Las autoridades de trasplantes de órganos de China parecen estar aprendiendo del libro de relaciones públicas del candidato a presidente de EE. UU., Donald Trump. Si tropiezas, finge que no pasó nada.
Al menos, esta parecería ser la posible explicación para sustituir la pregunta número 49 en las «Preguntas más frecuentes» del sitio web de la Fundación para el Desarrollo de Trasplante de Órganos de China, una agencia ligada al estado que promueve la donación voluntaria.
A comienzos de agosto, la pregunta era: «¿Pueden los prisioneros encarcelados solicitar la donación de sus órganos después de morir?»
Y la respuesta: «Siempre y cuando cumplan los requisitos básicos de la donación de órganos, que la función de los órganos sea normal, que sea voluntaria y que no haya compensación, los prisioneros pueden también donar sus órganos».
La mera existencia de la pregunta y la respuesta era una rara contradicción pública a la política declarada oficialmente por parte de las autoridades chinas sobre la reforma de trasplante de órganos. Fue notada primero por un artículo de la American Journal of Transplantation del mes pasado. Los autores agregaron que tenía el efecto de «lograr que la fuerza en la práctica haga cualquier cambio cuestionable».
El portavoz de trasplantes de órganos chino, Huang Jiefu, ha venido prometiendo desde diciembre de 2014 que ya no se usarían órganos de prisioneros condenados a pena de muerte.
No queda claro por qué una pregunta en un sitio semioficial propio de China, que pertenece a la fundación que Huang dirige, contradecía de plano sus propias promesas.
Pero parece que la respuesta a esa pregunta quedará ahora como un misterio. En algún momento de agosto, luego que La Gran Época en inglés hiciera notar la aberrante página a varios doctores chinos y occidentales, fue remplazada.
«¿Será informada ampliamente por la prensa la información de las donaciones?», es la nueva pregunta. (‘No’ es la respuesta).
Aún así, queda sin responder si los prisioneros sentenciados a la pena de muerte son usados como donantes de órganos. Después de todo, China no ha aprobado ninguna nueva ley que prohíba el uso de órganos de prisioneros ni ha rescindido de las regulaciones de 1984 que les dieron la primera apertura legal para su uso.
Un email enviado a la fundación pidiendo un comentario no fue respondido inmediatamente.
No haber cumplido con los cambios prometidos hizo que la comunidad internacional de trasplante no quiera endosar el sistema chino, y provocó regaños públicos del ex jefe de la Sociedad de Trasplante en una gran conferencia en Hong Kong el pasado mes.
Mientras tanto, la atención continúa enfocada en si la fuente primaria de órganos no ha sido todo este tiempo de prisioneros condenados a muerte, como dice China, sino prisioneros de conciencia ejecutados extrajudicialmente, principalmente de Falun Gong, una disciplina espiritual que ha sido blanco para la eliminación desde 1999.
La Cámara de Representantes de EE. UU. aprobó en junio una resolución que condena la práctica. Documentales en la materia están ganando prestigiosos premios y el asunto está tomando estado público a través de varios informes recientes del New York Times.
En ese tema, las autoridades chinas han dado incluso menos explicación que la pregunta borrada. «¡Ridículo!» fue todo lo que Huang Jiefu, el ex vice ministro de salud, pudo decir en la reciente conferencia de Hong Kong, también evitando hablar de las cientos de páginas de detallada evidencia que confirman la práctica, como afirman los investigadores.
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