Un hombre llamado Zhao se desempeñó como asistente del comisionado del condado durante la dinastía Ming (1668-44 d. C.). Un caballero con el título hereditario de general, fue injustamente encarcelado, mientras Zhao era funcionario. Zhao hizo todo lo posible por corregir esta injusticia.
Después de que el caballero recuperó su libertad se sintió en deuda pero no tenía forma de pagar el favor. Luego se le ocurrió la idea de enviar a su hija para que fuese la concubina de Zhao.
Cuando el caballero le hizo la oferta, Zhao levantó la mano y dijo: «No, no. ¡Eso no puede ser! ¡Usted es de clase hereditaria!». El caballero insistió, pero nuevamente Zhao levantó la mano e hizo un ademan: «No, no. ¡Eso no puede ser!».
Ante la insistencia de Zhao la oferta fue rechazada.
Hacia el 1618, durante el reinado de Wanli (desde 1572 hasta 1620 d. C.), Bingzhong, el hijo de Zhao, partió hacia la capital para tomar el examen imperial. Alguien se le acercó a su silla de manos transportada por sirvientes y dijo: «El campeón de la prueba será ‘¡Eso no puede ser!’». La persona repitió la misma oración varias veces.
Resultó que Zhao Bingzhong obtuvo la nota más alta en el examen imperial.
Cuando mencionó el extraño encuentro a su padre al regresar a casa, su padre le dijo: «Tiene que ver con algo que sucedió hace 20 años. Nunca se lo conté a nadie. Pero, debido a mi buena acción, fuiste bendecido por la divinidad».
Adaptado de “Valiosas reflexiones sobre la longevidad y la salud”
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