Se estima que en las últimas dos décadas, el régimen comunista chino ha estado sustrayendo los órganos de prisioneros políticos y religiosos mientras estos todavía estaban con vida. En las primeras etapas, los investigadores creen que el objetivo fueron los uigures musulmanes; luego fueron los practicantes del grupo espiritual Falun Gong, quienes se volvieron la principal fuente de trasplantes con órganos ilícitos en China.
Los investigadores estiman que desde poco después de 1999, cuando el Partido Comunista lanzó su campaña para destruir a Falun Gong, decenas de miles de personas han sido asesinadas para que sus órganos fueran vendidos a clientes tanto chinos como extranjeros.
Aunque el crimen de la sustracción de órganos ha estado ganando atención mundial desde mediados de la década del 2000, el régimen chino mantiene un gran hermetismo sobre toda información acerca de éste.
A pesar de ello, una petición que circuló en China continental condenando la sustracción de órganos ha acumulado más de 50.000 firmas, según indicó Minghui.org, un sitio web que documenta la persecución a Falun Gong. Recientemente, más de 5.000 personas firmaron la petición en Hebei, una populosa provincia al norte de China que rodea Beijing.
En los 16 años de la sistemática persecución contra Falun Gong, el régimen chino ha utilizado su aparato estatal de propaganda para difamar a la disciplina espiritual con raíces en la Escuela Buda. Fuera del ojo público, los organismos de seguridad pública y judicial han detenido, arrestado, sentenciado y lavado el cerebro a los practicantes de Falun Gong.
El informe de Minghui incluye varios comentarios anónimos de las personas que firmaron la petición en Hebei. Debido a las dificultades para obtener información precisa o detallada de China continental, y para salvaguardar la seguridad de dichas personas, sus nombres y localidad por lo general son omitidos.
“Pienso que [la sustracción de órganos] es peor que el fascismo”, dijo uno de los firmantes. “Como ciudadano chino con conciencia, lo encuentro extremadamente condenable”.
“El Partido Comunista Chino va más allá del mal para sustraer los órganos de practicantes de Falun Gong vivos. No tiene límite moral”, dijo otro.
Un practicante de Falun Gong que juntaba firmas para la petición relató un episodio que ocurrió con un grupo de personas cuando estas vieron la petición y el folleto informativo.
“No me atrevo a firmar”, le dijo un hombre. Inmediatamente, otro lo increpó: “¿A qué te refieres con que ‘no te atreves’? Esto expone los malvados actos del Partido Comunista y ayuda a detener la persecución de personas buenas. Yo no tengo miedo”. El hombre luego firmó la petición y, como es costumbre en China, dejó su huella digital marcada con tinta roja.
Fuera de China, más de un millón y medio de personas en 53 países firmaron peticiones similares a fines de 2013.
Una anciana analfabeta, después de escuchar las explicaciones sobre la sustracción de órganos y ver las ilustraciones en el folleto, dijo: “¡El Partido Comunista es completamente malvado! ¡Mira lo que le hacen a gente viva, que todavía respira! ¡Yo firmo!”
Al percatarse de que ella no sabía escribir, la practicante que juntaba firmas se ofreció a escribir su nombre por ella.
Un cuadro del Partido ya retirado leyó atentamente el panfleto y el formulario de la petición, y luego rápidamente firmó y dejó su huella digital.
“El Partido Comunista Chino es la raíz de la desgracia, es la fuente de toda la miseria de nuestra nación. Sólo al renunciar al malvado Partido y expulsar al espectro de Marx y Lenin podrá China y su pueblo tener esperanzas de un futuro brillante”, dijo el hombre.
La sustracción de órganos de practicantes de Falun Gong detenidos comenzó en el año 2000, según varios investigadores. Entre ellos, el abogado canadiense de derechos humanos David Matas y el ex Miembro del Parlamento canadiense David Kilgour, quienes publicaron su primer informe de investigación en 2006, donde usaron 52 formas de evidencia para documentar el crimen de la sustracción de órganos en China continental.
Ethan Gutmann, periodista estadounidense, escribió un libro titulado “La Matanza”, que incluye años de investigación y entrevistas sobre la práctica y las víctimas de la sustracción de órganos en China.
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