Un equipo internacional de científicos que recientemente estudió el genoma de la cebada silvestre y de los cultivos actuales, destacó los rasgos originales como potenciales para perpetuar y mejorar las actuales especies, informó la Universidad de Adelaide el 31 de julio.
Hoy la cebada es el cuarto cereal más importante del mundo, tanto en el área de cultivo cómo en la cantidad de producción. De hecho, retrocediendo en el tiempo, el profesor Geoff Fincher, del Centro de Investigaciones Australian Research Council (ARC) y de la Escuela de Agricultura de la universidad, destacó que «fue uno de los primeros cultivos, mucho antes del trigo».
Fincher, explicó que un cambio natural de dos genes en la cebada silvestre ocurrido miles de años atrás en el Medio Oriente, permitió que la planta en vez de dejar caer su grano al suelo al completar cierta maduración, los dejara en su nicho, lo que permitió una recolección más fácil, sin embargo con ello perdió su cualidad de dispersar naturalmente las semillas para mantener su supervivencia, relegando esto a los agricultores.
El equipo de investigadores detectó que los genes, BTR1 y Btr2, son los que están involucrados en la dispersión de grano. El análisis del ADN a su vez permitió trazar que estos genes mutaron en manera independiente. “En primer lugar en la zona de Levante, all sur (Israel moderno) hace unos 10.000 años, y más tarde en la zona de Levante norte (al noroeste de la moderna Siria y al sureste de Turquía)”.
Cuando se produjo el cambio molecular y genético que significó que los granos maduros permanezcan unidos a la cabeza por una diferencia de grosor en las paredes celulares, los «agricultores antiguos reconocieron que ahora podían cosechar todos los granos, al mismo tiempo», dijo el profesor Fincher.
La selección de esta especie permitió a los agricultores crecer sustancialmente en extensión de cultivos, con menos mano de obra y más sencilla.
Sin embargo el estudio dirigido por el profesor Takao Komatsuda del Instituto Nacional de Ciencias Agricultura biológica, y del Instituto de Ciencia Vegetal de la Universidad de Okayama en Japón, reconoció las bondades genéticas de la especie silvestre, y propone utilizarlas en los nuevos cultivos, de los que hay una gran variedad genética.
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