Comentario
James Brown cantó una vez: «Este es un mundo de hombres, pero no sería nada sin una mujer o una niña». Mientras la canción continuaba, proclamaba que el hombre hizo los autos, las carreteras, los trenes, las luces eléctricas y otros inventos. Sin embargo, estaría perdido en el desierto sin una mujer o una niña.
Cuando nos quitamos las gafas de sol ideológicas, esta canción encarna profundamente la relación histórica entre hombres y mujeres.
La igualdad se considera algo absoluto en estos días. Pero por mucho que a algunas personas les duela admitirlo, esto es imposible cuando aspiramos a la igualdad de resultados. La igualdad de oportunidades es más realista, pero cuando asumimos que todos somos iguales, inevitablemente esperamos uniformidad. Aquí es donde las feministas se equivocan.
Viva la diferencia
Los hombres y las mujeres no son iguales, aunque las diferencias no significan ni mejor ni peor. Si tenemos en cuenta la canción de Brown, tal vez podamos dar valor a estas diferencias sin sentir la indignación automática que muchos sienten hoy en día. Los hombres son los constructores de civilizaciones, ellos han creado increíbles hazañas tecnológicas de ingeniería que aburrirían a todos, excepto a la mente más dedicada.
Por supuesto, siempre hay excepciones, y eso está bien porque la igualdad de oportunidades significa que el mérito, en teoría, debería ser lo primero. Pero las excepciones no hacen las reglas.
Siempre se encontrará a mujeres y niñas que disfrutan la ingeniería. Sin embargo, dadas las opciones, la mayoría prefiere a las personas sobre las cosas. Lo que esto significa es que les gusta trabajar con gente en lugar de conceptos abstractos como la ciencia, y cuando trabajan en la ciencia, normalmente son ciencias blandas como la psicología, o profesiones de atención como la medicina.
Esto tiene importancia cuando nos dicen que no hay suficientes mujeres en los campos STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) porque el sexismo impide que las mujeres entren en estas profesiones. Esta es una queja feminista clave, también una demostración de donde el feminismo se equivoca.
Tal vez las feministas podrían aprender una o dos cosas de la canción de Brown. No es que los hombres estén conspirando para mantener a las mujeres abajo. Más bien, el propósito mismo de los hombres es el amor y la protección de las mujeres. De nuevo, se aplican excepciones, pero ¿hasta dónde habríamos llegado como especie si los hombres hubieran decidido que no necesitan a las mujeres?
Del mismo modo, ¿hasta dónde habríamos llegado si las mujeres pensaran que no necesitan a los hombres?
La feminista Gloria Steinem dijo una vez que «una mujer necesita a un hombre como un pez necesita una bicicleta». No podría estar más equivocada. En realidad, los hombres y las mujeres se necesitan mutuamente. Esta es una de las relaciones más preciadas de la naturaleza, especialmente entre los seres humanos. Incluso se le podría llamar sagrada.
¿Qué hay que hacer para que las mujeres crean que los hombres las desprecian, las ofenden o incluso las odian; que los hombres prefieren a los de su propio sexo en lugar del respeto, el amor y la compañía de las mujeres? Sería un lugar deformado por las experiencias adversas que hacen que las mujeres y niñas sean vulnerables al adoctrinamiento: la niña maltratada por un pariente varón; la madre que envenena a su hija contra su padre durante un amargo divorcio; o la niña acosada por los chicos en la escuela.
Estas y otras experiencias, pueden afectar a una mujer para siempre. Algunas pueden superar esto con apoyo psicológico y desarrollo personal. Pero en una cultura de políticas de identidad, esto no se fomenta.
En esta cultura, a las mujeres y niñas les enseñan que la masculinidad es igual a privilegio y toxicidad, que los hombres impiden que las mujeres atraviesen el techo de cristal o que se conviertan en las próximas presidentas de Estados Unidos. El resultado es que las mujeres ven a los hombres como la oposición, y una sociedad que trata la masculinidad como algo patológico.
Esto no solo destruye los cimientos que hacen posible la civilización, sino que daña el ciclo de la vida en sí mismo.
Presunción de inocencia
Dejando de lado la imposibilidad de igualdad de resultados, la igualdad ante la ley es otra cuestión. Una vez más, las feministas se han equivocado en su totalidad, especialmente cuando se trata de la presunción de inocencia. Se dice que a las mujeres se les debe creer siempre, a pesar de las pruebas. Los recientes acontecimientos de 2018 han demostrado por qué esto es una locura.
En el Reino Unido, durante el reality show de celebridades «Big Brother», la concursante Roxanne Pallett recibió un golpe del hombro de su compañero Ryan Thomas durante una interacción recreativa. Posteriormente, se hizo la víctima insinuando que había sido maltratada, por lo que esta malinterpretación consternó al público. La conclusión a la que muchos llegaron fue que, si hubiera ocurrido en algún lugar donde no hubieran cámaras filmando, la vida del hombre habría terminado.
En Estados Unidos, el nombre del juez Brett Kavanaugh cayó en al suelo cuando Christine Blasey Ford lo acusó de una presunta agresión sexual que sucedió hace más de 35 años en una fiesta en su casa. Después de una audiencia y una investigación del FBI, no se encontraron pruebas creíbles ni testigos. Sin embargo, algunos creen que la ausencia de pruebas no absuelve a Kavanaugh.
Dicen que siempre debemos creerle a la víctima (Bill Clinton es una excepción), y preguntan: ¿Por qué mentiría Ford? La respuesta a esta pregunta es simple: las mujeres son humanas y los humanos pueden mentir, especialmente por razones políticas como impedir que el Presidente Trump elija un segundo miembro de la Corte Suprema.
Lo que sea que el feminismo se suponía que representaba, hoy es otra parte del ciclo perpetuo de victimización que impulsa nuestro clima político actual —la hidra multicéfala del marxismo cultural que toma muchas formas—.
Como en cualquier movimiento, el riesgo siempre consiste en que los elementos extremos se apoderen y marginen a los moderados, que finalmente se irán disgustados. Lo que las feministas y el Partido Demócrata trataron de hacerle a Kavanaugh —el juicio por los medios de comunicación y la destrucción de la presunción de inocencia— es lo que vemos bajo el control del comunismo: juicios como espectáculos en los que las protecciones legales y los derechos pasan a un segundo plano frente a las palabras de una mujer que no puede aportar ninguna prueba en contra del acusado.
¿Es tan sorprendente que esto suceda dentro del comunismo, cuando hay tantos dispuestos a desguazar nuestras protecciones legales para obtener ventajas políticas?
Cid Lazarou es un bloguero, escritor y periodista independiente del Reino Unido.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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