El encierro más duro de China hasta ahora pone a prueba su estrategia «cero-COVID»

Por Eva Fu
04 de enero de 2022 9:19 PM Actualizado: 04 de enero de 2022 9:19 PM

El primer hombre partió a pie. Durante ocho días y siete noches atravesó las montañas nevadas, caminando para calentarse en medio de los fuertes vientos y durmiendo solo cuando salía el sol, hasta que unos aldeanos que sospechaban avisaron a la policía.

El segundo se subió a una bicicleta y recorrió más de 10 horas durante la noche. Pero la policía también lo atrapó.

El tercero optó por una ruta a través del agua, saltando al río helado con la esperanza de escapar nadando, solo para terminar varado durante más de seis horas.

Obligados por las duras medidas de COVID-19 en China, algunos ciudadanos comunes, como los tres ejemplos anteriores, han recurrido a medidas desesperadas para huir de Xi’an, la ciudad en la que una severa política de confinamiento ha prohibido a 13 millones de residentes salir de sus casas.

Más conocida por ser el hogar de los Guerreros de Terracota, de 2000 años de antigüedad, la ciudad del centro-norte de China está registrando el peor recuento de COVID-19 del país en más de 21 meses. Esto supone un dolor de cabeza para el régimen de Beijing, que se esfuerza por controlar la enfermedad a solo cuatro semanas de los Juegos Olímpicos de Invierno, que Beijing ha prometido que serán «seguros y grandiosos».

Aunque el número de casos de Xi’an —más de 1700 hasta el 4 de enero— palidece en comparación con muchos países de Occidente, los expertos y los residentes han cuestionado la autenticidad de tales cifras, debido a la práctica habitual del régimen de censurar las noticias desfavorables.

China es el país más grande que aplica una política de «cero-COVID», persiguiendo tenazmente todos los casos de virus sin importar los costes emocionales o económicos.

Pero el rígido manual de Beijing para luchar contra el virus —que se basa principalmente en el rastreo de contactos, las pruebas masivas, las cuarentenas centralizadas y los duros cierres— está mostrando las tensiones en medio de la creciente frustración e ira de la población. Con el empeoramiento del brote en Xi’an, aumentan los interrogantes sobre la duración de estas estrictas medidas por COVID.

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Miembros del personal médico realizan pruebas de ácido nucleico por COVID-19 en Zhangye, en la provincia noroccidental china de Gansu, el 23 de octubre de 2021. (STR/AFP vía Getty Images)

Las dificultades por los confinamientos

Reducir las cifras de contagio a cero se ha convertido en una tarea política.

Liu Guozhong, jefe del Partido en la provincia de Shaanxi, de la que es capital Xi’an, ordenó el 1 de enero a los funcionarios locales que aprovecharan el «espíritu de guerra» y pusieran en cuarentena a todo aquel que estuviera en riesgo «sin demora». Un documento filtrado que circulaba por las redes sociales chinas mostraba que Liu había fijado el 4 de enero como la fecha que Xi’an necesita para lograr cero nuevos casos de COVID. The Epoch Times no pudo verificar la autenticidad del memorando.

Para contener el brote, Xi’an ha impuesto las medidas de cierre más estrictas del mundo desde que Wuhan se convirtió en el epicentro inicial de la pandemia.

De la noche a la mañana, miles de personas identificadas como contactos cercanos fueron trasladadas en camiones a otros condados y ciudades para ser puestas en cuarentena. Para el resto, lo más lejos que podían llegar era la puerta metálica que cerraba el complejo residencial de su barrio.

Algunos distritos fueron sometidos a un cierre más estricto, y los residentes no podían aventurarse más allá de la puerta de su casa. En algunos barrios se cortó el servicio de ascensores sin previo aviso.

En la víspera de Año Nuevo, los bomberos tuvieron que trepar por las paredes para entrar en un barrio acordonado después de que se incendiara un edificio.

El abrupto confinamiento ha provocado críticas ya que los residentes tienen dificultades para conseguir artículos de primera necesidad. El hashtag «difícil de conseguir comida en Xi’an» se convirtió rápidamente en una de las frases de mayor tendencia en Weibo, la versión china de Twitter.

Durante una reciente transmisión en vivo de una conferencia de prensa sobre el brote, los espectadores angustiados inundaron el canal con peticiones en la sección de comentarios en vivo.

«Por favor, dispongan que nuestro vecindario compre verduras». «¿Dónde está nuestra comida?». Las autoridades no tardaron en desactivar los comentarios.

El precio de los alimentos se ha disparado debido a la escasez, lo que supuestamente ha obligado a algunos a hacer trueque por una bolsa de arroz. En una captura de pantalla que se ha hecho viral, una caja de coles chinas, conocidas habitualmente por ser baratísimas, tenía un precio de 438 yuanes (unos 69 dólares).

«¿Esto es un robo?», preguntó un residente, con aparente incredulidad, en un chat de grupo en las redes sociales. «¿Estas coles están hechas de jade?».

«No pongas esa actitud si no te lo puedes permitir. Los pobres pueden morirse de hambre», fue la respuesta del trabajador de la comisión vecinal.

Para los que se saltan las normas por cualquier motivo, las consecuencias han sido rápidas y a veces sangrientas. Un video que apareció en las redes sociales el fin de semana mostraba a un hombre de camisa blanca golpeado por dos agentes de control de la pandemia por salir a escondidas a comprar bollos al vapor.

«No tengo comida», dijo el hombre a los agentes.

«¿A quién le importa si tienes comida o no?», gritó uno de los agentes uniformados mientras daba patadas y puñetazos al hombre, cuya media docena de bollos blancos se desparramó por el suelo.

Otro video en las redes sociales del día de Año Nuevo mostraba a un hombre con la cara ensangrentada. Un oficial del pueblo lo había golpeado con un ladrillo cuando el hombre intentó visitar a su abuela en un pueblo cercano por la preocupación de que le faltaran provisiones, según dijo.

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Un guardia de seguridad comprueba la información de un residente en la entrada de una zona residencial que está bajo restricciones tras un reciente brote de coronavirus en Xian, en la provincia septentrional china de Shaanxi, el 23 de diciembre de 2021. (STR/AFP vía Getty Images)

Bajo presión

Las restricciones en Xi’an siguen el mismo patrón que se ha repetido en toda China durante gran parte de los dos últimos años. El enfoque severo ha ido de la mano de una agresiva campaña de vacunación, que ha hecho que más del 85% de la población sea vacunada con vacunas fabricadas en China a partir de diciembre de 2021.

Una ciudad de Henan, provincia limítrofe con Shaanxi, ha impuesto un confinamiento similar el 3 de enero tras anunciar tres casos asintomáticos.

En Guangxi, provincia del sur de China próxima a Vietnam, los funcionarios recurrieron a la vergüenza pública para castigar a los infractores de las normas. A finales del año pasado, cuatro sospechosos de contrabando de personas desfilaron por las calles con trajes de protección contra riesgos y una pancarta con sus nombres y fotos de sus rostros, una escena que recuerda los episodios de denuncia pública de hace décadas durante la Revolución Cultural. Los hombres fueron subidos posteriormente en camiones de cerdos después de que los funcionarios enumeraran sus delitos, según declaró posteriormente un testigo a The Epoch Times.

En noviembre de 2021, un cierre repentino en Zhuanghe, ciudad del noreste de China, por un caso de COVID-19 sorprendió a un repartidor visitante. Él y su mujer acabaron quedándose en su camión y viviendo de fideos instantáneos durante todo un mes hasta que se levantó la prohibición de viajar.

Ante la proximidad de los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing, Beijing parece más decidida que nunca a seguir su curso actual.

La estrategia de «cero-COVID» sigue siendo la mejor opción para China, según Liang Wannian, uno de los principales expertos que supervisan la respuesta del país a los brotes.

Guardias de seguridad caminan en una zona que está bajo restricciones tras un reciente brote de coronavirus en la ciudad de Xi’an, provincia de Shaanxi, China, el 22 de diciembre de 2021. (STR/AFP vía Getty Images)

«En la actualidad, la clave para controlar el brote no consiste en el ‘ajuste’ sino en la ‘implementación'», declaró al medio estatal The Paper a finales de diciembre de 2021, y añadió que la rápida transmisión de la nueva variante ómicron, que es más infecciosa que la delta, significa que China necesita redoblar las medidas actuales. Las políticas actuales de China se han centrado en controlar la variante delta.

«Tengo una gran confianza en que el sistema de control de brotes de nuestro país puede hacer frente a mutaciones como ómicron», dijo.

Pero algunos se preguntan si China será capaz de controlarlo.

El 3 de enero, la consultora de riesgo político estadounidense Eurasia Group evaluó el enfoque chino de cero- COVID como el primero de los 10 principales riesgos para 2022.

«La política de cero-COVID de China fracasará», afirmó el grupo. «Mantener el país cerrado durante dos años ha hecho que sea más arriesgado volver a abrirlo».

La política no contendrá las infecciones, sino que conducirá a brotes más grandes, lo que a su vez provocará cierres más severos, afirmó.

«Esto, a su vez, provocará mayores trastornos económicos, más intervención del Estado y una población más descontenta, en desacuerdo con el mantra triunfalista de ‘China derrotó al COVID’ de los medios de comunicación estatales».

En Xi’an, algunos residentes ya hablan con una sensación de hastío.

«Prevenir el brote no es lo mismo que la guerra», dijo a The Epoch Times un residente que dio su apellido como Zheng. «No podemos utilizar medidas de guerra para tratar a las personas comunes».


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