Parte 3 – La tiranía del PCCh

16 de abril de 2015 9:56 AM Actualizado: 04 de julio de 2016 9:55 AM

Prólogo

Cuando se habla de tiranía, los chinos recordarán el régimen opresivo de Qin Shi Huang (259-210 a. C.), primer emperador de la dinastía Qin, quien quemó libros de filosofía y enterró vivos a eruditos confucionistas. El trato despiadado de Qin Shi Huang hacia su pueblo derivaba de su política de “sostener la autoridad con todos los recursos que haya bajo el cielo”.1 Esta política se manifestaba en cuatro aspectos principales: cobrar impuestos excesivamente altos; desperdiciar el trabajo humano en proyectos para su propia idolatría; practicar torturas brutales bajo leyes draconianas, aplicar los castigos incluso a los familiares y vecinos del infractor, y controlar la mente de la población a través del bloqueo de todas las vías de pensamiento y expresión quemando libros y enterrando vivos a los intelectuales. Bajo el régimen de Qin Shi Huang, la población china alcanzaba los 10 millones de habitantes; el emperador reclutó a más de 2 millones para realizar trabajos forzados. Qin Shi Huang también llevó sus leyes inhumanas al terreno de lo intelectual, y prohibió la libertad de pensamiento en todos los niveles. Durante su gobierno, fueron asesinados miles de eruditos confucionistas y funcionarios que criticaron al gobierno.

Comparados con los de “la Qin de los lobos y los tigres”, la violencia y los abusos del Partido Comunista chino (PCCh) de nuestros días son aún más severos que los de la tiránica dinastía Qin. La filosofía del PCCh tiene a la lucha armada como elemento principal, y su régimen de control está basado en una serie de “luchas de clase”, “luchas de líneas” y “luchas ideológicas”, dentro de China y en el exterior. Mao Zedong, el primer líder del PCCh desde la fundación en 1949 de la República Popular China (RPC), lo expresó de manera categórica: “Lo que hizo Qin Shi Huang no fue gran cosa. Él mató a 460 pensadores, nosotros asesinamos a 46.000 intelectuales. Hay gente que nos acusa de practicar una dictadura como la de Qin Shi Huang, y nosotros decimos que es verdad. El problema es que no nos dan el crédito suficiente, así que tenemos que hacerlo nosotros mismos”.2

Repasemos los arduos cincuenta y cinco años que lleva China bajo el régimen del PCCh. Como en su filosofía fundadora la “lucha de clase” aparece en primer lugar, desde que subió al poder el PCCh no escatimó esfuerzos para cometer un genocidio de clase; su reino del terror logró esto con la revolución violenta. Las matanzas y los lavados de cerebro se usaron a brazo partido para suprimir todas las creencias que no fuera la teoría comunista y así correr el telón para el movimiento de “crear a Dios”. El PCCh impulsó una campaña tras otra para mostrarse infalible y erigirse en Dios. Siguiendo sus políticas de lucha de clase y revolución violenta, el PCCh buscó purgar a los disidentes y enfrentar a las clases sociales mediante la violencia y el engaño para obligar a todo el pueblo chino a convertirse en sirvientes dóciles de su régimen tiránico.

I. Reforma agraria: eliminar a la clase terrateniente

Sólo tres meses después de la fundación de la China comunista, el PCCh anunció la eliminación de la clase terrateniente como condición básica para alcanzar la reforma agraria que se aplicaría en todo el país. El eslogan del Partido “la tierra para el que la trabaja” fomentaba el lado egoísta de los campesinos sin tierra y los impulsaba a luchar contra los terratenientes, y a dejar de lado las implicancias morales de sus acciones. La campaña de la reforma agraria estipulaba claramente la “eliminación de la clase terrateniente”, y clasificaba a la población rural en diferentes categorías sociales. No menos de veinte millones de habitantes rurales de todo el país fueron catalogados como “terratenientes, campesinos ricos, reaccionarios o malos elementos”. Estos nuevos desterrados sufrieron la discriminación, la humillación y la pérdida de sus derechos y entraron en la categoría de “ciudadanos de baja categoría”. Como la reforma agraria alcanzaba lugares remotos y poblados de minorías étnicas, las organizaciones del PCCh se expandieron de inmediato. Los comités y las sucursales del Partido se diseminaron rápidamente por toda China y no dejó ni una aldea sin cubrir. Los comités locales se convirtieron en los portavoces de las instrucciones del Comité Central del y se colocaban en la primera línea de las luchas de clase, incitando a los campesinos a luchar contra sus patrones. Cerca de 100.000 terratenientes murieron durante este movimiento. En ciertas áreas, el PCCh y los campesinos mataron a familias enteras de terratenientes, sin detenerse ante cuestiones de edad o sexo, para así erradicar por completo a la clase terrateniente.

Mientras tanto, el PCCh lanzaba su primera campaña de propaganda en la que afirmaba que “el líder Mao es el salvador del pueblo” y que “sólo el PCCh puede salvar a China”. Durante la reforma agraria, los granjeros desposeídos tenían lo que querían con la política del PCCh de cosechar sin sembrar, de robar sin preocuparse por las consecuencias. Muchos campesinos pobres atribuyeron la mejoría en su condición al PCCh y aceptaron la propaganda oficial, que decía que el Partido trabajaba por el interés de la gente.

Para los nuevos dueños de las tierras, los días felices de la “tierra para el que la trabaja” duraron poco. Antes de los dos años, el PCCh impuso una serie de prácticas a los granjeros: los grupos de ayuda mutua, cooperativas elementales, cooperativas avanzadas y cooperativas populares. Criticando el paso lento del pueblo como “mujeres con los pies atados”, el PCCh, año tras año, aumentó la presión sobre los campesinos para que entraran “corriendo” al socialismo. Mediante la política de la unificación nacional de la compra-venta de granos, algodón y aceite comestible, se excluyó el intercambio de productos agrícolas de mayor volumen en el mercado. Además, el gobierno comunista estableció un sistema de registro de residencias con el que impidió que los campesinos se trasladaran a las ciudades a buscar trabajo o vivienda. A quienes registraban su domicilio en áreas rurales no se les permitía comprar granos en comercios nacionales, y sus hijos tenían prohibido recibir educación en las ciudades. Los hijos de los campesinos sólo podían ser campesinos. Así, trescientos sesenta millones de residentes rurales de principios de los años cincuenta se convirtieron en ciudadanos de segunda clase.

A partir de 1978, durante los cinco años posteriores al pasaje de un sistema colectivo a uno de contratación por hogar, una parte de los 900 millones de campesinos mejoró levemente sus ingresos y su condición social. Sin embargo, este insignificante beneficio se perdió pronto debido a una estructura de precios que favorecía las manufacturas por sobre los productos agrícolas. Como resultado, los campesinos cayeron nuevamente en la pobreza extrema. La diferencia entre los ingresos de la población urbana y la rural creció enormemente y continúa en aumento. Surgieron nuevos terratenientes y campesinos ricos en las áreas rurales. Los datos publicados por la agencia de noticias Xinhua, portavoz del gobierno, indican que desde 1997: “Los ingresos de los campesinos en
las áreas de mayor producción de granos y los de la mayoría de las familias rurales no se han movido y, en algunos casos, han experimentado un descenso”. Es decir, el ingreso de los campesinos no aumentó, sino que disminuyó. La relación entre los ingresos urbanos y los rurales ha pasado de 1,8:1 a mediados de los años ochenta a 3,1:1 en la actualidad.

II. Reformas en la industria y el comercio. Eliminación de la clase capitalista

Otra clase que quería erradicar el PCCh era la burguesía con capitales en las ciudades y los centros rurales. Durante la reforma industrial y comercial, el PCCh afirmaba que la clase capitalista y la trabajadora eran esencialmente diferentes: la primera es la clase explotadora, y la segunda es la clase no explotadora y antiexplotadora. Según esta lógica, la clase capitalista nació para explotar y no dejaría de hacerlo hasta su desaparición: sólo podía ser eliminada, no reformada. Bajo esta premisa, el PCCh utilizó el asesinato y el lavado de cerebros para transformar a los capitalistas y los comerciantes. El Partido recurrió a su método archicomprobado de respaldar a los obedientes y deshacerse de los rebeldes. Si uno entregaba sus activos al Estado y apoyaba al Partido, era considerado sólo un problema menor. Si, por el contrario, uno no apoyaba o se quejaba de la política del PCCh, era catalogado como reaccionario y se convertía en blanco de su dictadura despiadada.

En el reinado del terror aplicado durante estas reformas, todos los capitalistas, propietarios y comerciantes entregaron sus activos. Muchos no pudieron aguantar la humillación y se suicidaron. Chen Yi, alcalde de Shanghai, preguntaba todos los días: “¿Cuántos paracaidistas tuvimos hoy?”, en referencia al número de burgueses que se habían suicidado ese día tirándose de un edificio. De esta manera, en pocos años, el PCCh eliminó por completo la propiedad privada en China.

Mientras llevaba a cabo sus programas de reforma agraria e industrial, el PCCh impulsó movimientos masivos de persecución contra el pueblo chino. Entre ellos se contaban: la supresión de los contrarrevolucionarios, campañas de reforma del pensamiento, limpieza de la camarilla antiPCCh encabezada por Gao Gang y Rao Shushi e investigación del grupo contrarrevolucionario de Hu Feng.3 Entre 1951 y 1952, se iniciaron una serie de movimientos nacionales de persecución a gran escala de contrarrevolucionarios llamados la “Campaña de los Tres Anti” y la “Campaña de los Cinco Anti”. El PCCh empleó estas operaciones para perseguir a cantidades de inocentes.

En cada campaña política, el PCCh movilizaba el aparato estatal en pleno junto con los comités y las ramas mayores y menores del Partido. Tres miembros del Partido formaban un pequeño grupo de combate que se infiltraba en todos los barrios y pueblos. Estos grupos eran ubicuos, no dejaban una sola piedra sin levantar. Esta red de control que lo cubría todo, heredada de los años de guerra del PCCh contra Japón y contra el Kuomintang (Partido Nacionalista, KMT), jugó un papel crucial desde entonces en los movimientos políticos de años posteriores.

III. La prohibición de las religiones y la persecución de grupos religiosos

Otra de las atrocidades cometidas por el régimen comunista fue la brutal supresión de la religión y la prohibición total de los grupos religiosos de raigambre vernácula después de la fundación de la República Popular de China. En 1950, el PCCh instruyó a sus gobiernos locales para que prohibieran todos los credos religiosos y sociedades secretas no oficiales. El PCCh determinó que esos grupos “feudales” subterráneos eran meras herramientas de los terratenientes, los campesinos ricos, los reaccionarios y los agentes secretos del KMT. En esta persecución de alcance nacional, el gobierno movilizó a las clases en las que confiaba para que identificaran y persiguieran a los miembros de las agrupaciones religiosas. Distintos niveles gubernamentales participaron directamente en la desintegración de estos “grupos supersticiosos” como comunidades de cristianos, católicos, daoístas (en especial practicantes de Yi Guandao) y budistas. Conminaron a todos los integrantes de estas iglesias, templos y facciones religiosas a que se registraran en las agencias gubernamentales y se arrepintieran de sus acciones. No obedecer implicaba severos castigos. En 1951, el gobierno promulgó leyes formales por las cuales aquellos que continuasen sus actividades religiosas no oficiales podrían ser condenados a prisión perpetua o a la pena de muerte.

Esta persecución cayó sobre un gran número de personas de buen corazón y respetuosas de la ley que creían en Dios. Datos incompletos aseveran que el PCCh persiguió durante la década de 1950 al menos a tres millones de creyentes y miembros de grupos no oficiales, una parte de los cuales fue asesinada. El PCCh registró casi todos los hogares y realizó interrogatorios masivos. Incluso llegaba a destrozar estatuas del Dios de la Cocina, venerado tradicionalmente por los campesinos chinos. Las ejecuciones alimentaban el mensaje del PCCh de que la comunista era la única ideología y fe legítima. Pronto surgió la noción de creyentes “patrióticos”. Sólo éstos tenían la protección de la Constitución Nacional. La situación era que cualquiera fuera la religión de uno, había un solo criterio posible: seguir las instrucciones del PCCh y saber que el Partido está por encima de todos los credos. Si se es cristiano, ahora el Partido es el Dios del Dios cristiano. Si se es budista, el Partido es el Maestro Buda del Maestro Buda. Entre los musulmanes, el Partido es el Alá de Alá. En cuanto al Lama Viviente del budismo tibetano, el Partido interviene y decide quién es el Lama Viviente. El Partido no deja opción: lo que él diga, uno lo dirá; lo que él necesite, uno habrá de hacerlo. Todos los creyentes deben cumplir las metas del Partido mientras sostienen sus credos sólo en la superficie. Si no lo hacen así, serán el blanco de las medidas represivas de la dictadura del PCCh.

En un informe de febrero de 2002 publicado en la revista virtual Humanidad y Derechos Humanos, más de 20.000 cristianos realizaron un estudio en 560.000 cristianos de iglesias que funcionaban en hogares de 207 ciudades en 22 provincias de China. El estudio reveló que de quienes asistían a las iglesias domésticas, 130.000 eran vigilados por el gobierno. Según un libro publicado en 1958, hasta 1957 el PCCh había asesinado a más de 11.000 practicantes religiosos, y muchos más habían sido arrestados arbitrariamente y despojados de su dinero.

Eliminando a la clase terrateniente y la clase capitalista, y persiguiendo a grandes cantidades de fieles y personas respetuosas de la ley, el PCCh despejó el camino para que el Partido se convirtiera en la religión única de China.

IV. El movimiento antiderechista: un lavado de cerebro en todo el país

En 1956, un grupo de intelectuales húngaros formó el Círculo Petofi, que organizaba foros y debates de crítica al gobierno húngaro. El grupo impulsó una revolución nacional en su país, que fue aplastada por los soldados de la ocupación soviética. Mao Zedong tomó este “Suceso Húngaro” como una lección. En 1957, convocó a los intelectuales chinos y a otros grupos no comunistas para “ayudar al PCCh a reformarse”. Esta convocatoria, conocida como el “Movimiento de las Cien Flores”, tenía como lema “dejar que broten cien flores y que debatan cien escuelas de pensamiento”. Su propósito real era que la gente mostrara sus “sentimientos antiPartido”. En un mensaje escrito a los jefes provinciales del PCCh a principios de 1957, Mao Zedong reveló que su motivo era “encantar a las serpientes para que salieran de sus cuevas” incitándolas a mostrar sus opiniones en nombre de la libertad de pensamiento y el encauzamiento del PCCh.

Las consignas de ese momento estimulaban a la gente a hablar, y se prometía que no habría represalias: “no tiraremos de las trenzas, no se golpeará con bates, no se colocarán sombreros4 ni se buscará revancha”. Sin embargo, poco tiempo después, el PCCh lanzó un Movimiento AntiDerechista, donde estableció que las 540.000 personas que se habían atrevido a hablar eran “derechistas”. De éstas, 270.000 perdieron su empleo y 230.000 recibieron la clasificación de “derechistas intermedios” o “elementos antisocialistas”. Alguien resumió los trucos políticos del PCCh para perseguir a la gente de esta manera: encantar a las serpientes para que salgan de sus cuevas; inventar crímenes, atacar por sorpresa y condenar con una sola acusación; atacar sin piedad en nombre de la salvación del pueblo; obligar a la autoincriminación y colocar los rótulos más estrictos.

¿Cuáles fueron las “palabras reaccionarias” que causaron que tantos derechistas y anticomunistas sufrieran exilios durante treinta años en áreas remotas, frías y pobres de la nación? Las “tres teorías reaccionarias principales”, los blancos de las agresiones corrientes e intensivas del PCCh, eran unos discursos de Luo Longji, Zhang Bojun y Chu Anping. Una mirada más cercana a lo que proponían muestra que sus deseos eran bastante benignos.

Luo sugería formar una comisión conjunta del PCCh y varios partidos “democráticos” para investigar las desviaciones y faltas en las campañas “Tres Anti” y “Cinco Anti”, y las purgas de reaccionarios. Como el Consejo de Estado solía requerir observaciones y comentarios del Comité Consultivo Político y del Congreso Popular, Zhang sugirió que estos dos organismos fueran incluidos en las instancias de toma de decisiones.

Chu sugería que ya que muchas personas que no eran miembros del PCCh también tenían buenas ideas, dignidad y sentido de la responsabilidad hacia el país, no había necesidad de asignar un miembro del PCCh como jefe de cada unidad de trabajo nacional, grande o pequeña, o incluso para los equipos de cada unidad de trabajo. Tampoco era necesario que todo asunto, de envergadura o no, tuviera que hacerse según el criterio de los miembros del Partido. Los tres expresaron su voluntad de seguir al PCCh y ninguna de sus sugerencias excedía los límites marcados por las famosas palabras del crítico y escritor Lu Xun (1881-1936): “Señor, su ropa está sucia. Por favor, quítesela y la lavaré por usted”. Al igual que Lu Xun, estos “derechistas” mostraban docilidad, obediencia y respeto.

Ninguno de los tildados como “derechistas” sugirió derrocar al PCCh; todo lo que hicieron fue aportar críticas constructivas. No obstante, y precisamente por estas sugerencias, decenas de miles de personas perdieron su libertad, lo que trajo sufrimiento a millones de familias. Lo que siguió fueron movimientos como “sincerarse con el PCCh”, “desenmascarar a los extremistas”, la nueva “Campaña de los Tres Anti”, enviar intelectuales al campo para trabajos físicos, y aprehender a los derechistas que se escaparon la primera vez. Quien no coincidiera con el líder de cada lugar de trabajo, especialmente con los secretarios del Partido, era etiquetado de antiPCCh. La dirección del Partido sometería a estas personas a la crítica constante, o las enviaría a campos de trabajo para una reeducación obligada. En ocasiones, el Partido mudaba a familias enteras a zonas rurales, o prohibía a los hijos de estas familias asistir a la universidad o alistarse en el ejército, e incluso trabajar en la ciudad. Las familias perdían el seguro social y los servicios médicos gratuitos. Se convertían en miembros inferiores de la categoría rural y en marginales aun entre los ciudadanos de segunda clase.

Desde entonces, algunos intelectuales desarrollaron personalidades dobles que “giraban con el viento”. Siguieron de cerca al “Sol Rojo” y se convirtieron en los “intelectuales estables de la Corte” del PCCh, y hacían o decían lo que el Partido quisiera. Otros se volvieron reservados y se distanciaron de los asuntos políticos. Los intelectuales chinos, con una fuerte tradición de responsabilidad hacia su nación, se llamaron a silencio obligado desde entonces.

V. El Gran Salto Adelante: una gran mentira para probar la lealtad del pueblo

Después del Movimiento AntiDerechista, China entró en un estado de temor a la verdad. Todos se reunían a escuchar mentiras y a inventar historias; se evadía y se encubría la verdad con calumnias y rumores. El Gran Salto Adelante fue un ejercicio colectivo nacional de la mentira. El pueblo chino, bajo la dirección del espectro malvado del PCCh, hizo muchas cosas extrañas y ridículas. Tanto los mentirosos como sus víctimas sufrían una traición. En esta campaña acciones ridículas, el PCCh impuso su energía violenta y maléfica en el mundo espiritual del pueblo chino. En ese tiempo, mucha gente cantaba la canción que promovía el Gran Salto Adelante, “En el cielo no hay Emperador de Jade y en la tierra no hay Rey Dragón. El Emperador de Jade soy yo, el Rey Dragón soy yo. ¡Les ordeno a las tres montañas y a los cinco desfiladeros que se aparten, porque aquí vengo yo!”. Año tras año, se querían imponer políticas inconcebibles como “alcanzar una producción de granos de 75.000 kilogramos por hectárea”, “duplicar la producción de acero” y “superar a Gran Bretaña en diez años y a los Estados Unidos en quince”. Estas políticas dejaron como saldo hambrunas en todo el país que costaron millones de vidas.

Durante el congreso partidario de Lushan de 1959, ¿quién de los participantes no concordaba con la opinión del general Peng Dehuai5 de que el Gran Salto Adelante impulsado por Mao Zedong era absurdo? Pero la decisión de apoyar a Mao Zedong o no marcaba la línea entre la lealtad y la traición; en otras palabras, la línea entre la vida y la muerte. Citando una historia popular china, cuando Zhao Gao6 decía que un ciervo era un caballo, él conocía la diferencia entre un ciervo y un caballo, pero cometió el error adrede para manipular a la opinión pública, apagar los debates y expandir su propio poder. El resultado del congreso fue que Peng Dehuai se vio obligado a firmar una resolución en la que se autocondenaba y se expulsaba del gobierno. De igual modo, en los últimos años de la Revolución Cultural, Deng Xiaoping fue obligado a prometer que nunca apelaría la decisión del gobierno de removerlo de los cargos que ocupaba.

La sociedad humana depende de la experiencia para entender el mundo y expandir sus horizontes. Sin embargo, el PCCh ha impedido que la gente pueda aprender de las lecciones de la historia. Encima, la censura estatal sobre los medios de comunicación contribuye a empobrecer la capacidad de la gente para discernir lo bueno de lo malo. A lo largo de los movimientos pasados, las nuevas generaciones escucharon sólo el punto de vista del Partido y no tuvieron acceso al pensamiento interior propio de los movimientos anteriores. Sólo pudieron observar fragmentos de los hechos para entender la historia y juzgar situaciones nuevas. Así, creen estar en lo correcto, y en realidad no hacen más que deformar la realidad que llega a las masas del pueblo chino. La política del PCCh de mantener al pueblo bajo la ignorancia se ha llevado adelante de manera acabada.

VI. La Revolución Cultural. La posesión maligna pone al mundo patas arriba

La Gran Revolución Cultural fue una gran actuación montada por el espectro comunista en su posesión total del país. En 1966, se desató en China una nueva ola de violencia; un ciclón de terror rojo cual dragón enloquecido hizo temblar las montañas y congeló los ríos. El escritor Qin Mu describió así a este movimiento:

“Fue una verdadera calamidad sin precedentes. ¿Cuántos millones de personas fueron encarceladas por su vínculo con familiares señalados por el PCCh, cuántos millones murieron amargamente, cuántas familias se desintegraron, cuántos niños y jóvenes se volvieron matones y villanos, cuántos libros fueron quemados, cuántos sitios culturales antiguos destruidos, cuántas tumbas profanadas, cuántas maldades cometidas en nombre de la revolución?”

Según cifras conservadoras, el número de muertes no naturales en China durante la Revolución Cultural llegó a 7.730.000.

La gente suele pensar erróneamente que la violencia y la masacre de la Revolución Cultural ocurrieron bajo un estado de anarquía generado por movimientos rebeldes, y que fueron las Guardias Rojas y los rebeldes quienes cometieron los asesinatos. No obstante, según miles de anuarios con información de los condados chinos, el pico de muertes no naturales durante la Revolución Cultural no fue 1966, cuando las Guardias Rojas debilitaron diferentes niveles del gobierno central, ni 1967, cuando los rebeldes pelearon con armas militares, sino en 1968, cuando Mao recuperó el control del país, mediante el establecimiento de “distintos niveles de comités revolucionarios”. La violencia abusiva y las matanzas sangrientas las perpetraron en su mayoría tropas del gobierno, milicias armadas y miembros del PCCh.

Los siguientes ejemplos ilustran que la violencia durante la Revolución Cultural derivó de las decisiones políticas del PCCh y sus poderes locales, no del comportamiento extremo de las Guardias Rojas o de los rebeldes. El PCCh ocultó la instigación directa y la responsabilidad en las acciones violentas de los líderes partidarios y los funcionarios gubernamentales.

En agosto de 1966, las Guardias Rojas de Beijing expulsaron de la ciudad a residentes que habían sido clasificados en movimientos anteriores como “terratenientes, campesinos ricos, reaccionarios, malos elementos y derechistas”, y los obligaron a instalarse en zonas rurales. Cifras oficiales incompletas muestran que se inspeccionaron 33.695 hogares y se envió a 85.196 residentes de Beijing a los lugares originales de sus familias. Esta acción se propagó rápidamente a todas las grandes ciudades, donde se desalojó a más de 400.000 residentes urbanos y se los expulsó al campo. Incluso se exilió a funcionarios de alto rango del Partido que tenían padres terratenientes.

En realidad, el PCCh planeó la campaña de expulsión antes del comienzo de la Revolución Cultural. Peng Zhen, ex alcalde de Beijing, declaró que los habitantes de la capital china debían tener una ideología pura como “paneles de vidrio y cristales”; en otras palabras, todos los residentes con malos antecedentes de clase serían expulsados de la ciudad. En mayo de 1966, Mao ordenó a sus subordinados “proteger la capital” y estableció un equipo de trabajo en la ciudad guiado por Ye Jianying, Yang Chengwu y Xie Fuzhi. Una de las tareas de este equipo fue precisamente expulsar a los residentes de Beijing con malos antecedentes de clase a través de la Oficina de Seguridad Pública

Este trasfondo sirve para aclarar por qué el gobierno y el departamento de policía no sólo no intervinieron sino que apoyaron a las Guardias Rojas mientras saqueaban hogares y expulsaban a más del dos por ciento de la población de Beijing. El entonces ministro de Seguridad Pública, Xie Fuzhi, le pidió a la policía que no interfiriera con el accionar de las Guardias Rojas y, en cambio, las asesorasen y les proveyesen información. De hecho, el régimen comunista PCCh utilizó a las Guardias Rojas para llevar a cabo una acción planificada: a fines de 1966, este grupo fue abandonado por el PCCh. Muchos de sus miembros fueron catalogados de contrarrevolucionarios y encarcelados; a otros se los envió al campo junto con jóvenes capitalinos que serían sometidos a trabajos forzados y reconstrucción de pensamiento. Después, se colocó a las Guardias Rojas del oeste de la ciudad, que habían encabezado la expulsión de residentes, bajo el “cuidado” de la cúpula del PCCh. La orden para incriminar a las Guardias se emitió luego de la supervisión del secretario general del Consejo de Estado.

Los desplazados en Beijing por sus malos antecedentes de clase debieron soportar otra persecución de “malos elementos” iniciada en las zonas rurales. El 26 de agosto de 1966, durante la reunión de trabajo de la Dirección de Seguridad Pública de Daxing (Beijing), se transmitió un mensaje del ministro del área, Xie Fuzhi, según el cual la policía local debía asesorar a las Guardias Rojas en la inspección de hogares y en el suministro de información sobre las “cinco clases negras” (terratenientes, granjeros ricos, reaccionarios, malos elementos y derechistas) y ayudarlos en los saqueos de las casas.

La infamante Masacre de Daxing7 se precipitó por las instrucciones de la policía del condado. Los organizadores fueron el jefe y el secretario de policía, este último del PCCh, y los asesinos, los milicianos, en su mayoría, quienes ni siquiera dejaron con vida a los niños.

Muchas personas lograron ingresar en el PCCh por su “buen comportamiento” durante masacres similares. Según cifras incompletas de la provincia de Guangxi, cerca de 50.000 miembros del PCCh participaron de matanzas. De estos, 9000 fueron admitidos en el Partido inmediatamente después de matar a alguien, y más de 19.000 miembros adicionales estuvieron involucrados de una manera u otra en asesinatos.

Durante la Revolución Cultural, la teoría de clase también se aplicaba a las golpizas. Si los malos eran golpeados por los buenos es porque se lo merecían. Es honorable para una persona mala golpear a otra mala. Si una persona buena golpea a otra persona buena se trata de un malentendido. Esta teoría inventada por Mao se difundió ampliamente durante los movimientos rebeldes. La violencia y el asesinato se propagaron como resultado de la noción de que en la lucha de clase los enemigos eran merecedores de todo tipo de violencia.

Desde el 13 de agosto hasta el 7 de octubre de 1967, los milicianos del condado de Dao, provincia de Hunan, masacraron a miembros de la organización “Viento y Trueno de Xiangjiang” y de las “cinco clases negras”. La matanza duró 66 días; se ajustició a más de 4519 personas de 2778 familias en 468 divisiones administrativas de 36 comunas populares de 10 condados. Se asesinó aun total de 9093 personas en el área, del cual el 38 por ciento pertenecía a las “cinco clases negras” y el 44 por ciento eran sus hijos. La víctima de mayor edad tenía 78 años, y la menor, 10 días de vida.

Éste es sólo un caso de violencia en un área pequeña durante la Revolución Cultural. En la Mongolia Interior, después del establecimiento del “Comité Revolucionario”, a principios de 1968, el movimiento de purga de clase en el inventado Partido Popular Interior Revolucionario culminó en el exterminio de más de 350.000 personas. En 1968, decenas de miles de personas en la provincia de Guangxi participaron en la matanza masiva de la facción rebelde “422”, con un número de víctimas que superó las 110.000.

Estos casos destacan que todas las grandes matanzas de la Revolución Cultural ocurrieron por la instigación e instrucción directa de los líderes del PCCh, quienes alentaron y utilizaron la violencia para perseguir y asesinar a los ciudadanos. Los asesinos que dirigieron y llevaron a cabo estas matanzas fueron, en su mayoría, militares, policías, milicianos y miembros clave del PCCh y de la Liga de la Juventud.

Si durante la Reforma Agraria el PCCh usó a campesinos para derrocar a la clase terrateniente y hacerse de tierras, en la Reforma Industrial y Comercial el Partido utilizó a la clase trabajadora para someter a los capitalistas y obtener activos, y durante el Movimiento AntiDerechista el PCCh eliminó a todos los intelectuales con opiniones distintas de las oficiales, ¿cuál era el propósito de las matanzas perpetradas en la Revolución Cultural? El PCCh empleó a un grupo para matar a otro, y no confiaba en ninguna clase. Aun si uno fuera un trabajador o un campesino, dos clases en las que el Partido confió en el pasado, si su postura difería de la oficial, su vida pasaba a correr peligro. Así que al final, ¿para qué sirvió todo?
El objetivo fue establecer el comunismo como la religión única que domina todo el país y que controla no sólo el Estado sino la mente de cada persona.

El culto de “crear a Dios” en Mao llegó a su apogeo con la Revolución Cultural. Se debía recurrir a la teoría de Mao para tomar cualquier decisión: la visión de una persona se había instalado en la mente de decenas de millones. La Revolución Cultural, de un modo que no registra precedentes y que jamás será igualado, con toda intención no especificaba qué no se podía hacer. En cambio, el Partido enfatizaba “qué se puede hacer y cómo. Todo lo que exceda ese límite no se puede hacer, ni siquiera concebirse”.

Durante la Revolución Cultural, todo el pueblo chino practicaba un ritual casi religioso: “Pedir instrucciones al Partido por la mañana y rendirle cuentas por la noche”, recordar al líder Mao varias veces por día y desearle longevidad ilimitada, y pronunciar rezos políticos por la mañana y por la noche. Casi todas las personas alfabetizadas escribían autocríticas e informes de pensamiento. Se citaba a Mao todo el tiempo, con axiomas como: “Combate ferozmente cualquier pensamiento egoísta” y “Ejecuta las instrucciones recibidas las entiendas o no; profundiza el entendimiento durante la ejecución”.

Sólo se permitía adorar a un único “dios”, Mao, y sólo se permitía estudiar una sola escritura, Las enseñanzas de Mao. Pronto el endiosamiento de Mao llegó al punto de que no se vendía comida en los locales gastronómicos a la gente que no pronunciara alguna cita de Mao o no le dedicara alguna bendición. Cuando hacía compras, tomaba el autobús o llamaba por teléfono, uno tenía que recitar alguna de las citas de Mao, aunque fuera irrelevante. Al hacer estas cosas, la gente era fanática, entusiasta o pasiva. Todos estaban bajo el manto de control del espectro maligno del comunismo. Mentir, aceptar las mentiras y depender de las mentiras ya se ha convertido en el “modus vivendi” de la gente de China.

VII. La era de la reforma y la apertura económica: la violencia aumenta con el tiempo

La Revolución Cultural fue un período caracterizado por el derramamiento de sangre, las matanzas, el sufrimiento, la pérdida de la conciencia y la confusión entre lo correcto y lo incorrecto. Después de la Revolución Cultural, la cúpula del PCCh cambió sus banderas en más de una ocasión: el gobierno pasó de manos seis veces en veinte años. La propiedad privada volvió a China, se ampliaron las diferencias entre el nivel de vida de las ciudades y el de las zonas rurales, el área desértica se expandió con rapidez, los ríos continuaron secándose y el uso de drogas y la prostitución experimentaron un aumento. Todos los crímenes contra los que luchaba el PCCh se instalaron en la sociedad china.

El corazón despiadado del PCCh, su naturaleza traicionera, sus acciones perversas y su capacidad para llevar al país a la ruina no dejaron de crecer. Durante la Masacre de Tiananmen de 1989, el Partido movilizó tropas y tanques para matar a los estudiantes que manifestaban en la Plaza de ese nombre. La cruel persecución contra los practicantes de Falun Gong constituye un hecho aún peor. En octubre de 2004, para confiscar tierra de los campesinos, el gobierno local de la ciudad Yulin, en la provincia Shaanxi, movilizó a 1600 policías antidisturbios para arrestar y fusilar a más de 50 campesinos. El poder del gobierno chino hoy sigue apoyándose en la filosofía de lucha armada y violencia del PCCh. La única diferencia con el pasado es que el Partido ahora tiene más capacidad para el engaño.

Creación de leyes: El PCCh nunca dejó de generar conflictos en el pueblo. Persiguió a grandes cantidades de ciudadanos bajo las acusaciones de “reaccionarios”, “antisocialistas”, “malos elementos” y miembros de “sectas perversas”. La naturaleza totalitaria del PCCh continúa combatiendo a todo tipo de grupos y organizaciones civiles. Bajo la excusa de “mantener el orden y estabilizar a la sociedad”, el Partido ha cambiado una y otra vez constituciones, leyes y edictos, y persigue por “reaccionario” a todo aquel que disienta con el gobierno.

En julio de 1999, Jiang Zemin tomó la decisión personal, contra la voluntad de la mayoría de los miembros de la Oficina Política china, de eliminar Falun Gong en un plazo de tres meses; pronto los rumores y las mentiras sobre esta práctica invadieron el país. Luego de que Jiang Zemin denunció a Falun Gong como una “secta perversa” en una entrevista del periódico francés Le Figaro, los propagandistas oficiales del comunismo no tardaron en publicar artículos donde instigaban a toda la nación a que enfrentara a Falun Gong. El Congreso Nacional Popular se vio obligado a aprobar una “condena” a los cultos malignos sin definirlos con precisión; poco después, la Corte Suprema Popular y la Procuración Suprema Popular emitieron una “explicación” de la “condena”.

El 22 de julio de 1999, la agencia de noticias Xinhua difundió discursos de los líderes del Departamento de Organización y del Departamento de Propaganda del PCCh en los que se apoyaba públicamente la persecución de Jiang contra Falun Gong. El pueblo chino se vio involucrado en una cacería que causa la cólera de Dios en la tierra, simplemente por una decisión del Partido. El pueblo chino sólo está en condiciones de obedecer órdenes sin atreverse a ejercer ninguna oposición.

En los últimos cinco años, el gobierno destinó un cuarto de los recursos económicos de la nación para perseguir a Falun Gong. Todos los habitantes han tenido que pasar una prueba: la mayoría de los que reconocen practicar Falun Gong y se rehúsan a abandonarlo pierden su trabajo; algunos son condenados a realizar trabajos forzados. Los practicantes no violaron ninguna ley, no traicionaron al país ni se opusieron al gobierno; sólo creen en “Verdad, Benevolencia y Tolerancia”. No obstante, se arrestó a cientos de miles de personas. Aunque el PCCh impuso un bloqueo total de la información, según datos confirmados por los familiares, se supo que más de 1100 personas sufrieron torturas seguidas de muerte. El número real de muertes es muy superior.

Comunicación de la información: El 15 de octubre de 2004, el periódico Wenweipao, de Hong Kong, informó que el vigésimo satélite de China había tenido problemas en su regreso a la tierra: al caer destrozó la casa de un ciudadano, Huo Jiyu, en la ciudad de Penglai, condado de Dayin, provincia de Sichuan. El informe citaba las palabras del director de la oficina gubernamental del condado, Ai Yuqing: se había confirmado que la “mancha negra” era el satélite. Ai también era el vicedirector local del proyecto para el retorno del satélite. Sin embargo, la agencia Xinhua sólo informó del momento de regreso del satélite, y enfatizaba que éste era el vigésimo satélite científico y experimental que retornaba a China. Xinhua no hizo ninguna mención acerca de que éste se hubiera precipitado a tierra y destruido una vivienda. Éste es un ejemplo de la práctica habitual de los medios de prensa chinos: obligados por el Partido, sólo comunican las buenas noticias y no las malas.

Las mentiras y las calumnias que publican los diarios y difunde la televisión ayudan en gran forma a la implementación de las políticas del PCCh en todas las campañas realizadas. Los medios de información acatan de inmediato la orden que baja del Partido. Cuando el Partido quiso iniciar un movimiento antiderechista, los periódicos de todo el país hablaron con una sola voz sobre los crímenes cometidos por la derecha. Cuando el Partido quiso establecer las comunas populares, los medios nacionales comenzaron a alabar las bondades de las comunas populares. En el primer mes de la persecución de Falun Gong, todas las cadenas de radio y televisión no perdieron oportunidad para difamar a Falun Gong en las horas de máxima audiencia para así lavarle el cerebro a la población y generar un rechazo nacional hacia esta práctica. Las falsas noticias informan de suicidios y asesinatos cometidos por los practicantes. Un ejemplo de esto es la “Autoinmolación de Tiananmen”, condenada por la Organización Internacional de las Naciones Unidas para el Desarrollo Educativo, con sede en Ginebra, por tratarse de un episodio inventado y montado para las cámaras por el gobierno para engañar al pueblo. En los últimos cinco años, ningún periódico o canal de televisión de China Continental informó la verdad sobre Falun Gong.

El pueblo chino está acostumbrado a las noticias falsas. Un periodista destacado de la agencia Xinhua dijo una vez: “¿Cómo alguien puede creer una información de Xinhua?”. La gente común suele calificar a las agencias de noticias chinas como el perrito del Partido. Hay una canción popular que dice: “Es un perro criado por el Partido, que cuida la puerta del Partido. Morderá a quien quiera el Partido, cuantas veces quiera el Partido”.

Educación: En China, la educación se convirtió en otra herramienta para controlar al pueblo. El propósito original de la educación es que la persona adquiera conocimiento y buen juicio. El “conocimiento” se refiere al entendimiento cabal de la información; el juicio, a la capacidad de analizar, investigar, criticar y recrear ese conocimiento; es decir, todo constituye un proceso de desarrollo espiritual. A aquellos con un conocimiento que no incluye el buen juicio se lo ve como ratones de biblioteca, y no como verdaderos intelectuales con conciencia social. En China siempre se ha respetado a los intelectuales con capacidad de juicio; sin embargo, bajo el control del PCCh, el país está plagado de eruditos que carecen de espíritu crítico, o que no se animan a ejercerlo.

En las escuelas chinas se enseña a los estudiantes a no hacer nada que el Partido no quiera. En los últimos años, las escuelas comenzaron a enseñar política e historia del PCCh con libros de texto unificados. Los maestros no creen el contenido de estos libros, pero la disciplina del Partido los obliga a enseñarlo sin tener en cuenta la voluntad. Los estudiantes tampoco creen lo que dicen los textos ni sus maestros, pero tienen que memorizarlo todo para aprobar los exámenes. Recientemente se incluyeron preguntas sobre Falun Gong en los exámenes de fin de curso y de ingreso a las universidades y escuelas secundarias. Los estudiantes que no recitan las respuestas modelo no obtienen buenas calificaciones para ingresar a las mejores universidades o escuelas secundarias. Si un estudiante se atreve a decir la verdad, se lo expulsa inmediatamente del establecimiento y pierde toda oportunidad de acceso a la educación formal.

En el sistema educativo estatal, debido a la influencia de los periódicos y los documentos que publica el gobierno, se toman como verdad muchos dichos y sentencias, como la cita de Mao que reza: “Debemos abrazar lo que nuestro enemigo rechaza; y rechazar lo que nuestro enemigo abraza”. El efecto negativo llega a todos lados: se contamina el corazón de la gente, se relega la benevolencia y se olvida el principio de vivir en paz y armonía.

En 2004, el Centro Informativo de China analizó una encuesta realizada por China Sina Net, cuyo resultado reveló que el 82,6 por ciento de los jóvenes chinos está de acuerdo con abusar de mujeres, niños y prisioneros durante una guerra. El dato es una sorpresa muy desagradable, pero refleja la mentalidad del pueblo chino, y en especial la de las generaciones más jóvenes y su falta de comprensión de los conceptos de gobierno benevolente o condición humana universal.

El 11 de septiembre de 2004, un hombre acuchilló salvajemente a veintiocho niños en la ciudad de Suzhou. El 20 del mismo mes, un hombre atacó con una navaja a veinticinco estudiantes primarios en la provincia de Shandong. Un grupo de maestros primarios obligó a sus alumnos a elaborar manualmente elementos pirotécnicos para recaudar fondos para la escuela; el hecho terminó en una explosión que causó la muerte de varios alumnos.

Implementación de políticas: El PCCh suele recurrir a la amenaza y la coerción para implementar sus políticas. Uno de sus métodos es el eslogan político. Durante mucho tiempo, el PCCh utilizó el número de afiches con consignas partidarias que una persona exhibía como criterio para medir su nivel de compromiso político. Una mañana de la Revolución Cultural, Beijing amaneció inundada por una “marea roja” de afiches con la consigna “Que se vayan los capitalistas del Partido gobernante”. En el campo, irónicamente, los carteles quedaron abreviados en “Que se vayan los del Partido gobernante”.

Hace poco, para promover la Ley de Protección Forestal, la Dirección de Bosques con todas sus oficinas dio la orden de exhibir una cantidad mínima de consignas oficiales. No alcanzar la cantidad estipulada se consideraba incumplimiento de la tarea. Así es como las oficinas gubernamentales pegaron todo tipo de afiches, incluso con consignas como “Se encarcelará a aquel que incendie las montañas”. En la administración del control de natalidad se podían leer lemas aún más intimidantes, como “Si una mujer viola la ley de control de natalidad, se castrará a todos los habitantes de la aldea”, “Es preferible otra tumba que otro bebé” o “Si él no se hace una vasectomía, le tiraremos abajo la casa; si ella no aborta, confiscaremos sus vacas y sus tierras”. Había otros eslóganes que violaban los derechos humanos y la Constitución, como: “Dormirá en prisión mañana aquel que no pague los impuestos hoy”.

Un eslogan es en esencia un método de propaganda más directo y repetitivo. El gobierno chino suele usar eslóganes para fomentar ideas, filosofías y posturas políticas, como una manera de hablarle directamente al pueblo. Sin embargo, los eslóganes del PCCh transpiran violencia y crueldad.

VIII. Lavarle el cerebro a todo el país hasta convertirlo en una “prisión mental”

El arma más efectiva del PCCh para mantener su régimen tiránico es su sistema de control. Con un alto poder de organización, el Partido impone una mentalidad de obediencia en cada uno de sus ciudadanos. No importa si contradice directivas anteriores o cambia de política constantemente siempre que pueda organizar una manera de privar a la gente de sus derechos humanos básicos. Los tentáculos del gobierno son omnipresentes. Sea en áreas rurales o urbanas, los ciudadanos son gobernados por los llamados comités de calle o municipales. Hasta hace poco tiempo, casarse, divorciarse o tener un hijo requería la aprobación de estos comités. La ideología del Partido, su filosofía, organizaciones, estructura social, mecanismos de propaganda y sistemas administrativos sólo sirven sus fines dictatoriales. El Partido procura, a través de sus sistemas de gobierno, controlar los pensamientos y acciones de cada individuo.

El control brutal del PCCh sobre el pueblo no se limita a la tortura física. El Partido obliga a los individuos a perder su capacidad de pensar de manera independiente, y los convierte en cobardes que sólo buscan protección y que no se atreven a expresarse. El objetivo del régimen es lavarles el cerebro a todos los ciudadanos para que piensen y hablen como el Partido, y así llevar a cabo sus metas.

Una sentencia popular reza: “La política del Partido es como la luna, cambia cada quince días”. No importa la frecuencia con la que el Partido cambie sus políticas, todo el pueblo tiene que seguirlas al pie de la letra. Cuando uno es usado como medio para atacar a otros, tiene que agradecer al Partido por valorar su fuerza; cuando uno es atacado, tiene que agradecer al Partido por “enseñarle una lección”; cuando uno es discriminado por equivocación y luego el Partido lo desagravia, tiene que agradecer la generosidad del Partido, su apertura y su capacidad para corregir errores”. El PCCh impone su tiranía mediante ciclos continuos de represión y desagravio.

Después de cincuenta y cinco años de dictadura, el PCCh ha encarcelado la mente de la nación y también ha delimitado la celda. Si uno piensa más allá del límite establecido, comete un crimen. Luego de repetidas luchas, la estupidez se valora como sabiduría y la cobardía se volvió el único camino para sobrevivir. En una sociedad moderna donde Internet es la fuente de información más importante, el PCCh le pide al pueblo chino que se autocontrole y no lea las noticias extranjeras ni visite los sitios que surgen de búsquedas con palabras como “derechos humanos” o “democracia”.

Las campañas del PCCh para lavar cerebros son tan absurdas, brutales y despreciables, por un lado, como ubicuas, por otro. El gobierno comunista distorsionó los valores morales y los principios de la sociedad local, y reescribió los patrones de conducta y el estilo de vida del pueblo chino. Recurre una y otra vez a la tortura física y mental para fortalecer la autoridad absoluta con la que gobierna China, así como para imponer la “religión del PCCh” que todo lo abarca.

Conclusión

¿Por qué el PCCh tiene que luchar día tras día para mantener su poder? ¿Por qué el PCCh cree que mientras haya vida, habrá lucha? Para lograr sus objetivos, el Partido no duda a la hora de asesinar ciudadanos o contaminar el medio ambiente, así como tampoco se detiene ante el hecho de que la mayoría de los habitantes rurales y muchos en las ciudades vivan en la pobreza.

¿Se debe a la ideología del comunismo que el PCCh sostenga una lucha sin fin? La respuesta es “no”. Uno de los principios del Partido Comunista es eliminar toda propiedad privada, algo que el PCCh intentó llevar a cabo cuando subió al poder. El Partido consideraba que la propiedad privada era la raíz de todo mal. No obstante, luego de la reforma económica implementada en los años ochenta, se volvió a permitir la propiedad privada en el país, bajo el amparo legal de la Constitución. Si uno perfora la capa de hipocresía del Partido, verá claramente que en los cincuenta y cinco años de su régimen, el PCCh sólo puso en escena una representación de cómo redistribuir la propiedad. Después de varias vueltas de distribución, el Partido no hizo más que convertir el capital de los demás en su propiedad privada.
El PCCh se erige en el “defensor de la clase trabajadora”. Su tarea es eliminar a la clase capitalista. Sin embargo, los estatutos actuales del Partido permiten a los capitalistas ingresar al Partido. Sus miembros ya no creen en el Partido y en el comunismo, y su existencia no se justifica de ningún modo. Lo que queda del Partido Comunista es una cáscara vacía, sin el contenido que proclaman sus orígenes.

El objetivo de esta lucha a largo plazo ¿fue que los miembros del PCCh no cayeran en la corrupción? No. Después de cincuenta y cinco años de gobierno, la corrupción, la malversación, la conducta ilegal y los actos que perjudican al país y al pueblo son una constante en los funcionarios del Partido. En los últimos años, de los 20 millones de funcionarios del Partido Comunista chino, 8 millones han sido juzgados y castigados por delitos de corrupción. Todos los años, alrededor de un millón de ciudadanos se quejan ante las autoridades por funcionarios corruptos no investigados. De enero a septiembre de 2004, la Oficina de Cambio de Divisas china investigó casos de liquidación ilegal de cambio de divisas en 35 bancos y 41 compañías, y encontró que US$ 120 millones se generaron en transacciones ilegales. Según estadísticas de los últimos años, más de 4000 funcionarios del PCCh se fugaron del país con dinero malversado, por fondos que ascienden a cientos de millones de dólares estadounidenses.

Entonces, ¿era la intención de las luchas mejorar la formación y la conciencia de la gente así como mantener su interés en los asuntos nacionales? La respuesta es otro categórico “no”. En la China de hoy, la búsqueda materialista es feroz, y los corazones carecen de la tradicional virtud de la honestidad. Engañar a familiares y estafar a amigos se convirtió en un episodio común para la gente. Muchos chinos no quieren saber nada sobre cuestiones importantes como derechos humanos o la persecución de Falun Gong, y si saben, prefieren no decir nada. Guardarse los pensamientos propios y no decir la verdad se volvió una habilidad esencial para la supervivencia en China. Por otro lado, el PCCh estimula el sentimiento nacionalista del pueblo en ocasiones determinadas. Por ejemplo, el gobierno organizó manifestaciones donde los chinos arrojaron piedras contra la embajada de Estados Unidos y quemaron banderas de ese país. El pueblo chino es tratado como una masa obediente o como un grupo violento, pero nunca como ciudadanos con derechos humanos. La cultivación cultural es la base para elevar la conciencia de la gente. En los miles de años de la historia china, el Dao (camino) de Confucio y Mencio sirvió para establecer la base del comportamiento y del orden social. “Si se abandonan estos principios, la gente no tendrá leyes para guiarse y para distinguir el bien del mal, y perderá su dirección… el Dao será destruido”.8

El objetivo de la lucha de clases del PCCh es mantener un estado de caos permanente, en el cual puede afirmarse como el único partido y la única religión de China, y usar la ideología del Partido para controlar al pueblo. Las instituciones gubernamentales, las fuerzas armadas y los medios de comunicación son herramientas que usa el PCCh para ejercer su dictadura violenta. Como consecuencia del daño que el comunismo causó a China, el Partido está al filo de la muerte, y su colapso es inevitable.

Hay quienes tienen miedo de que el país entre en caos si cae el PCCh. Se preocupan por quién ocupará el papel del PCCh para gobernar a China. En los 5000 años de la historia china, los cincuenta y cinco del PCCh son como una nube fugaz. De cualquier manera, y por desgracia, durante este corto lapso histórico, el PCCh barrió con las creencias y valores tradicionales chinos; hizo desaparecer las estructuras sociales y los principios morales afianzados; convirtió el cuidado y amor entre la gente en lucha y odio, y reemplazó la reverencia al cielo, la tierra y la naturaleza por la creencia arrogante de que “el ser humano debe vencer definitivamente al cielo”. Esta destrucción continua provocó un derrumbe de los sistemas social, moral y ecológico, con la consecuente crisis profunda para el pueblo chino.

En la historia china, todos los líderes benevolentes consideraron que amar, alimentar y educar al pueblo eran las obligaciones del gobierno. La naturaleza humana aspira a la bondad, y el gobierno tiene la responsabilidad de hacer posible esta cualidad innata. Mencio dijo: “Éste es el camino del pueblo: quienes posean medios de sustento constantes tendrán corazones constantes, mientras que aquellos sin medios de sustento constantes carecerán de corazones constantes”. La educación sin prosperidad no es efectiva; los tiranos que no amaron al pueblo y mataron inocentes recibieron el desprecio de la nación.

En los 5000 años de historia china, ha habido muchos líderes benevolentes afables como, en épocas antiguas, el emperador Yao y el emperador Shun; los emperadores Wen y Wu, de la dinastía Zhou; los emperadores Wen Jing, de la dinastía Han; el emperador Tang Taizong, de la dinastía Tang, y los emperadores Kangxi y Qianlong, de la dinastía Qing. La prosperidad que se vivió en esas dinastías fue resultado de “tomar el camino del Dao celestial”, “seguir la doctrina del justo medio” y “buscar la paz y la estabilidad”. Las características de un líder bondadoso residen en emplear a gente virtuosa y capaz, estar abiertos a opiniones diferentes, fomentar la justicia y la paz, y dar a la gente lo que necesita. De esta manera, los ciudadanos obedecerán las leyes, mantendrán un sentido del decoro, vivirán felices y trabajarán con eficiencia.

Echando un vistazo a los procesos mundiales, solemos preguntarnos qué determina que un Estado prospere o desaparezca, si bien sabemos que existen motivos para el florecimiento y la caída de una nación. Cuando el PCCh no esté en el poder, podremos esperar que la paz y la armonía retornen a China. La gente volverá a ser honesta y sincera, benevolente, modesta y tolerante, el país volverá a ocuparse de sus necesidades básicas y todas las profesiones verán la prosperidad.

Notas

1 De los “Anales de comidas y productos básicos”, en “Historia de la antigua dinastía Han (Han Shu)”.
2 Qian Bocheng, “Cultura oriental”, cuarta edición, 2000.
3 Gao Gang y Rao Shushi eran miembros del Comité Central. Después de un intento fallido por alcanzar mayor poder en 1954, se los acusó de tramar la división del PCCh y se los expulsó del Partido. Hu Feng, erudito y crítico literario, se opuso a la política de literatura doctrinaria del PCCh. Fue expulsado del Partido en 1955 y sentenciado a catorce años de prisión.
4 “Tirar de las trenzas” significa ser quisquilloso con los defectos de alguien; “golpear con un bate”, castigar mental o físicamente, y “colocar sombreros”, poner una etiqueta negativa.
5 Peng Dehuai (1898-1974): general y líder político del comunismo chino. Peng fue comandante en jefe durante la Guerra de Corea, viceprimer ministro del Consejo de Estado, miembro de la Oficina Política y ministro de Defensa entre 1954 y 1959. Fue echado de sus funciones por discrepar con los lineamientos izquierdistas de Mao en el Plenario de Lushan de 1959.
6 Zho Gao (fecha de nacimiento desconocida-210 a. C.): jefe eunuco durante la dinastía Qin. En 210 a. C., luego de la muerte del emperador Qin Shi Huang, Zhao Gao, el primer ministro Li Si y el segundo hijo del emperador, Hu Hai, fraguaron dos deseos del emperador y convirtieron a Hu Hai en emperador, y luego le ordenaron suicidarse al príncipe coronado Fu Su. Con el tiempo, surgieron los conflictos entre Zhao Gao y Hu Hai. Zhao llevó un ciervo a la corte real y dijo que era un caballo. Sólo un puñado de funcionarios se atrevió a contradecirlo y afirmaron que era un ciervo. Zhao Gao consideró que esos funcionarios estaban en su contra y los echó del gobierno.
7 La Masacre de Daxing ocurrió en agosto de 1966 durante el cambio de liderazgo del PCCh en Beijing. En ese momento, Xie Fuzhi, ministro de Seguridad Pública, dio un discurso en una reunión de la Dirección de Seguridad Pública de Beijing donde alentaba a no intervenir con las acciones de las Guardias Rojas contra las “cinco clases negras”. Pronto se envió este discurso a una reunión del Comité Permanente de la Dirección de Seguridad Pública de Daxin. Luego de la reunión, este organismo ideó un plan para incitar a las masas del condado de Daxin a matar a las “cinco clases negras”.
8 De Kang Youwei, “Compilación de escritos políticos”, 1981, Zhonghua Zhuju.

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