Artículo de opinión
Ahora que el mundo está inundado de la pandemia COVID-19, el Partido Comunista Chino (PCCh) está haciendo lo que mejor sabe hacer: echar la culpa en cualquier lugar y a todos los demás, menos a quien le corresponde. La culpa de la epidemia, por supuesto, pertenece directamente al propio Partido y a nadie más.
Sin embargo, los funcionarios del gobierno chino ahora están especulando abiertamente sobre la responsabilidad de EE.UU. en el brote e incluso han acusado al ejército de EE.UU. de plantar el virus en China. Al mismo tiempo, otros funcionarios se aferran a la historia infundada del mercado de Wuhan para explicar el brote.
Diciendo una simple verdad
Las últimas palabras de la desinformación fueron pronunciadas por al menos dos altos funcionarios chinos esta semana, en respuesta a los comentarios del Consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Robert O’Brien.
O’Brien dijo que la reacción retardada y el engaño por parte del régimen chino «probablemente le costó al mundo dos meses cuando podría haber estado preparándose para el brote epidémico».
O’Brien tiene razón, por supuesto. Está bien documentado que el Partido impidió la discusión del brote que ocurrió ya en octubre de 2019, detuvo a los profesionales médicos que intentaron dar la alarma al país, censuró el tráfico de Internet sobre el mismo y retrasó el despliegue de las medidas preventivas por semanas y meses.
Todos estos fracasos del liderazgo del Partido permitieron que un brote que era eminentemente contenible, se elevara rápidamente a una epidemia nacional y finalmente a donde estamos ahora, en una pandemia mundial. Una vez más, esa línea de tiempo está documentada.
Comienza la proyección
En el plazo de un día, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Zhao Lijian, respondió a las acusaciones de O’Brien en Twitter en inglés, escribiendo:
«¿Cuándo comenzó el paciente cero en Estados Unidos? ¿Cuántas personas están infectadas? ¿Cuáles son los nombres de los hospitales? Podría ser el ejército de EE.UU. el que trajo la epidemia a Wuhan. ¡Sea transparente! ¡Haga públicos sus datos! ¡EE.UU. nos deben una explicación!» (Énfasis mío)
Una respuesta tan detallada fue sin duda ordenada y aprobada por la cúpula del Partido, que debió sentir la necesidad de responder. Además, el tono de la respuesta revela la profunda preocupación del liderazgo del Partido por el daño a su credibilidad en la mente del pueblo chino.
El pueblo chino está legítimamente enfadado con su gobierno por los graves malos tratos a los médicos, como Li Wenliang, a quien se le impidió advertir a la gente sobre el peligro del brote en los primeros días. El Dr. Li fue finalmente arrestado, obligado a firmar una confesión falsa y murió el 7 de febrero a causa de la enfermedad que, según el PCCh, no era una amenaza para el público.
La reciente censura del Partido a otro doctor, Ai Fen, que trabaja en un centro médico en Wuhan, el epicentro de la pandemia COVID-19, ha generado una nueva ola masiva de ira pública. Fen fue censurado por repetir la realidad de que el estado perdió sus oportunidades para contener el virus.
Una respuesta masiva a la censura
El pueblo chino por su parte está encontrando formas increíblemente ingeniosas de sortear la censura del Partido, incluyendo versiones anticuadas de caracteres chinos de 3000 años de antigüedad, para expresar su ira hacia las políticas estatales de demora, desviación, negación y destrucción hacia cualquiera que cuestione su autoridad o competencia.
Al mismo tiempo un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Geng Shuang, calificó a Estados Unidos de «inmoral e irresponsable» por decir que la tardía respuesta de Beijing al brote de coronavirus lo empeoró.
Los medios de comunicación estatales de China incluso han atacado a Estados Unidos en diversos frentes ideológicos, declarando que los valores y la democracia occidentales son insuficientes para luchar contra el coronavirus, que el racismo y la desigualdad de ingresos significarán un trato desigual, etc.
En un giro irónico, también Global Times de China acusó a Estados Unidos de la «politización del virus» para obtener ventajas de negociación en la guerra comercial y castigar a Huawei, así como de albergar «sentimientos antiasiáticos» y otros motivos nefastos.
Irán sugiere teorías de conspiración
No es sorprendente que, tras un brote masivo, Irán haya aumentado su propaganda a un nivel completamente nuevo.
El gobierno revolucionario de Irán está culpando a Estados Unidos de «librar una guerra biológica» contra Irán. Es una acusación bastante fuerte, que acusa a Estados Unidos de un acto de guerra biológica. ¿Por qué Teherán haría tal afirmación? La respuesta es simple: el gobierno de Irán está literalmente en el punto de mira de la infección. El brote ha diezmado a los líderes iraníes, con el 10% de los miembros del gobierno infectados o muertos.
Dada su estrecha relación con China y su evidente falta de preparación para el brote, su alta tasa de infección debería haber sido esperada. Pero la verdad no es útil para Teherán. Es mucho más fácil y útil vender teorías de conspiración.
En ese contexto, es ciertamente razonable preguntarse si el reciente ataque de las milicias apoyadas por Irán en Irak contra los soldados estadounidenses y británicos fue una reacción escenificada para desviar la atención del público iraní de la verdadera causa de la alta tasa de infección de COVID-19.
¿El ataque estaba destinado a reformular la narrativa del virus como si fuera culpa de Estados Unidos?
Eso se desconoce. Pero con las tensiones tan altas en la región, es un gesto de alto riesgo en cualquier contexto.
También tiende a pintarse al gobierno iraní en una caja de política cerrada: «¿Cuál es la respuesta adecuada?», podría preguntarse el iraní medio, «a un ataque de bioguerra contra el gobierno».
¿Tiene Teherán una respuesta a esa pregunta? ¿Están preparando a su nación para una respuesta más grande?
Aunque la propaganda tiene, por definición, la intención de desinformar y controlar la narrativa pública para apoyar al régimen gobernante, también es provocativamente peligrosa. Los mensajes incendiarios, es decir, decir una mentira tan grande que no puede ser retractada, pueden llevar a los regímenes a realizar actos de venganza artificiales para justificar sus mentiras y preservar sus posiciones en el poder. A menudo se produce una escalada, que puede llevarnos rápidamente a todos por un camino que sería mejor para todos si se evitara.
James Gorrie es un escritor y conferencista con base en el sur de California. Es el autor de «La crisis de China».
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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