La fuente definitiva de la felicidad: Nuestra mente

Nuestra atención e interpretación son los factores fundamentales que deciden nuestra felicidad

Por Pelin Kesebir
03 de mayo de 2022 4:14 PM Actualizado: 03 de mayo de 2022 4:14 PM

Imagine a una persona que lo tiene “todo”: una familia amorosa, buenos amigos, salud, riqueza, poder o incluso fama. Sin embargo, a esta persona le falta una cosa: paz interior. Su mente está constantemente ocupada por emociones negativas como la ira, la ansiedad y la tristeza; no se quiere a sí misma ni confía en los demás, y tiene una visión sombría de todo. ¿Hay manera de que podamos llamar feliz a esta persona?

Este pequeño experimento mental revela el papel central que juega nuestra mente en nuestra felicidad. No importa cuán perfecto pueda parecer todo desde el exterior, la fuente de la felicidad está dentro de nuestras mentes. De hecho, décadas de investigación psicológica muestran que nuestra felicidad está determinada principalmente por la forma en que funciona nuestra mente. La excepción son aquellos que viven una vida dura, en la que luchan por satisfacer sus necesidades más básicas. Para la mayoría de nosotros, nuestra felicidad está determinada, en su mayor parte, por nuestros hábitos de pensar, sentir y percibir el mundo.

Podemos pensar en nuestra mente como una fábrica: toma lo que sucede en el mundo exterior como materia prima, lo procesa y lo convierte en diversas emociones y pensamientos. Esto significa que las mismas materias primas exactas (por ejemplo, un ascenso en el trabajo o una ruptura con la pareja) pueden ser procesadas de manera diferente por diferentes mentes. No siempre somos conscientes de los procesos de producción idiosincrásicos de nuestra fábrica y la posibilidad de convertir el mismo material en diferentes productos.

Algunos de nosotros tenemos “ajustes de fábrica” que son bastante propicios para la producción de felicidad; otros tienen ambientes predispuestos a producir infelicidad. Estos escenarios son un legado de nuestros genes y experiencias de vida. La buena noticia es que es posible reajustarlos. Con tiempo y esfuerzo dedicados, podemos cambiar los hábitos de nuestra mente y ser más felices.

Reajustando nuestra configuración

Si queremos cultivar una mente que produzca más felicidad a partir de las materias primas de la vida, primero debemos trabajar en dos hábitos de nuestra mente:

1. Nuestra atención: en qué nos enfocamos.

2. Nuestra interpretación: cómo entendemos las cosas en las que nos enfocamos.

Ahora, examinemos por qué estos dos «ajustes» son tan importantes para nuestra felicidad y cómo podemos ajustarlos para nuestro beneficio.

Felicidad y atención

Imagine que se encuentra moviéndose lentamente por una habitación a oscuras, con una linterna en la mano. Podría haber innumerables objetos en esta habitación: bonitos o feos, divertidos o aterradores, ordinarios o inusuales. A medida que se mueve por esta habitación, sus pensamientos y sentimientos estarán determinados por el lugar al que dirige la linterna y lo que es visible para usted, no por la realidad objetiva completa de la habitación. Si su linterna no ilumina la fuente de chocolate pero ilumina el esqueleto, tendrá una reacción emocional muy diferente que viceversa.

A medida que avanzamos por la vida, nuestra atención cumple la misma función que la linterna: lo que ilumina fluye hacia nuestra mente y se convierte en nuestra realidad; para lo que no alcanza a iluminar, estamos ciegos. Por lo tanto, hacia dónde dirigimos nuestra atención tiene una relación directa con nuestra felicidad. Cuando nos enfocamos momentáneamente en las cosas buenas de nuestra vida, como las acciones de un ser querido o la buena taza de café que estamos disfrutando, eso nos hace sentir mejor de inmediato, incluso si ninguna otra cosa ha cambiado en nuestra situación objetiva. Lo invito ha hacer la prueba e intentarlo. Pero también tenga en cuenta que sucede lo contrario cuando dirigimos nuestra atención a cosas negativas.

Esta idea está respaldada por estudios que vinculan las diferencias individuales de atención, con la felicidad. Las personas felices se sienten más naturalmente atraídas por los estímulos positivos y las menos felices por los negativos.

Imagine que participa en un estudio de seguimiento ocular y se le muestran varias caras con expresiones neutras. Entre todas estas caras neutrales, hay una con una expresión temerosa. Resulta que los ojos de las personas más propensas a la ansiedad son mucho más rápidos para encontrar esta imagen negativa y más lentos para desconectarse de ella.

¿Cómo cree que se desempeñaría si participara en uno de estos estudios? Si su respuesta le resulta decepcionante, debe saber que está en nuestras manos entrenar nuestra atención para orientarla hacia lo positivo. Este es un hábito mental y, como cualquier otro hábito, se establece a través de la práctica.

La práctica en este caso es simple: mirar la vida con ojos un poco más ansiosos por encontrar cosas que apreciar y gustar: los colores de las flores primaverales, su capacidad de movimiento, la alegría que da la música o la sonrisa de un ser querido. Cuanto más nos centremos en las cosas buenas de nuestra vida, más felicidad obtendremos de la vida. Incluso podemos convertir esto en un juego: cada vez que salgamos de casa, podríamos comprometernos a no regresar antes de percibir tres cosas agradables. Cada vez que hablamos con alguien, podríamos tratar de identificar al menos una buena cualidad que tenga esa persona y que podemos apreciar. Cuando nos acostamos todas las noches, podemos tomar un momento para pensar en algo bueno y útil que hayamos hecho durante el día.

Observar hacia dónde dirigimos habitualmente la linterna de nuestra atención es crucial para aumentar nuestra felicidad. Por ejemplo, ¿qué tipo de libros leemos, qué tipo de videos miramos, qué tipo de cuentas de redes sociales seguimos? Estas preguntas son importantes porque nuestras respuestas constituyen el alimento que consume nuestra mente. Lo que la desnutrición es para nuestra salud física, la desnutrición de la mente es para nuestra salud mental. Si nuestra dieta atencional contiene muchas cosas que dejan una mala sensación en nuestra alma y mente o generan pensamientos negativos sobre nosotros mismos, los demás y el mundo, entonces deberíamos reconsiderar dónde elegimos dirigir nuestra atención.

Felicidad e interpretación

Si la atención se trata de lo que miramos, la interpretación se trata de cómo entendemos las cosas que hacemos. ¿Cuál es nuestra visión general de la vida? ¿Qué significados le damos a las cosas buenas o malas que nos suceden? ¿Cómo explicamos los comportamientos de otras personas?

Si bien no sería saludable cuestionar constantemente la forma en que vemos las cosas, también es un error asumir que nuestro punto de vista es el único y más válido. La realidad a menudo no es diferente a esa ilusión óptica que muestra tanto a una mujer vieja y fea como a una mujer joven y elegante. Es completamente posible que dos personas miren lo mismo y lo perciban de manera muy diferente. Y como los psicólogos han demostrado repetidamente, nuestras emociones son más una respuesta a nuestra percepción de la situación que a su realidad objetiva.

Naturalmente, algunas situaciones de la vida (por ejemplo, la muerte o un divorcio) provocan más infelicidad que otras. Y ciertos eventos son muy difíciles, si no imposibles, de mirar desde una perspectiva positiva. Sin embargo, prácticamente cualquier cosa en la vida puede abordarse de manera que nos haga sentir mejor o peor. Una de las principales diferencias entre las personas felices y las infelices es que las personas felices perciben, interpretan y piensan sobre los mismos eventos de manera más positiva que las personas infelices.

En un estudio, se pidió a los estudiantes universitarios que escribieran un evento bueno y uno malo que habían experimentado en el último mes. Cuando un equipo independiente de jueces calificó objetivamente qué tan bueno o malo era cada uno de estos eventos, surgió un patrón interesante. Según los jueces, los estudiantes más y menos felices no mencionaron eventos muy diferentes; no era el caso, en otras palabras, no era que los estudiantes infelices estaban pasando por cosas terribles en su vida y los estudiantes felices estaban completamente despreocupados. Sin embargo, en comparación con los estudiantes felices, los estudiantes infelices aparentemente percibían los malos eventos como más negativos y los buenos como menos positivos.

Se observó el mismo patrón cuando los investigadores pidieron a los participantes que evaluaran un conjunto de escenarios hipotéticos en lugar de sus propias experiencias. Los estudiantes felices evaluaron los buenos escenarios (p. ej., «te nombraron miembro de un comité universitario importante») como más positivos que los estudiantes infelices, y los escenarios negativos (p. ej., «no cumpliste con la fecha límite de solicitud para una pasantía que querías») como menos negativos.

Las personas felices tienen claramente un sesgo positivo en sus hábitos de percibir e interpretar el mundo. Como si la vieran a través de lentes color de rosa, la vida en sus diversos aspectos se les aparece de una manera más placentera y deseable. Curiosamente, una forma de predecir la felicidad de una persona es darle una lista de cosas aleatorias (por ejemplo, bicicletas, papel tamaño carta, límites de velocidad en el tráfico, Japón) y preguntarle cuánto le gusta cada una. Las personas que expresan un mayor gusto por estos aspectos mundanos de la vida también informan ser más felices. Las personas que se ven a sí mismas de manera positiva tienen más confianza en sí mismas, las personas que ven a los demás de manera positiva tienen mejores relaciones y las personas que ven el futuro de manera más positiva son más persistentes y resistentes. La positividad activa ciclos virtuosos y deseables profecías autocumplidas.

Si queremos entrenar nuestra mente para ser más positivos, debemos desarrollar el hábito de hacernos algunas preguntas que normalmente no hacemos. Por ejemplo, ante situaciones que nos molestan, podemos preguntarnos: “¿Hay alguna manera de abordar esta situación de una manera más positiva y constructiva?”. o “¿Cómo vería esta situación una persona más optimista?”

La esencia de la positividad es encontrar valor y significado en nuestras experiencias, y si nos acordamos de buscarlos, deberíamos poder encontrarlos. A veces es una lección aprendida. A veces es una motivación renovada. A veces es la emoción de nuevas posibilidades y comienzos. A veces es la gratitud de que “podría haber sido peor”. Y a veces es la resolución de transformar nuestro sufrimiento en algo bueno y beneficioso para los demás.

Si miramos las cosas desde su lado malo o bueno es, después de todo, un hábito. Los hábitos se pueden cambiar con esfuerzo, incluso si nuestros genes y nuestro entorno no son totalmente cooperativos. Mientras sigamos practicando el tipo de optimismo mencionado aquí, el pensamiento positivo se abrirá camino en nuestro cerebro. Estos caminos evolucionarán de senderos angostos a amplios bulevares con el tiempo, y la inclinación de nuestra mente hacia la positividad inevitablemente aumentará.

Transformando nuestras mentes

Quizás más que cualquier otra cosa, los hábitos de nuestra mente determinan nuestra felicidad o infelicidad en la vida. Si constantemente encendemos la linterna de nuestra mente en las peores partes de nuestra vida, descuidando las partes buenas, o si insistimos en interpretar todo lo que nos sucede de una manera que nos desanima, simplemente no podemos ser felices.

Afortunadamente, es posible cambiar los hábitos de nuestra mente, aunque en principio no sea tan fácil. El esfuerzo que ponemos en esto bien vale la pena, porque la felicidad puede no ser fácil de encontrar dentro de nosotros mismos, pero es imposible encontrarla en algún otro lado.

Este artículo fue publicado por primera vez en la revista Radiant Life.


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