En la propuesta de 2001 para albergar los Juegos Olímpicos de Verano 2008, el régimen chino hizo grandes promesas para acallar las protestas por sus violaciones a los derechos humanos y sus abusos ambientales. Pero en los años siguientes, el PCCh las incumplió todas.
«Daremos a los medios de comunicación completa libertad para informar cuando vengan a China», dijo Wang Wei, secretario general del Comité de la Candidatura Olímpica de Beijing.
Pero para evitar la cobertura negativa, a muchos periodistas extranjeros se les negó la entrada a China. Para aquellos que fueron admitidos permanecieron bloqueados sitios relativos al Tíbet, a la masacre de la Plaza Tiananmen o del grupo espiritual perseguido Falun Gong. Los reporteros que intentaron dar a conocer estos temas sensibles fueron detenidos y sus informes suprimidos.
Los Juegos Olímpicos «beneficiarán un mayor desarrollo de nuestra causa de los derechos humanos», dijo Liu Qi, alcalde de Beijing.
Pero, contrariamente a estas afirmaciones, aumentaron la tortura, la detención arbitraria y la reeducación mediante el trabajo. En los meses previos a los Juegos Olímpicos, el Partido Comunista Chino encarceló a cientos de disidentes. Cuando los disturbios tibetanos y las manifestaciones estallaron en marzo del 2008, el régimen chino reprimió a los manifestantes, detuvo a miles de personas y asesinó a centenares de ellas, al tiempo que evitaba que los periodistas entraran a las regiones afectadas, de acuerdo con el activista tibetano Tsering Woeser.
El régimen chino también intensificó la represión a los practicantes de Falun Gong, autorizó centenares de detenciones ilegales a través de toda China, según Minghui.org, un sitio web con informes de primera mano de la persecución. Y los practicantes recluidos en los campos de trabajo de Beijing fueron reubicados para evitar el escrutinio de los medios.
Derechos Humanos Caucus del Congreso de Estados Unidos emitió un comunicado a principios de julio del 2008 «condenando enérgicamente» la represión del régimen chino sobre los uigures, minoría musulmana de China. El congresista Frank Wolf dijo: «El gobierno chino no debe permitirse utilizar la «guerra antiterrorista» o la seguridad olímpica como una pantalla para perseguir a los uigures».
3. Desplazamientos y desalojos
El régimen chino se comprometió en el 2002, en un plan de acción para los Juegos Olímpicos de Beijing, a dar «especial atención» a la conservación de los edificios del viejo Beijing, el barrio histórico con los famosos callejones «hutong». Pero las autoridades rompieron su promesa con la demolición de viviendas y el desalojo de los residentes para dar paso a nueva infraestructura. Según el Centro de Derechos de Vivienda y Desalojos, más de un millón de residentes de Beijing fueron desplazados y se les negó la compensación adecuada o el acceso a un recurso legal.
4. Contaminación del aire
El régimen chino prometió que para el 2008 los niveles de contaminación del aire podrían cumplir con los estándares de la Organización Mundial de la Salud.
Pero el consultor ambiental Steven Andrews dijo al Washington Post que la calidad del aire de Beijing en realidad era peor en 2001 que en el 2007. Las autoridades chinas sólo lograron reducir la contaminación del aire durante los Juegos Olímpicos a través de medidas a corto plazo como el cierre de fábricas, parando obras de construcción y manteniendo la mitad de los vehículos automotores de la ciudad fuera de circulación.
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