China, el verdadero enemigo interno

Por BRUCE ABRAMSON Y ROBERT B. CHERNIN
10 de febrero de 2021 3:54 PM Actualizado: 10 de febrero de 2021 3:54 PM

Opinión

El exsecretario de Estado Mike Pompeo advirtió recientemente que, si la administración Biden se equivoca en la política de Estados Unidos hacia China, nos encontraremos viviendo en un “mundo muy diferente”.

Es una formulación escalofriante, pero puntual, que los estadounidenses no pueden permitirse ignorar. China quiere cambiar el mundo de forma contraria a los intereses y valores estadounidenses. Esos cambios ya están afectando nuestra vida y nuestras libertades.

Los datos confirman la creciente influencia de China en nuestra economía y cultura. China mantiene una participación mayoritaria en más de 2400 empresas estadounidenses, incluidas algunas de las más grandes. Su alcance ahora abarca todos los sectores de las empresas estadounidenses, incluido el sector de las tecnologías de información y comunicaciones de vanguardia. Como aprendimos durante la pandemia, China controla las cadenas de suministro críticas, incluidos los alimentos y los medicamentos. Las crecientes inversiones de China en educación, entretenimiento y medios estadounidenses determinan cada vez más todo lo que oímos y aprendemos (y lo que no sabemos).

El régimen chino utiliza su política monetaria y fiscal como arma en su ataque estratégico. Sus controles de divisas manipulan las fuerzas del mercado y los precios del yuan. La industria china inunda el mundo con bienes de consumo, alimentos, medicinas, tecnología, subsidios educativos y productos de entretenimiento a precios bajos, muy frecuentemente en detrimento de nuestras industrias nacionales.

En materia de derechos humanos, China encarcela a uigures en campos de concentración, brutaliza a los practicantes del cristianismo y de Falun Gong y utiliza a los presos políticos para la sustracción de órganos. En 2020, aplastaron la libertad y la autonomía de Hong Kong y difundieron una gran desinformación sobre su papel en los orígenes del coronavirus.

Sin embargo, demasiados líderes estadounidenses parecen indiferentes. Incluso se nota indiferencia frente a la revelación de supuestos espías chinos que desarrollaron relaciones estrechas durante años con la senadora Dianne Feinstein (D-Calif.) y con el representante Eric Swalwell (D-Calif.), dos demócratas con acceso a información confidencial crítica para la seguridad nacional. Curiosamente, Swalwell fue recompensado de inmediato con un puesto renovado en el Comité de Inteligencia y fue seleccionado como uno de los encargados del impeachment.

A pesar de la creciente conciencia de que China está enfrentando a Estados Unidos por el liderazgo mundial, la amenaza que representa para nuestras libertades y forma de vida sigue sin estar clara para la mayoría de los estadounidenses. La administración Biden, como era de esperar, ve a China como un competidor, no como una amenaza real. Sin embargo, están equivocados.

A lo largo de la historia, la estructura básica de las relaciones internacionales (es decir, «el orden mundial») esencialmente ha imitado la estructura del poder o poderes dominantes. Después de la Segunda Guerra Mundial, el mundo vino a buscar ese modelo en Estados Unidos. Los países de todo el mundo celebran elecciones de forma rutinaria porque las elecciones confieren legitimidad a los regímenes. Incluso las Naciones Unidas están estructuradas como una asamblea bicameral. Los estados miembros son iguales nominalmente y los derechos humanos son un tema perpetuo de discusión, debate y diplomacia. Los enfoques basados en reglas para el comercio y para la resolución de disputas caracterizan a todas las grandes organizaciones internacionales.

Aunque muchas de esas elecciones son una farsa, la ONU es un semillero de antiamericanismo y los derechos humanos son ampliamente violados, el punto clave es que casi todo el mundo se siente obligado a rendir, al menos, un homenaje retórico a los valores estadounidenses y al sistema estadounidense.

En un mundo dominado por China, los valores y sistemas chinos asumirán el papel de referencia mundial. Los derechos humanos, las libertades civiles, el estado de derecho y el gobierno representativo se verán enormemente disminuidos y el orden mundial se trastocaría. La gobernanza nacional, incluida la nuestra, seguiría su ejemplo. Comprender esto es fundamental para proteger y preservar la libertad y la prosperidad estadounidenses.

El esquema de un Estados Unidos que, sin saberlo, pero voluntariamente, sacrifica su libertad y prosperidad para absorber esos valores ya se está volviendo claro. El progresismo estadounidense ya sigue una forma suave del modelo chino. Una oligarquía de élite ilustrada transmite hechos, creencias y valores oficiales que nadie puede cuestionar. A los que se alinean se les permite prosperar, de manera que tal alineamiento sirva a la concepción del interés público de la oligarquía. A otros se les da empleo a cambio de abrazar narrativas autorizadas y expresar gratitud por la generosidad del gobierno. Se anima a los ciudadanos a informarse unos a otros para ganarse el favor de los oligarcas locales. Aquellos considerados objetables, ya sea por su origen étnico o creencias, están siendo excluidos de la sociedad reeducada.

Un Estados Unidos sin los derechos y libertades fundamentales que siempre han definido nuestra alma nacional es un Estados Unidos fértil para una era de dominio chino. Casi todas las tendencias de la vida estadounidense contemporánea parecen dirigirse en esa dirección. Las políticas acomodaticias que ya están tomando forma dentro de la administración Biden representan una grave amenaza para el bienestar, ideales y los valores estadounidenses. Están llevando al mundo y a Estados Unidos a que se ajusten a los ideales y valores chinos en lugar de los propios.

Una cosa es explicar la amenaza que supone China para los estadounidenses de a pie o sus familias. La verdadera preocupación es que los pasos en falso que la administración Biden está dando amenazan con cambiar drásticamente al mundo. La advertencia de Pompeo es exactamente correcta. El Partido Comunista Chino (PCCh) y su alianza con el progresismo estadounidense es el verdadero enemigo interno.

Bruce Abramson y Robert B. Chernin son directores del American Center for Education and Knowledge (Centro Americano para la Educación y el Conocimiento). Abramson es autor del libro que pronto saldrá al público, «The New Civil War: Exposing Elites, Fighting Progressivism, and Restoring America» (La nueva guerra civil: Exponer a las élites, luchar contra el progresismo y restaurar Estados Unidos) (RealClear Publishing, 2021).


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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