La izquierda podría estar perdiendo la guerra del aborto

Por Carol M. Swain
28 de diciembre de 2019 10:06 AM Actualizado: 28 de diciembre de 2019 1:55 PM

Comentario

Un reciente artículo del New York Times lamentaba la pérdida de control de la izquierda sobre el tema del aborto.

A pesar de reclutar mujeres para «gritar sus abortos» y de enviar activistas para invadir espacios infantiles como el canal HiHo Kids de YouTube con propaganda proaborto, una izquierda fracturada y confundida está descubriendo que la mayoría de los estadounidenses tienen un disgusto por el feo negocio del aborto.

El New York Times tiene razón al preocuparse por el creciente número de estados que han aprobado o están en proceso de aprobar nuevas leyes que restringen la abominable práctica del aborto. Informó que los estados del sur y del medio oeste han aprobado 58 restricciones al aborto. Con la Corte Suprema de EE.UU. programada para escuchar un caso de aborto en la primavera de 2020, pone en atención a los defensores de Roe v. Wade. El futuro del aborto legalizado a pedido podría estar en juego.

En este momento de la historia, nuestra nación tiene tasas de fertilidad y natalidad tan bajas que son un récord. En 2018, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, solo se registraron 3.8 millones de nacimientos. Esto representa el cuarto año de disminución de las tasas de fertilidad y natalidad. Todas las razas y etnias se vieron afectadas, pero el impacto en los estadounidenses negros fue mayor que en cualquier otro grupo. Los índices de fertilidad entre los negros están disminuyendo, y están abortando desproporcionadamente más de sus bebés no nacidos que otros grupos.

Hagamos una pausa para ver el panorama. Más de 40 años después que los históricos casos de la Corte Suprema de Roe v. Wade y Doe v. Bolton legalizaron el aborto en los 50 estados, hemos llegado a un momento especial en la historia de Estados Unidos. Es un momento en el que los estadounidenses reflexivos finalmente cuestionan la moralidad de una industria aprobada por el gobierno que gira en torno a la matanza de bebés no nacidos y la venta de sus restos fetales. Cambios sociales como estos me complacen, pero estoy perpleja por el silencio de la nación con respecto a las dimensiones raciales y partidistas del tema del aborto.

En primer lugar, debemos abordar las actitudes que han estado cambiando durante un tiempo. Tuvimos un vistazo del cambio de actitud en mayo de 2009, cuando las encuestas Gallup encontraron que la mayoría de los estadounidenses se describían a sí mismos como provida en lugar de proelección (el eufemismo políticamente correcto para el proaborto).

Reflexionemos sobre lo que provocó este cambio. ¿Fue el repentino despertar de una cultura de la vida acelerada por la elección en el 2008 del presidente Barack Obama, quien buscó expandir las leyes liberales de aborto? Tal vez sí. Bajo la influencia de Obama, los estadounidenses vieron cómo el gobierno federal cambiaba su posición respecto al financiamiento de abortos en el extranjero (política de la Ciudad de México) cuando emitió una orden ejecutiva que autorizaba el financiamiento. Otro cambio de gobierno se produjo en relación con la pérdida de las protecciones laborales para los trabajadores de la salud que tenían objeciones de conciencia por participar en procedimientos de aborto o que se veían obligados a suministrar sustancias abortivas.

A muchos de nosotros nos disgustó especialmente el fuerte ataque de la administración Obama contra las Hermanitas de los Pobres, ya que éstas lucharon valientemente contra las reglas del gobierno destinadas a obligarlas a violar sus votos sagrados. Las Hermanitas finalmente ganaron un caso en la Corte Suprema en 2016 que las eximió de tener que ofrecer la píldora del día después y otros anticonceptivos a sus empleados.

Las actitudes estadounidenses hacia el aborto también han sido influenciadas por casos atroces como la condena en 2013 del médico abortista de Filadelfia, Kermit Gosnell, por matar a tres bebés nacidos vivos, así como su condena por homicidio involuntario por la muerte de una mujer que había tenido un aborto.

Hemos llegado al punto en que el debate ya no es sobre si una vida humana está siendo exterminada. Las nuevas tecnologías permiten a los médicos y a los padres mirar dentro de los úteros donde podemos ver a los bebés no nacidos chupar sus pulgares, sonreír y aparentemente realizar algunas acrobacias interesantes.

Nuestra sociedad ahora tiene un mayor aprecio por las contribuciones de los niños con necesidades especiales, como los que nacen con el síndrome de Down. La primera vez que nos presentaron al hijo de la entonces gobernadora de Alaska Sarah Palin, Trig, quien tiene síndrome de Down, fue durante el ciclo de campaña presidencial de 2007-2008, cuando John McCain la eligió como su compañera de fórmula. Más recientemente, muchos han visto y disfrutado «El halcón de mantequilla de maní», una deliciosa película de 2019 sobre un joven con síndrome de Down que escapa de la vida en una institución y logra su sueño de convertirse en luchador.

En muchos sentidos, el tema del aborto tiene un sesgo partidista con un evidente matiz racial. A pesar de todas las acusaciones de supremacía blanca lanzadas contra el presidente Donald Trump y sus partidarios blancos, es el Partido Demócrata el que abraza su condición de partido del aborto y los derechos reproductivos de la mujer, un eufemismo para el aborto.

Desde hace mucho tiempo se sabe que las clínicas de Planned Parenthood están ubicadas de manera desproporcionada en las comunidades minoritarias. Las mujeres negras tienen la tasa de aborto más alta de la nación con 27.1 por cada 1000 mujeres, en comparación con 10 por cada 1000 para las mujeres blancas. En algunas partes de la nación —por ejemplo, en la ciudad de Nueva York— se abortan más bebés negros que los que nacen vivos.

Los oficiales de policía miran desde una clínica de Planned Parenthood en el centro de Washington el 22 de enero de 1997. Joyce Naltchayan/AFP a través de Getty Images)

Jason Riley del Wall Street Journal en 2018 reportó las estadísticas de aborto de las mujeres negras en la ciudad de Nueva York y en la nación. Según Riley, los datos del Departamento de Salud de la Ciudad de Nueva York de 2012 a 2016 mostraron que las madres negras abortaron 136,426 embarazos y dieron a luz a 118,127 bebés. A nivel nacional, las mujeres negras, que constituyen el 13 por ciento de las mujeres estadounidenses, reciben el 36 por ciento de los abortos.

¿En qué momento el aborto en la comunidad negra se convierte en un asunto de derechos civiles que los ministros y políticos negros tienen que defender? Al leer el titular del New York Times «Como una izquierda dividida está perdiendo la batalla por el aborto», espero que signifique que la izquierda está perdiendo su batalla a favor del aborto. Si la izquierda pierde y el aborto se vuelve más raro y más difícil de conseguir, el pueblo americano será el ganador. Ciertamente, los negros estarán entre los que se beneficien.

Mientras tanto, es hora de que las organizaciones de izquierda que aman a los animales y a los árboles más que a los seres humanos, enfrenten finalmente las contradicciones de quiénes dicen ser y qué piensan y hacen. En el mundo eclesiástico esto se conoce como un momento de llegada a Jesús. En el mundo secular, no estoy segura de cómo se llama. Solo sé que es un despertar muy necesario.

Carol M. Swain es una exprofesora titular de las universidades de Vanderbilt y Princeton. Su blog y podcast Be The People News capacita a las personas para pensar de manera independiente, comprender su responsabilidad y marcar una diferencia en el mundo.

 

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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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