Si se pudiera retroceder el reloj, la familia de Jin nunca hubiera ido a Wuhan para una cirugía.
Después que las autoridades chinas impusieron el aislamiento el 24 de enero, Jin junto a su familia se quedó encerrado durante casi dos meses en su casa en la ciudad de Xiaogan, situada en la provincia central de Hubei, afectada por el coronavirus. El hombre alto y robusto de 39 años, era un hijo filial y un orgulloso padre de un niño de 12 años, el pilar de la familia. En ese tiempo cumplió obedientemente las medidas de cuarentena, con la esperanza de poder reiniciar su negocio una vez que la crisis del virus hubiera terminado.
Así procedía hasta que un tumor cerebral puso todo en espera.
El 12 de marzo, sintió de pronto una lentitud en sus piernas. Lo mencionó brevemente a su familia, pensando que su cuerpo se había vuelto un poco rígido bajo el forzado estilo de vida sedentario.
En pocos días, su pierna izquierda se entumeció. Los médicos locales le dijeron que era necesaria y urgente una cirugía, pero que sería demasiado complicada para los hospitales locales. Las células cancerosas hicieron una rápida progresión en su cerebro, presionando la parte del sistema nervioso que coordinaba el movimiento muscular.
El 21 de marzo Jin no podía mover ni su brazo ni su pierna izquierda. Dos días después, cuando una ambulancia llegó y lo llevó al Hospital General de Hubei en la ciudad vecina de Wuhan, el entumecimiento se había extendido a la mitad de su cuerpo. Ya no podía mover los dedos.
El gobierno de Wuhan, la capital de la provincia y epicentro del brote en el país, declararon la victoria sobre el virus después de días de reportar pocos o ningún caso nuevo.
Los medios de comunicación estatales estuvieron informando de una fuerte caída en el recuento de la infección desde marzo, con el cierre de hospitales improvisados y el alta de un gran número de pacientes. Li Lanjuan, miembro del equipo de expertos de Beijing en Wuhan, quien había estado trabajando en el Hospital General hasta el 31 de marzo, afirmó que el número de pacientes con coronavirus en toda la ciudad habían disminuido a menos de 1500.
La experiencia de Jin en la sala de emergencias tan solo unos días antes de los informes presentaba un panorama muy diferente.
Jiang, la esposa de Jin, dijo que el hospital estaba desbordado de pacientes, tantos que llenaban el pasillo y la sala de emergencias. Fila tras fila, las camas de hospital estaban colocadas muy juntas, sin nada en medio para separar a los enfermos. No quedaba espacio sin utilizar, salvo un pequeño pasillo alrededor del escritorio de la recepcionista.
Al ver el gran número de pacientes, Jiang sintió un repentino escalofrío. «Nunca imaginamos que Wuhan sería así», dijo a The Epoch Times el 1 de abril.
Los números de Wuhan
El 31 de marzo, el experto chino, Li, afirmó que la «gloriosa lucha» contra el virus «había dado sus frutos» y salió de Wuhan en medio de una ceremonia de flores y banderas. Luego declaró al diario oficial de Changjiang que la ciudad y el país en general se habían vuelto «seguros» y listos para «volver a la vida normal».
Sin embargo, los informes internos y las advertencias de los gobiernos locales sobre la situación en el terreno lo traicionaban.
El 3 de abril, cinco días antes de que Wuhan reabriera la ciudad de un cuarentena de dos meses, la agencia de la ciudad a cargo de la respuesta al brote emitió un anuncio pidiendo a los funcionarios del distrito que reforzaran la gestión del cierre.
«Para cada persona que entre y salga de los recintos del vecindario, asegúrense de preguntar su identidad, anotar su información, comprobar su temperatura y hacerles llevar máscaras», decía el anuncio. Subrayando que la lucha contra el virus era un esfuerzo a largo plazo, la agencia advirtió contra una «disminución de la conciencia de prevención» y pidió a los residentes que evitaran salir a menos que fuera un viaje esencial.
Los informes internos obtenidos por The Epoch Times mostraron que Wuhan había analizado más de 16,000 muestras de pacientes el 14 de marzo, y de estos 373 dieron positivo. Las autoridades en cambio solo registraron públicamente cuatro infecciones ese día.
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Una noche en la sala de emergencias
Antes que Jin fuera transferido al Hospital General, se le practicó un test de diagnóstico del virus y dio negativo.
Jin y su esposa llegaron a las instalaciones a la 1 p.m. el 23 de marzo. Solo después de más de 27 horas en una habitación llena de otros pacientes, a las 4 p.m. del día siguiente fueron transferidos a un cuarto de reserva. Ambos pensaron que era un paso más cerca de asegurar una cirugía.
Jiang recordó que mientras a Jin le ponían un goteo intravenoso, se sintió ansiosa al ver que un paciente anciano en la cama adyacente era uno de los pocos en la habitación que se encontraba sin máscara.
Poco después se enteró que un médico que trabajaba en la sala de espera dio positivo el día antes de que ella y su marido llegaran.
Por la noche el hospital tomó las muestras de Jin con un hisopo nasal como medida de rutina para examinar a todos los pacientes. El resultado fue positivo.
Jiang no está segura cómo Jin contrajo el virus, pero dijo que probablemente sucedió mientras esperaba en la sala de emergencias, ya que dio negativo antes de llegar a Wuhan.
Más tarde ese día comprobó el recuento oficial de nuevos casos con coronavirus en Wuhan: era cero.
«Esperando la muerte»
Casi inmediatamente, la pareja fue puesta en aislamiento, él en una habitación designada del hospital, ella y su primo en un hotel de cuarentena.
Jin se sometería a 14 días de cuarentena y probablemente a otra semana de observación médica, antes de que pudiera ser programado para cirugía, si un hospital podía acogerlo.
«Todos los hospitales están llenos, las enfermeras están al máximo y nadie desea ver más pacientes», dijeron a Jiang los familiares que trabajan en el campo médico de Wuhan. El caso de Jin también requiere una cirugía sofisticada que conlleva graves riesgos de complicaciones. Hasta ahora, solo un hospital, el Central de Wuhan, aceptó evaluarlo, aunque el centro ha pospuesto la fecha una y otra vez.
Jiang sintió una creciente sensación de temor.
«Mi marido acaba de llamarme. Dijo que si los hospitales continúan así no está seguro de poder aguantar mucho más tiempo», expresó Jiang. «Aunque estoy sana, estar en este hotel no es diferente a esperar la muerte», añadió.
El tumor de Jin se había extendido desde entonces. El 31 de marzo, en los últimos escáneres cerebrales el doctor encontró una ruptura menor del tumor y una hemorragia.
«Realmente no hubiera pensado que una noche de estancia aquí resultaría así», dijo Jiang, manifestando que a ella «casi se le han acabado las lágrimas».
Le dolía la cabeza de tanto llorar. También le dolía la nariz.
La esposa aún está esperando los resultados de su propio diagnóstico. Nunca dijo una palabra sobre su situación a sus padres; ambos habían sufrido derrames cerebrales antes y ya estaban cerca de un colapso mental después de enterarse del cáncer de Jin. Su marido, relató, había tenido una dura educación, en la que su padre murió prematuramente y su madre lo crió a él y a su hermana sin ayuda, trabajando diariamente en los campos de trigo.
«Les dijimos que todavía estamos esperando [la cirugía]», dijo.
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