Berta Cáceres, fue asesinada el jueves pasado a tiros en su propia casa, en el municipio de La Esperanza, en Intibucá al occidente de Honduras, por desconocidos. La Policía afirma que fue para robarle, pero los familiares niegan que falte absolutamente nada del lugar.
Berta lideraba desde hace años la lucha contra la construcción de la represa hidroeléctrica de Agua Zarca en el río Gualcarque, en Santa Bárbara, al noroeste de Honduras, lo que deja sin agua a centenares de nativos de la etnia “lenca” a la que pertenecía Berta.
El proyecto de la multinacional china Sinohydro, está financiado por el Banco Mundial y significa el fin de la comunidad lenca que debe ser desplazada y anegadas sus tierras de agricultura.
Una lucha que pasa de mano en mano
“Nos consideramos custodios de la naturaleza, de la tierra, y sobre todo de los ríos. La represa de Agua Zarca hubiera significado desplazamientos y hubiera impedido a la comunidad desarrollar sus actividades agrícolas. No solo se privatiza el río sino muchos kilómetros a la redonda”, había explicado la ambientalista en declaraciones a la cadena BBC, el año pasado.
Berta, que ha visto asesinar a otros tres dirigentes indígenas por enfrentar el proyecto, comenzó hace nueve años su lucha para que su etnia no sea desmembrada y hace dos años vivió la máxima tensión cuando la tribu cerró las carreteras cercanas para evitar que entraran los materiales destinados al complejo.
“Había hostigamiento militar, policial, guardias privados, sicarios. Incluso la policía hizo acciones en que apuntó los cañones de sus fusiles a las cabezas de niños y niñas y ancianos”, relató Berta.
Como consecuencia, la obra se detuvo y el proyecto fue abandonado, aunque se habla de reanudarlo ahora nuevamente, y en esas circunstancias es que Berta, es asesinada.
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