China: Sobrevivientes de campos de detención en Xinjiang revelan que entre los detenidos hay chinos Han y practicantes de Falun Dafa

Por Olivia Li
07 de agosto de 2019 4:30 PM Actualizado: 07 de agosto de 2019 4:30 PM

La región de Xinjiang, en el extremo occidental de China, es hogar de muchas minorías musulmanas, entre ellas los uigures y los kazajos. Los grupos de derechos humanos estiman que alrededor de un millón de musulmanes fueron detenidos arbitrariamente en los centros de reclusión de la región, lo que se conoce como “campos de reeducación” en China.

Solo unos pocos detenidos han logrado salir de China después de haber sido liberados, lo que ofrece una oportunidad única para que el mundo exterior sepa lo que ocurre dentro de estos campos de detención.

Las autoridades chinas justifican la “reeducación» como una medida para prevenir el “extremismo” religioso y las “actividades terroristas”, y para garantizar la “unidad étnica” y la seguridad nacional. Además, estos campos fueron rebautizados recientemente como “centros de formación vocacional”, ya que China se enfrenta a continuas críticas por parte de la comunidad internacional.

Según un informe del 31 de julio de Radio Free Asia, dos sobrevivientes de diferentes centros de detención dicen haber visto a chinos de la etnia Han y practicantes de Falun Dafa en estos campos de reclusión.

Gulzira Auelkhan, una ciudadana china de origen kazajo que tiene derechos de residencia en Kazajistán, regresó a Xinjiang para visitar a sus padres el 16 de julio de 2017. Fue detenida por autoridades de la frontera china y, tres días después, enviada a un “campo de reeducación” donde permaneció recluida durante 19 meses. Luego fue enviada a una fábrica a trabajar hasta que fue liberada en octubre del año pasado. Se le dijo que el motivo de su detención y  reeducación era que no sabía hablar mandarín.

Una organización kazaja de derechos humanos presionó a las autoridades chinas para que liberaran a Gulzira. A principios de este año se le permitió salir de China y reunirse con su marido en Kazajistán. Sin embargo, sus dos hijas todavía siguen en Xinjiang.

Gulzira dijo a Radio Free Asia que tenía que usar un uniforme de campo y que fue obligada a estudiar mandarín todos los días durante su detención en el “campo de reeducación”. Dijo que todos los reclusos tenían que estudiar los discursos del líder chino Xi Jinping, la “gloria” de la iniciativa china “La Franja y la Ruta” (OBOR) y la denominada unidad étnica. Medio mes después de ser enviada al campo, le aplicaron una inyección desconocida a la fuerza. Le cortaron su largo cabello y las autoridades le explicaron que el centro de detención funcionaba como un campamento militar.

Gulzira reveló que había visto personalmente a practicantes de Falun Dafa y a chinos de la etnia Han en su centro de detención, junto con uigures, kazajos, kirguises, hui y tártaros. Ella pudo entrar en contacto con dos chinos Han, uno de ellos era joven y el otro era una persona anciana. Según el reglamento del campo, dentro de cada grupo étnico estaba prohibido que tres o más personas se reunieran para conversar.

Otro detenido, un chino de la etnia Han de la Prefectura de Altay de Xinjiang que había estado recluido en un campo de detención, compartió su experiencia personal con Radio Free Asia con la condición de mantenerse en el anonimato.

El verano pasado la policía saqueó su casa y encontró artesanías étnicas que había estado vendiendo. Lo llevaron a la estación de policía donde fue interrogado y sometido a un método de tortura llamado “banco del tigre” durante tres días y tres noches seguidas. No se le permitió dormir hasta después de las 2 de la mañana. Tan pronto como se despertaba, volvían a atarlo al banco del tigre. La policía le preguntó cómo obtuvo las artesanías étnicas y por qué había viajado al extranjero. También amenazaron con enviar a su familia al “campo de reeducación”.

Después del interrogatorio, la policía lo llevó al Hospital Popular de la ciudad de Altay, donde se le obligó a someterse a una extracción de sangre, a una ecografía abdominal y torácica, a un análisis de orina y a un electrocardiograma en nombre de un “examen médico de rutina”.

Sufrió continuas torturas durante casi un mes. Durante este período de tiempo, se desmayó varias veces y estuvo al borde de la muerte. Al final, fue trasladado de la estación de policía a un “campo de reeducación” en la ciudad de Altay.

Estuvo recluido en el campamento durante casi un año, donde conoció a más de 30 personas de la etnia Han. Reveló que entre los detenidos Han que conoció había peticionarios, creyentes religiosos y activistas de derechos. Todos habían sido obligados a someterse al examen médico y a pagar por ello.

El medio taiwanés online The Reporter expuso una historia similar. El ciudadano kazajo Yar Khali fue arrestado cuando entró en Xinjiang el 9 de noviembre de 2017. Los cargos incluían haber viajado a Kazajistán, practicar el Islam y haber descargado WhatsApp en su teléfono móvil. Aunque no se declaró culpable, estuvo recluido en el “campo de reeducación” durante más de 400 días, donde sufrió diferentes formas de tortura, como ser abofeteado, recibir golpizas y descargas eléctricas y no ser alimentado durante varios días.

Yar Khali dijo a The Reporter que su experiencia personal le ayudó a entender que estos campos no tienen nada que ver con la llamada “lucha contra el extremismo”. En cambio, es un instrumento de la dictadura utilizado para perseguir a civiles comunes.

Él también vio a practicantes de Falun Dafa, cristianos y chinos de la etnia Han entre los detenidos del campo. “Si la verdad del ‘campo de reeducación’ se da a conocer a todos, los distintos grupos étnicos se unirían para luchar contra el régimen comunista chino”, dijo Yar Khali, “porque el régimen chino está persiguiendo a cada ciudadano, a cada religión”.

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