pueden enviar un lote de anticuerpos con información de caracterización derivada de un lote anterior. Y los datos son a menudo derivan en condiciones ideales que no reflejan los experimentos típicos.
Rimm, después de su experiencia negativa, desarrolló un diagrama de flujo de múltiples pasos para la validación efectiva de los anticuerpos, y advirtió que incluso pocos laboratorios realizan todos los pasos.
Fridtjof Lund-Johansen, un investigador de la proteómica en la Universidad de Oslo, dijo: «Tenemos muy buenos anticuerpos en el mercado, pero no sabemos lo que son”.
El científico alertó que creer en la literatura referente a estos anticuerpos, crea un problema de auto-perpetuación de posibles errores. Según Lund, el gran problema es la variabilidad introducida en los anticuerpos por la forma de producción.
Andrew Bradbury del Laboratorio Nacional de Los Álamos en Nuevo México sugirió utilizar sólo los anticuerpos que se han definido hasta el nivel de la secuencia de ADN que los produce, y luego fabricarlos en células recombinantes de bioingeniería, en ambientes modificados, para eludir gran parte de la variabilidad introducida por la producción en los animales.
Pero la propuesta busca conocer información sobre los anticuerpos naturales, que muchas empresas consideran que son secretos comerciales.
Otros criticaron este planteamiento: «Los anticuerpos recombinantes de Bradbury haría que cada uno cueste desde 10 hasta 100 veces más que para generar el tipo convencional, y que no necesariamente da un mejor desempeño”, dijo Mathias Uhlen. «Al final del día, cómo funciona el aglutinante es lo importante.Tener una secuencia de ADN no le dice que funciona con seguridad», axpresó, dando importancia a la respuesta concreta de la inmunoglobulinam en detectar al antígeno y acuar sobre él.
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