Hoy es el 24° aniversario de la persecución contra la disciplina espiritual Falun Gong. Fue el 20 de julio de 1999 que el entonces líder del Partido Comunista Chino, Jiang Zemin, inició una perversa persecución contra este grupo de personas pacíficas que practican meditación.
Si usted es un lector asiduo de The Epoch Times, habrá notado que cubrimos este tema regularmente, mientras que otros medios de comunicación por lo general lo ignoran. Eso es porque entendemos su relevancia.
La historia de Falun Gong no solo es relevante debido a las cifras que implica –se estima que entre 70 millones y 100 millones de personas han sido sometidas a una persecución brutal que incluye muerte por torturas y por sustracción de órganos, proceso durante el cual se extirpan los órganos mientras la persona aún está viva.
También es relevante porque, al igual que con otras persecuciones religiosas en la historia, se trata de una batalla entre el bien y el mal, y cada persona toma una postura, de una u otra manera.
La diferencia entre ambas posturas no puede ser mayor. De un lado hay personas viviendo en base a los principios de verdad, compasión y tolerancia, que buscan ser buenas personas y mejorar su estándar moral. Se trata de un grupo que, durante décadas, se ha mantenido pacífico y resiliente ante una gran adversidad.
En el otro lado, hay un régimen comunista que rige con autoridad absoluta y no se detendrá ante nada ni nadie para mantener y expandir su poder.
Mientras que los practicantes de Falun Gong –también conocido como Falun Dafa– tanto dentro como fuera de China han usado métodos pacíficos para aclarar la verdad sobre la persecución y exponer la verdadera naturaleza del PCCh, el régimen ha utilizado su enorme aparato totalitario de seguridad y vigilancia contra ellos.
Los practicantes de Falun Gong han inspirado a otros a convertirse en mejores personas y han desarrollado métodos innovadores, como el movimiento de «Renuncia al PCCh», para informar sobre la malvada naturaleza del PCCh. Han ayudado a más de 415 millones de chinos a renunciar a su afiliación al Partido Comunista y sus organizaciones relacionadas.
Los practicantes de Falun Gong también anhelan revivir y promover la cultura tradicional con las inigualables presentaciones de Shen Yun Performing Arts, que actualmente actúa en unas 150 ciudades de todo el mundo cada año.
Mientras que el PCCh, a lo largo de su historia, ha utilizado su poder para iniciar campañas políticas como el «Gran Salto Adelante», el «movimiento antiderechista» y la «Gran Revolución Cultura Proletaria» para destruir la cultura tradicional y consolidar su poder.
Al perseguir a Falun Gong, el PCCh involucró a toda China, forzando a cada persona –desde las élites y profesionales a niños en la escuela– a tomar juramentos contra la práctica espiritual. El PCCh también aplicó contra otros grupos los métodos de persecución que desarrolló contra Falun Gong. El régimen utiliza la vigilancia digital y tecnología de censura como el «Escudo dorado» contra todos sus ciudadanos.
Al utilizar todo el aparato estatal para perseguir a Falun Gong, el PCCh ha arrojado a China a un abismo moral, reclutando a gran parte de la sociedad china para que lleve a cabo la persecución. Lo que es más, al librar una guerra contra el bien y la compasión, el PCCh incita comportamientos más degenerados e inmorales.
El PCCh no se limita a sus propio territorio. El régimen intenta activamente exportar su modelo inmoral de tecno-totalitarismo a todo el mundo. Ha utilizado su influencia, tanto política como económica, para instigar a los países a sumarse a su entorno.
La persecución contra Falun Gong ha sido un trasfondo clave de las relaciones entre EE. UU. y China en las últimas dos décadas. Mientras que el PCCh históricamente ha insistido con que Falun Gong es un tema del que no se habla, solo quizás en privado, Estados Unidos ha ido tomando una postura cada vez más directa en contra de la persecución cometida por el régimen.
El PCCh ha utilizado todo tipo de incentivos y disuasiones para que medios de comunicación, empresas y gobiernos de todo el mundo miren para el otro lado mientras continúa la persecución contra Falun Gong.
Y mientras el mundo evitaba mirar esta atrocidad, el veneno del PCCh fue penetrando cada vez más profundamente.
Ha sido implacable para concretar su objetivo de exterminar la conciencia humana y «liberar a toda la humanidad». Muchos de los males y problemas actuales en todo el mundo derivan de las maquinaciones del PCCh. Si queremos resolver estos problemas, es indispensable que la gente del mundo esté consciente de los planes del PCCh.
Hay muchos ejemplos recientes, como los intentos del PCCh de subvertir las instituciones de diversos países, su rol en el flujo del mortal fentanilo en Estados Unidos y el encubrimiento del brote del COVID-19 que facilitó la propagación de la enfermedad por todo el mundo. Aparte de estos ejemplos, se puede ver la influencia del PCCh en los regímenes y grupos de terroristas más violentos del mundo, varios de los cuales se encuentran en Latinoamérica.
Mientras que en los últimos años el mundo se ha despertado a las amenazas que representa el PCCh, los practicantes de Falun Gong han sido de los más activos en exponerlo en las últimas décadas. Si todos los países del mundo pudieran entender tan claramente al PCCh como los practicantes de Falun Gong, y se le opusieran activamente, el mundo sería muy diferente.
Esta situación obliga a cada persona a tomar una decisión: ponerse del lado del bien y la compasión, o ponerse del lado del PCCh.
Es por eso que mientras muchos medios de comunicación miran para el otro lado, The Epoch Times seguirá dándole prioridad a cubrir lo que consideramos uno de los temas vitales menos reportados de la historia reciente.
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