Los agentes del FBI son muy inteligentes… una característica que los políticos, periodistas y muchos infractores de la ley no aprecian del todo, como es el caso de los financieros brillantes y de los mafiosos; la subestimación por parte de estos adversarios, resultó en largas condenas en prisión. Los agentes del FBI tienen pieles duras; sus sentimientos no son fáciles de herir.
El presidente Trump lanzó un ataque en los medios y Twitter contra directivos del FBI sobre la moral de los agentes especiales del Buró (a mediados de diciembre), tras la divulgación de los infames intercambios de mensajes de texto entre Strzok-Page. Como era de esperar, periodistas interesados y políticos estuvieron muy preocupados, al igual que el año pasado cuando el presidente estadounidense despidió al ex director James Comey.
Aparentemente olvidadas por el momento, están las acusaciones preelectorales de expertos de una élite del FBI en Nueva York, representado por el ex jefe de esa oficina, James Kallstrom, que supuestamente conspiraron para posicionar al candidato Trump como presidente.
Muchos altos directivos del FBI, activos y retirados, tomaron su ejemplo y aseguraron al mundo que la moral del personal como la de los agentes no había sufrido otro “puñetazo en las tripas”, o en palabras de Trump, se había reducido a “jirones”. Hasta ahora los políticos y comentaristas habían expresado preocupaciones no reveladas por los sentimientos de la fuerza del orden más dura de la nación.
Pero estos ocupantes de la suite ejecutiva del FBI son las personas equivocadas para interrogar. Ciertamente los propios agentes especiales están consternados por encontrarse ocupando un lugar central en la actual vorágine política. He servido bajo cuatro directores y puedo afirmar con cierta seguridad, que defender la integridad e independencia política del Buró es de suma importancia para los agentes que la integran.
Aunque pueden estar consternados por el hecho de que sus conocidos les cuestionen sobre la deteriorada reputación del FBI, los agentes entienden quién está siendo atacado. Y saben que no es la base.
Para entender completamente lo que está sucediendo dentro del FBI, uno debe tener en cuenta algunas características claves de esta institución única.
Hay dos culturas distintas dentro del “Bu”, como lo llaman cariñosamente los que trabajan allí. Existe la cultura del agente: que consiste en agentes de campo, agentes de la calle y agentes de casos: estos son los hombres y mujeres que arriesgan sus vidas, investigan casos y te protegen. Luego está la cultura administrativa: formada por aquellos que hace mucho tiempo cambiaron la calle por el escritorio y cuyo mayor riesgo es tomar decisiones que puedan perjudicar o incluso descarrilar su ascenso al siguiente nivel jerárquico del Bu.
La mayoría de los agentes no tienen interés en subir esos peldaños. Aspiran en cambio a casos más grandes, complejos y cada vez más desafiantes en el campo que ofrece objetivos de mayor perfil y una mayor responsabilidad. Agentes con menos sentido de la calle, o habilidades mínimas para construir relaciones y aquellos que quizás estén más preocupados por su propia seguridad física… bueno, estas personas entran en la dirección. ¿Hay buenos directivos? Por supuesto, pero son las excepciones, no la regla.
Hay una desconfianza profundamente arraigada entre estas dos culturas y los agentes de la calle generalmente creen que la misión de los directivos de alto nivel es impedir su trabajo. Por lo tanto, cuando la Casa Blanca condena la supuesta toma de decisiones políticas en el séptimo piso del FBI HQ -la suite ejecutiva-, es poco probable que la base se vea a sí misma como si estuviera en la mira.
Por el contrario, los rumores de los agentes en ejercicio y retirados -agentes de campo- revela una profunda preocupación por el hecho de que su preciada institución haya sido arrastrada desde su principal posición (como el brazo objetivo y neutral de la justicia) y se haya convertido en un defensor partidista con fines políticos.
Ellos vieron el cambio a principios de julio de 2016, con la ahora infame conferencia de prensa “Clinton Server”, en la que el entonces director del FBI Comey anunció que “ningún fiscal razonable” presentaría cargos con respecto a los voluminosos correos electrónicos clasificados encontrados a la entonces,secretaria de Estado (Hillary Clinton) en la red informática no oficial.
Ahora todo el mundo sabe, después de una repetición incesante, que el Buró solo investiga… no decide si enjuiciar o no. Esa decisión se la deja al Departamento de Justicia.
La percepción de politización se vió reforzada por las recientes revelaciones, de que un funcionario del FBI-Peter Strzok, había adulterado la declaración del director en los informes de la secretaría de Clinton de: “negligencia flagrante” (es decir, criminal) a “extremadamente descuidado”.
Curiosamente los medios de comunicación habían minimizado el protagonismo de Strzok en la jerarquía administrativa, refiriéndose generalmente a él simplemente como un agente especial, esencialmente un chico de los recados. De hecho fue -al menos hasta hace poco- subdirector adjunto de dirección, jefe y encargado de la toma de decisiones. Por lo tanto sus actividades adquieren un significado siniestro.
Reelaboración de declaraciones de directores. Redacción de correos electrónicos que describían al Presidente de los Estados Unidos como “un idiota”. Involucrándose activamente en conversaciones con el ahora ex director adjunto Andrew McCabe y la ahora ex consejera del FBI Lisa Page, en las que podrían estar intentando influenciar el resultado de la elección presidencial. El legado de Hoover fue traicionado.
Sin embargo, la reapertura de la investigación de la Fundación Clinton por parte del Buró puede indicar un cambio radical, un retorno a la tradición de las investigaciones de corrupción pública sin restricciones por la influencia política y sin ser intimidados por el protagonismo de los que se están investigando.
El inspector general del Departamento de Justicia Michael Horowitz parece haber iniciado ya la limpieza necesaria del Buró. El Director de Redacción y Abogado Especial del FBI (y ex Director del Buró) Mueller, también está comprometido en buscar la verdad dondequiera que se encuentre.
La remoción de McCabe por parte del nuevo Director Wray del puesto número 2 a principios de esta semana, envió un claro mensaje de su compromiso con la limpieza del Buró. De hecho, un esfuerzo concertado puede restaurar al FBI a su prominencia histórica como el modelo global para una aplicación de la ley objetiva, imparcial y muy competente – la condición sine qua non de una república democrática. Esto, y sólo esto, garantizará el alto nivel moral característico del personal del FBI.
Marc Ruskin, un veterano con 27 años en el FBI, es autor de “El simulador: Mi vida como agente encubierto del FBI”, publicado por Thomas Dunne Books (una imprenta de St. Martin’s Press). Además sirvió como personal legislativo del senador Daniel Patrick Moynihan y como asistente del fiscal de distrito en Brooklyn-NY.
Las opiniones expresadas en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de La Gran Época.
Por favor comparte este artículo en tus redes sociales, de esta manera ayudarás a La Gran Época a continuar ejerciendo un periodismo independiente. ¡Gracias por tu apoyo!
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
Cómo puede usted ayudarnos a seguir informando
¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en Estados Unidos y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.