Una estatua dorada, de 36 metros de altura y casi terminada, mostraba a Mao Zedong sentado con las manos en su regazo sobre un trono de alambres, en medio de un campo estéril de la China central. Pero el Mao gigante sólo sobrevivió dos días después de que su existencia fuera revelada en la prensa occidental –y fuente de bromas en la Internet china.
Los equipos de demolición comenzaron a derribar la estatua del condado de Tongxu, provincia de Henan, en la mañana del 7 de enero, informó The New York Times. Para el viernes, la estatua de 3 millones de yuanes (U$S 465.000) del ex dictador y líder del régimen chino –financiada y construida bajo el auspicio de un empresario local y prominente cuadro del Partido en el condado– ya había sido demolida.
El Partido Comunista Chino (PCCh) siempre se ha esforzado por conmemorar a Mao Zedong, su líder más prominente y problemático a la vez. A pesar de que la imagen de Mao se ha convertido en un ícono kitsch –su rostro está en todo tipo de souvenirs– la erección e inmediata demolición del Mao dorado en Henan está lleno de significado simbólico, indican los expertos.
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Según el vocero estatal Diario del Pueblo, las autoridades locales dijeron que la estatua fue demolida porque su construcción “no estaba registrada ni revisada”. Pero “la frase es meramente un juego de palabras usado para ponerle un marco ‘legal’ a lo que sea que quiera alguien con poder dentro del PCCh”, escribió Perry Link en un email a La Gran Época, profesor emérito de Estudios de Asia Oriental en la Universidad de Princeton y observador de China.
Link agregó: “En general, el dilema del Partido Comunista sobre cómo manejar el legado de Mao es este: si lo abandonas, afectarás la base del poder del PCCh; si le das mucha importancia, provocarás que se reexamine lo que hizo, lo cual incluye algunas cosas realmente feas”.
Por el otro lado, el Partido le da crédito a Mao por derrocar al Partido Nacionalista Chino y expulsar a los intereses occidentales del país.
Pero el Partido no puede defender adecuadamente el impacto de las desastrosas campañas de Mao: la provincia de Henan, donde estaba la estatua gigante de Mao, fue una de las zonas más afectadas en la hambruna que azotó China durante el Gran Salto Adelante entre 1959 y 1962; luego, la Revolución Cultural destruyó durante una década la cultura tradicional china y causó la muerte de decenas de millones de chinos.
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A pesar de los intentos del Partido por evaluar de manera más moderada a Mao –es famosa la frase de Deng Xiaoping, ex líder del Partido, que en 1982 definió a Mao como “siete partes buenas, tres partes malas”– desde fines de los 80 a principios de los 90 surgió un culto a la imagen de Mao, cuando el Partido promovió a revolucionarios del pasado para fortalecer su legitimidad, la cual se había visto afectada durante las reformas de apertura de China. Una segunda “fiebre por Mao” surgió en los últimos años cuando el incremento en la desigualdad de ingresos llevó a que algunas personas adoraran los ideales socialistas de Mao.
Aun así, la construcción y rápida destrucción de la estatua dorada de Mao habría sido imposible luego de la muerte del ex dictador y hasta los años 90, ya que el Partido todavía era susceptible a los tributos monumentales, afirmó Chen Kuide, editor en jefe de la revista china online China en Perspectiva.
Entonces, “incluso si alguien encontraba la manera de erigir la estatua, ésta se derribaría en secreto y sin ningún anuncio”, dijo Chen en entrevista telefónica.
“Quizás la demolición de una estatua de Mao tan grande marca un punto de inflexión en la postura de las autoridades chinas sobre Mao”, agregó.
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