La extensa red de radio que el cortafuegos chino no puede detener

Por Eva Fu
01 de febrero de 2024 4:49 PM Actualizado: 02 de febrero de 2024 4:01 AM

Encerrado en una prisión china abarrotada, el abogado ciego Chen Guancheng escondió de los guardias su posesión más preciada dentro una pequeña caja de leche: una radio de onda corta de bolsillo.

Durante tres años, Chen esperó con impaciencia las horas que sucedían al toque de queda. Con la cabeza envuelta en una manta y la antena metálica de la radio orientada en paralelo a su cuerpo, se quedaba quieto mientras el aparato que vibraba bajo su oreja daba vida a un mundo fuera de los muros de la prisión. Peticionarios, manifestantes, violaciones de los derechos humanos, un movimiento popular para romper lazos con el Partido Comunista Chino (PCCh)… en esa vocecita susurrante, lo podía ver todo. Era libre.

En la década transcurrida desde que Chen escapó a Estados Unidos, la oferta de emisoras occidentales para chinos ávidos de información como él se ha reducido considerablemente.

Las grandes cadenas de radio —BBC, Deutsche Welle, Voice of America— han reducido sus servicios en China o han trasladado sus programas a Internet. Mientras tanto, el «Gran Cortafuegos», el aparato de censura del régimen destinado a aislar digitalmente a China, parece crecer día a día.

En contra de esta tendencia está la cadena de radio Sound of Hope, gestionada mayoritariamente por voluntarios, cuyos segmentos de las 10 de la noche y de medianoche mantuvieron informado al Sr. Chen sobre la actualidad china durante sus años en prisión.

La empresa cuenta ahora con una de las mayores redes de radio de onda corta de China, con unas 120 emisoras que emiten señales a China 24 horas al día, 7 días a la semana.

Allen Zeng, cofundador y director ejecutivo de Sound of Hope, considera que la onda corta es la respuesta al bloqueo informativo del régimen.

Allen Zeng, cofundador y director general de Sound of Hope. (Jennifer Zeng/The Epoch Times)

«Pueden apagar Internet, llevar a cabo la matanza, limpiar la sangre y volver a encenderlo», declaró a The Epoch Times, aludiendo a la costumbre iraní de bloquear Internet durante las protestas nacionales.

Con la radio de onda corta, sin embargo, «no pueden apagarla», dijo Zeng.

«Es como la lluvia que cae del cielo: no tienen forma de impedirlo».

Una voz en la que confiar

En 2004, Zeng, entonces ingeniero de Silicon Valley, emprendió un viaje insólito.

En China, se había puesto en marcha una campaña nacional masiva dirigida prácticamente a uno de cada 13 chinos que viven según verdad, benevolencia  y tolerancia, los tres principios del grupo religioso Falun Gong.

Las historias que llegaban de China sobre encarcelamientos arbitrarios, trabajo en condiciones de esclavitud, uso de fármacos psiquiátricos y abusos sexuales eran tan repugnantes que el Sr. Zeng y un equipo de expatriados chinos con ideas afines sintieron que ya no podían quedarse de brazos cruzados.

(D) Policías vestidos de civil observan cómo un oficial de policía chino lleva a la fuerza a una practicante de Falun Gong a una camioneta policial, el 11 de mayo de 2000, en la plaza Tiananmen, en Beijing. (Stephen Shaver/AFP vía Getty Images) (I) Dos policías de civil detienen a un practicante de Falun Gong en la plaza de Tiananmen de Beijing el 31 de diciembre de 2000. (Minghui.org)

«Teníamos que hacer algo al respecto. Teníamos que detener la matanza», dijo.

Lo primero que le vino a la mente fue la radio de onda corta que había sido un artículo de uso doméstico en China desde la época de la Guerra Fría y a la que, en 1989, el Sr. Zeng y otros estudiantes universitarios recurrieron para obtener información cuando las autoridades pasaron sus tanques por encima de los manifestantes partidarios de la democracia en la plaza de Tiananmen.

«Porque no se podía confiar en nada más», dijo.

Con poco presupuesto y escasos conocimientos técnicos, el equipo empezó con poco: alquilando una hora de emisión a la emisora nacional taiwanesa Radio Taiwán Internacional.

«Nueve comentarios sobre el Partido Comunista», una serie de editoriales que exponen la verdadera naturaleza del Partido Comunista Chino. (Ilustración de The Epoch Times)

Por aquel entonces, acababa de publicarse «Nueve comentarios sobre el Partido Comunista», una serie editorial de The Epoch Times que desentrañaba la naturaleza del régimen chino, y Sound of Hope la llevó a audio.

Fue tal el éxito en Beijing que las radios de onda corta estuvieron agotadas durante meses.

La respuesta, y las ocasionales palabras de aliento de los oyentes que consiguieron eludir la censura de Internet en China, hicieron que el equipo de Zeng siguiera adelante. Los disidentes juntaron dinero y los programas se diversificaron. Pronto se convirtieron en el mayor contratista de Radio Taiwán Internacional.

Calcular la audiencia de la cadena es difícil dada la opacidad de los datos procedentes de China.

Pero Sound of Hope llegó a ser tan influyente que llamó la atención de Beijing. El régimen chino empezó a presionar al socio taiwanés de la cadena de radio.

Finalmente, la emisora taiwanesa se echó atrás. Sound of Hope volvió al punto de partida.

«Caminando en la oscuridad»

Rendirse no estaba en el vocabulario de Zeng.

A medida que la asociación con Taiwán se deshacía, los ingenieros se apresuraron a desarrollar sus propias soluciones. Se inspiraron en las ondas de radio de los barcos pesqueros para construir su propio transmisor.

El resultado fue una minitorre situada en Taiwán y antenas orientadas hacia arriba que se desplegaban como alas. La apodaron «Gaviota».

El equipo no tenía muchas expectativas. La primera «gaviota» tenía una potencia de 100 vatios, una milésima parte del servicio de radio más pequeño que habían alquilado a la emisora taiwanesa.

«Era lo único que podíamos costear», dijo el Sr. Zeng.

La «Gaviota» nº 1 duró poco, al igual que muchas de sus sucesoras, cuyas señales fueron rápidamente bloqueadas por las autoridades chinas. Pero para el equipo fue un gran descubrimiento: Con 100 vatios, aún tenían posibilidades de ser oídos.

Estaciones de Sound of Hope cerca de China en 2014 y 2015. (Cortesía de Allen Zeng)

Siguieron creando y ajustando sus equipos con cada nueva creación.

«Era como caminar en la oscuridad: no sabíamos si habría un final para este túnel», dijo el Sr. Zeng.

Finalmente, al decimosexto intento, lograron un gran avance. La señal se abrió paso y se mantuvo estable.

El Sr. Zeng pensó que, por el momento, habían reducido toda la potencia de interferencia de China.

«Los hemos superado ampliamente», dijo. «No pueden moverse tan rápido como nosotros».

Expansión

Dejando a un lado los retos técnicos, conseguir que las estaciones funcionaran no fue tarea fácil.

El desierto, su mejor ubicación para una señal ininterrumpida, es también un refugio para animales peligrosos, desde escorpiones a serpientes. Hsieh Shih-mu, un voluntario, pisó una vez una serpiente y avistó muchas más mientras construía algunas de las primeras «gaviotas» en el extremo sur de Taiwán. A menudo, tras tambalearse de vuelta a casa en moto por la oscura carretera de montaña, se cubría de picaduras de mosquito.

Además el camino estrecho y fangoso se volvía doblemente traicionero después de la lluvia. En una ocasión, otro voluntario estuvo a punto de caerse de la colina, y lo habría hecho de no ser por las ramas de un árbol que atraparon su motocicleta. Tuvieron que llamar a una grúa para que lo subiera.

 

Mezclando hormigón, soldando metales y haciendo huecos, lo montaron todo desde cero. Si un paso salía mal, se jugaban la vida.

Incluso después de que una torre de radio estuviera en funcionamiento, las piezas envejecían y fallaban. Las interferencias de Beijing, la fauna, las inclemencias del tiempo, cualquier cosa podía interponerse. Alguien tenía que vigilar la señal constantemente, preparado para mitigar cualquier contratiempo.

«No sabíamos el impacto que estábamos teniendo, pero oímos que era algo factible, así que nos pusimos manos a la obra», dijo el Sr. Hsieh a The Epoch Times. «Y seguimos en ello».

El lugar donde Hsieh Shih-mu construyó la estación en el sur de Taiwán, el 31 de enero de 2024. La carretera está pavimentada desde 2015. (Cortesía de Hsieh Shih-mu)

Su estación, situada en lo alto de una montaña a un estrecho del continente, cubría el delta del río Perla, al sur de China, un centro manufacturero y económico clave para China.

Hoy, según una «modesta estimación», el Sr. Zeng cree que toda la red de radio llega al 60% de China y al 80% de su población, incluidos el Tíbet y Xinjiang, fuertemente vigilados.

Según el Sr. Zeng, Sound of Hope genera ingresos a través de sus operaciones en Estados Unidos, el alquiler a otras redes de radio y las donaciones.

Con 120 emisoras alrededor de China, la red de la «gaviota» es varias veces mayor que la de Voice of America y Radio Free Asia. Y eso que ambas redes reciben fondos de los contribuyentes para mantener sus operaciones, según Zeng.

Golpes

El PCCh se movilizó para atacar la infraestructura de la red de Sound of Hope en tierra, ya que era incapaz de bloquear las ondas.

Tras rastrear las señales para encontrar la ubicación de las «gaviotas», los agentes del régimen presionaron a los países anfitriones para que borraran del mapa la red de radio.

Uno de los objetivos fue la «gaviota» de Sound of Hope en el norte de Tailandia. En agosto de 2018, la policía realizó una redada en la emisora, desmanteló los equipos y se llevó todo lo que había en ella, incluso ventiladores eléctricos, según el empresario taiwanés Chiang Yun-hsin, que supervisaba las operaciones allí.

«Fue simplemente increíble», declaró a The Epoch Times.

El Sr. Chiang fue detenido en noviembre y conducido durante la noche a una comisaría de Bangkok.

Tras su detención, el Sr. Chiang se enteró por uno de los oficiales que la policía china había localizado su oficina a través de imágenes de satélite. La policía china estaba tan decidida a actuar que voló a Bangkok para exigir a sus homólogos tailandeses que desmantelaran la red. Más tarde, el fiscal contó a su abogado que la embajada china se había empeñado en que fuera a la cárcel.

«Querían darme un escarmiento», dijo Chiang.

El Sr. Chiang, que practica Falun Gong, dijo que las autoridades chinas se habían esforzado por causar una impresión negativa de él difamando su fe entre sus homólogas tailandesas. Cuando Chiang estaba meditando la primera mañana de su detención, un oficial tailandés quedó sorprendido por su actitud pacífica y se preguntó en voz alta por qué lo describían como un hombre peligroso.

Tras ser expulsado de Tailandia con una suspensión de diez años, Chiang regresó a Taiwán sin arrepentirse: estaba haciendo lo correcto.

Recordó cómo hace dos décadas, en Changchun, al noreste de China, un grupo de practicantes de Falun Gong arriesgaron sus vidas para intervenir una señal de la televisión estatal china y emitir un programa contra la propaganda de odio del Partido hacia su creencia, una acción que hizo enloquecer al régimen y llevar acabo la detención de millones de personas.

Liu Chengjun, que intervino la televisión por cable de Changchun, antes de ser torturado hasta la muerte en la prisión de Jilin. (Minghui)

Desde el otro lado del estrecho, el Sr. Chiang había leído sobre las duras torturas que acabaron con la vida de muchos practicantes en las cárceles chinas y conoció a varios que tuvieron que abandonar China para sobrevivir.

Comparado con ellos, dijo, cualquier cosa que le pasara era «trivial».

La preciada radio

El Sr. Chen, un abogado autodidacta que defendía a los pobres en China, consiguió su primera radio de onda corta en la década de 1990. Hasta 2012, cuando huyó a la embajada estadounidense y ganó su intento por la libertad en Estados Unidos, nunca dejó de tener una a su alrededor durante todo el tiempo que pudo.

Durante su reclusión domiciliaria intermitente y sus periodos en la cárcel por su defensa de los derechos humanos, el aparato fue sus ojos y oídos, permitiéndole seguir conectado al mundo.

Chen Guangcheng, abogado autodidacta que defendió a los pobres en China. (Lionel Bonaventure/AFP vía Getty Images)

Cuando las autoridades lo metieron en la cárcel por denunciar la política de abortos forzados del régimen, metió de contrabando una radio y, con el truco de la caja de leche, engañó a las cámaras omnipresentes, a los reclusos vigilantes y a los guardianes que revisaban sus objetos cada dos semanas.

Incluso con los teléfonos inteligentes y las computadoras tan generalizadas hoy en día, la tecnología de la radio sigue siendo relevante, especialmente en la China rural, dijo el Sr. Chen. Su bajo precio sigue siendo difícil de superar, al igual que su capacidad para informar, independientemente de la disponibilidad de Internet.

«Es una comunicación unidireccional, pero sigue siendo fundamental», explica a The Epoch Times. «Aunque te encierren, al menos tus pensamientos no estarán fuera de sintonía con esta sociedad».

El Sr. Chen describió Sound of Hope como «más conectado con la sociedad» por sus detallados reportajes sobre los temas sociales de China.

«Alguien tiene que vigilar el sufrimiento en esa parte del mundo y ponerlo bajo el foco internacional», dijo. «Debería haber más recursos dedicados a este ámbito».

Mientras muchos otros se retiran, Sound of Hope promete no hacerlo.

«Esto [Sound of Hope] es lo que más teme el gobierno chino», afirmó Zeng. Si no lo es, «¿por qué se esfuerzan tanto en bloquearlo, incluso hasta hoy?».


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