Mientras Argentina va de tumbo en tumbo, con un Messi a la cabeza de un grupo de grandes nombres, pero que no logran conformar un equipo. Brasil está volviendo a ser lo que el mundo quiere ver: alegría, fútbol y magia.
Ciertamente está volviendo a recuperar su título de “mejor equipo de fútbol del mundo”.
La selección carioca está liderada por un excepcional Neymar, que cuando viste la Canarhinha juega cada vez mejor ante un Messi que con la Albiceleste, se convierte en parte de un grupo deprimido y fatalista, sin juego, sin suerte.
Tite solo sabe ganar –ya van cinco victorias seguidas- y Bauza va de derrota en derrota, incluso con Messi.
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Brasil no necesitó sudar la camiseta, le bastó aprovechar sus ocasiones y dejó a su histórico rival derrumbarse en uno de los Clásicos más importantes del mundo.
Brasil logró afianzarse en las faltas tácticas, un hurón en el robo de pelota, no perdonó frente a la portería argentina, un contragolpeador de altura, desnudando todas las falencias del equipo gaucho con un Messi poco fino en los tiros libres, mal asistido, igual de desmoralizado que cuando perdió con Chile en la Copa América.
El cambio de ritmo de Neymar fue más desequilibrante que el gambeteo de Messi que pareció un cualquiera en un equipo sin alma ni pasión, sin dirección en la cancha. Nada que ver con Brasil, que ha retomado el vuelo después de su fracaso en su Copa del Mundo.
Mientras Argentina peligra en su clasificación, Brasil va camino a volver a ser el más grande, la historia se repite; ya no están Pele, Rivelinho, Garrincha, Didi, Ronaldo, Ronaldinho Gaucho, Roberto Carlos, ahora los nombres han cambiado pero la calidad se mantiene en este Brasil de Neymar, Thiago Silva, Coutinho, Douglas Costa, Paulinho y compañía. Es el Brasil que todos los amantes del buen fútbol quieren ver, un gran equipo donde el fútbol es magia y arte.
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