«Los hospitales psiquiátricos se han convertido en lugares donde ganar dinero fácil», le dijo recientemente a Bitter Winter un empleado de la Agencia de Seguridad Pública de la provincia china oriental de Shandong.
El mismo proporcionó un ejemplo: si una persona presenta una petición ante el Gobierno porque su casa fue demolida para dar paso a la construcción de un nuevo edificio, los contratistas sobornan a los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley y les piden que arresten a la persona en cuestión. Por aproximadamente 600,000 yuanes (más de 85,000 dólares), la persona es encerrada en un hospital psiquiátrico por un plazo de dos años. Generalmente, el hospital recibe una parte –un tercio de la suma, por regla general– por sus servicios.
El hombre en cuestión reveló que los peticionarios y los manifestantes son tratados como una molestia por las instituciones de seguridad pública porque lleva tiempo atender sus solicitudes. Enviarlos a hospitales psiquiátricos no solo es una forma efectiva de demostrarles a sus superiores que trabajan eficazmente, sino que también es una manera fácil de ganar dinero extra.
Durante años, disidentes, denunciantes de irregularidades y otros presos de conciencia, etiquetados como «maníacos políticos», han sido encerrados en los infames hospitales chinos Ankang, siendo los mismos instituciones mentales de alta seguridad administradas de manera directa por el Ministerio de Seguridad Pública. Pero el oficial reveló que no solo los hospitales estatales, sino también las instituciones psiquiátricas privadas están involucradas en la conspiración para encarcelar a personas inocentes.
«Es inútil que estas personas continúen con sus peticiones cuando sean liberadas, ya que nadie creerá lo que dicen porque han pasado un tiempo en un hospital psiquiátrico”, explicó la fuente. “Personas que nunca padecieron problemas mentales abandonan los hospitales gravemente afectados. Algunos incluso desarrollan psicosis graves debido a la medicación que se ven obligados a tomar a diario».
Según el hombre, muchos de los que se encuentran internados en los hospitales psiquiátricos de China son disidentes, peticionarios y creyentes religiosos que nunca tuvieron problemas mentales, siendo el mismo un hecho sumamente conocido. Los que han pasado por esta terrible experiencia describen los hospitales psiquiátricos chinos como un infierno.
Bitter Winter habló con un cristiano perteneciente a una iglesia doméstica que estuvo encerrado en un manicomio en dos ocasiones por evangelizar, pasando 248 días en total en dicha institución. «El hospital ni siquiera me examinó ni me diagnosticó. Simplemente me ordenaron tomar medicamentos. Cuando me resistía, ataban mis manos y pies a la cama”, recordó el creyente.
«Les dije a esas personas que lo que estaban haciendo era ilegal, pero me ignoraron por completo», continuó el cristiano. “Continuaron obligándome a tomar pastillas. Esa fue una experiencia terrible».
El daño físico y mental causado por tal «tratamiento médico» era evidente: el hombre se sentía y actuaba de manera letárgica incluso un año y medio después de su haber sido liberado.
Una miembro de la Iglesia de Dios Todopoderoso de la provincia china central de Hunan también permaneció confinada en un hospital psiquiátrico durante 154 días a causa de su fe.
“Las palizas eran algo común. Cualquier desobediencia daba lugar a puñetazos, patadas y regaños», recordó la creyente, añadiendo que «cuando nos obligaban a tomar medicamentos, los miembros del personal portaban palos o bastones eléctricos. Si nos negábamos, nos golpeaban”.
Una vez fue testigo de cómo una joven de 20 años se resistió a tomar su medicación y seis miembros del personal comenzaron a golpearla violentamente con sus zapatos de cuero. “La agarraron fuertemente para obligarla a tomar las píldoras. La joven gritó pidiendo ayuda, pero nadie hizo nada para detener la tortura. Fue un infierno”, recordó la mujer.
“Me dijeron que, como resultado de maltratos y suministro de drogas, todos los años moría gente en el hospital psiquiátrico. Los cadáveres eran enviados al crematorio e incinerados de inmediato”, continuó la mujer. “Nadie se atrevía a pronunciar una palabra, y mucho menos a oponer resistencia por temor a ser golpeado o a recibir un período de detención más prolongado. Todos los que estaban allí parecían muertos vivientes”.
La mujer era obligada a tomar su medicación dos veces al día, y esos eran los momentos más aterradores para ella. Temiendo que afectaran su estado mental, la misma decidió fingir que había tomado las píldoras escondiéndolas sobre sus encías superiores y escupiéndolas más tarde. Su secreto fue descubierto muy pronto, por lo cual cinco miembros del personal comenzaron a suministrarle las píldoras a la fuerza.
«Sentí los efectos de la medicina esa misma noche», recordó la creyente. «Me sentí mareada y aturdida, y no podía dejar de temblar. Mi cerebro parecía estar fuera de control; no podía distinguir si era de día o de noche, ni siquiera cuando abría los ojos. Era una agonía insoportable, y solo deseaba morir».
Este artículo fue publicado originalmente en Bitter Winter, una publicación sobre libertad religiosa y derechos humanos en China.
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