El 4 de junio se conmemoró el 28o. aniversario de la masacre de la Plaza de Tiananmen -un día que permanecerá por siempre en la historia de China, sin importar qué tanto se esfuerce el gobierno comunista de ese país a la hora de negarlo.
Veintisiete años atrás, el 4 de junio de 1989, las calles de Pekín se llenaron de sonidos de ametralladoras y tanques, y de los llantos de manifestantes heridos y, eventualmente, fallecidos. El Ejército Popular de Liberación estaba trabajando tiempo completo.
¿Cuántos estudiantes pro-democracia fallecieron en aquella mañana de junio manchada de sangre? ¿Centenares? ¿Miles? El número aún se mantiene oculto desde el gobierno, que insiste en que el ejército fue convocado para detener a ‘manifestantes violentos’ y perturbadores del orden público.
¿Es acaso la China de hoy idéntica a la China de la Revolución Cultural, o a la de 1989? Desde luego que no. China exhibe hoy la segunda economía más importante del globo, porque logró abrirse al comercio internacional y a la inversión, y porque ha tolerado lo que se califica como ‘comunismo de libre mercado’.
Pero muchas cosas no han cambiado. El 80% de la economía china está en control del gobierno, que aún suprime derechos humanos básicos como libertad de prensa, libertad religiosa, Estado de Derecho, elecciones libres, y un cuerpo legislativo independiente.
El Partido Comunista, bajo el neomaoísta Xi Jinping, domina todos los aspectos de la vida y la sociedad chinas. Con todo, valientes activistas de derechos humanos reniegan de ese silencio. Asumiendo grandes riesgos, continúan arengando por una China libre y democrática.
Gracias a la Historia, sabemos hoy que el camino hacia la democracia no es sencillo. Es extenso, sinuoso y nada tiene de confortable -pero el destino bien vale la pena el sacrificio, conforme la paz y la prosperidad del mundo libre lo demuestran cabalmente.
Ese día está por venir y, mucho más temprano de lo que los comunistas chinos creen, China será libre. En enero de 1989, el regente comunista de Alemania Oriental declaró, envalentonado, que el muro de Berlín perduraría por otros cien años. En noviembre, el muro fue derribado, y el comunismo colapsó en la Europa Central y Oriental. Los dictadores siempre se mostraron fuertes a las pocas horas de caer.
La China comunista exhibe hoy problemas surgidos del propio sistema: se asiste a una economía que crece demasiado lentamente, existe un gobierno corrupto, un Partido Comunista que se aferra desesperadamente al poder, hay una extendida demanda por derechos humanos fundamentales, y un Ejército Popular de Liberación intentando establecer una esfera china de influencia en el Sudeste de Asia. Estos problemas no pueden ser resueltos por un Estado comunista de un solo partido, sino por un gobierno democrático elegido por el pueblo.
Ese día está por venir y, más temprano de lo que Pekín cree, cuando el comunismo chino colapse, y la nación más populosa del planeta girará su mirada -por vez primera en su historia- hacia la libertad y la democracia.
Lee Edwards: Reconocido historiador y analista del conservadurismo estadounidense en la Fundación Heritage, Washington, D.C., Edwards es autor de más de veinte libros, incluyendo biografías de Ronald Reagan y Barry Goldwater. También es presidente de la Fundación por la Memoria de Víctimas del Comunismo (Victims of Communism Memorial Foundation) desde 2007, y que lanzaran en modalidad online el Museo Global sobre Comunismo en 2009. Sus trabajos son publicados en español en la web Heritage Libertad.
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