La nueva guerra industrial de China

19 de marzo de 2017 11:23 PM Actualizado: 20 de marzo de 2017 12:05 PM

El Partido Comunista Chino (PCCh) tiene un nuevo programa de guerra económica, uno que sigue un camino bien trazado en la historia de la competencia industrial.

Según una fuente en China que lleva a cabo negocios en los niveles más altos del PCCh, el nuevo programa fue lanzado a mediados de 2015 y principios de 2016 como un reemplazo legal al antiguo modelo del PCCh de usar ciberataques para robar información con el fin de obtener ganancias económicas.

El 25 de septiembre de 2015, el entonces presidente Barack Obama se reunió con el líder del PCCh Xi Jinping en la Casa Blanca, donde anunciaron un nuevo acuerdo bilateral el cual dice que ninguno de los dos países utilizaría ciberataques para robar propiedad intelectual, secretos comerciales u otra información confidencial para tener una «ventaja comercial».

El trasfondo de la reunión fue que los ciberataques estatales de China habían estado robando de la economía estadounidense y Obama había comenzado a amenazar con sancionar a las compañías chinas que se beneficiaran de los ciberataques. El acuerdo desvió las sanciones.

Sin embargo, líderes empresariales y funcionarios de alto nivel en China están actuando en un plan alternativo, como lo indica el programa del PCCh para el robo económico, el Proyecto 863, «alcanzar rápidamente a occidente y superarlo».

«Lo que están haciendo es enviar equipos de personas a Estados Unidos, que se juntarán con sus actuales socios, para hacer nuevos socios, con el fin de poder desarrollar la misma canción y la misma danza que antes», dijo la fuente, quien solicitó permanecer anónimo por seguridad personal.

«La otra parte es que están viniendo a este país para comenzar a montar una tienda, en lo que respecta a negocios», dijo. Los equipos vienen con el fin de aprender más directamente la técnica y las operaciones comerciales de las empresas occidentales «con el fin de robarlas para llevarlas a su país».

El entonces primer ministro francés Jean-Marc Ayrault (3ª D) se prepara para presentar un modelo de coche a los gerentes chinos en una visita a la planta de Dongfeng Peugeot-Citroën Automobile el 7 de diciembre de 2013 en Wuhan, China. Al año siguiente el Dongfeng, de propiedad estatal de China hizo una participación equivalente en PSA Peugeot Citroën, el fabricante de automóviles líder en Francia. (PETER PARKS / AFP / Getty Images)
El entonces primer ministro francés Jean-Marc Ayrault (3ª D) se prepara para presentar un modelo de coche a los gerentes chinos en una visita a la planta de Dongfeng Peugeot-Citroën Automobile el 7 de diciembre de 2013 en Wuhan, China. Al año siguiente el Dongfeng, de propiedad estatal de China hizo una participación equivalente en PSA Peugeot Citroën, el fabricante de automóviles líder en Francia. (PETER PARKS / AFP / Getty Images)

Él dio un ejemplo de esto, señalando a una compañía china que fabrica vehículos aéreos industriales no tripulados que comenzaron a establecer empresas conjuntas con compañías estadounidenses.

«Ellos quieren ser capaces de tener su compañía en Estados Unidos y ser capaces de hacer una conexión con otra compañía, trabajar con esa compañía, y luego ser capaces de traer a la gente o la tecnología de nuevo a China continental», dijo. «Ese es el enfoque principal de lo que quieren hacer».

El PCCh se ha movido rápidamente en su empuje por las adquisiciones extranjeras y las empresas conjuntas, y para el otoño de 2016 sus efectos ya eran visibles.

Según informes de la firma consultora Rhodium Rhodium Group, con sede en Nueva York, la inversión directa china en Estados Unidos casi se triplicó en 2016 con respecto al año anterior, pasando de 15.300 millones de dólares a 45.600 millones de dólares.

El cambio causó un revuelo en los círculos empresariales y políticos, no sólo en Estados Unidos sino en todo el mundo.

En febrero de 2016, The New York Times informó sobre una creciente reacción política en Washington por las compañías chinas que intentaban comprar compañías tecnológicas estadounidenses.

Bloomberg informó en agosto de 2016 que las adquisiciones chinas desencadenaron una reacción global antes de la cumbre del G-20, y The Trumpet informó que en Australia, el tesorero federal rechazó dos acuerdos de China para comprar compañías eléctricas por valor de más de 7.600 millones de dólares por asuntos de seguridad.

En agosto de 2016, Haaretz de Israel publicó un análisis titulado «Por qué China está gastando a montones comprando en Israel», señalando la tendencia de adquirir, pero perdiendo la motivación detrás de ello. El reportero dijo que Israel, con una sólida economía y reputación por la innovación, era simplemente un atractivo estacionamiento para la fuga de capitales chinos.

Una estrategia clásica

El nuevo impulso del PCCh para obtener ganancias económicas no es un enfoque novedoso, según Amar Manzoor, autor de «The Art of Industrial Warfare» (El Arte de la Guerra Industrial).

«Ellos esencialmente le han copiado a Japón», dijo Manzoor, refiriéndose al nuevo programa del PCCh.

Una situación similar ocurrió en los años cincuenta. Manzoor señaló que muchos carros de Toyota solían parecerse a los Ford Mustangs, pero fueron vendidos a un precio más barato. Después de entrar en el mercado estadounidense, Toyota se asoció con el fabricante estadounidense General Motors para crear la nueva planta New United Motor Manufacturing.

Al asociarse con una importante empresa estadounidense para construir una planta de fabricación en Estados Unidos, Toyota fue capaz de probar que tan receptivos serían los estadounidenses ante las desarrolladas plantas de Toyota en su propio patio trasero. También permitió a Toyota comenzar a desarrollar cadenas de suministro en Estados Unidos.

Manzoor dijo que muchos países han pasado por el proceso de copiar a un competidor extranjero, luego de asociarse con compañías dentro del mercado al que se han dirigido.

Señaló que el fabricante de automóviles de la India Tata Motors compró acciones mayoritarias en Jaguar Land Rover, lo cual también les está ayudando a transferir las habilidades del fabricante de automóviles a la India.

«Todo lo que India está haciendo está basado en la guerra industrial. Quiere tener acceso a la tecnología, quiere las plantas», dijo Manzoor. «Esto es lo mismo con China».

«Lo que tiende a suceder es que usted consigue estos centros industriales haciendo eso», dijo, señalando que no son sólo los países en ascenso que tratan de construir centros industriales, sino también los países desarrollados, incluyendo el Reino Unido y Estados Unidos.

El ex primer ministro de Nueva Zelanda, John Key, entrega una camiseta de rugby al líder chino, Xi Jinping, en Wellington, Nueva Zelanda, el 20 de noviembre de 2014. China se convirtió en el mayor comprador de tierras agrícolas de Nueva Zelanda, y Shanghai Pengxin ahora Nueva Zelanda es el tercer mayor productor de leche. (Hagen Hopkins / Getty Images)
El ex primer ministro de Nueva Zelanda, John Key, entrega una camiseta de rugby al líder chino, Xi Jinping, en Wellington, Nueva Zelanda, el 20 de noviembre de 2014. China se convirtió en el mayor comprador de tierras agrícolas de Nueva Zelanda, y Shanghai Pengxin ahora Nueva Zelanda es el tercer mayor productor de leche. (Hagen Hopkins / Getty Images)

El valor de controlar las fábricas va mucho más allá de los beneficios.

Las personas involucradas en la fabricación, la gente que construye los productos, son a menudo las que piensan en maneras de mejorar los productos existentes.

La innovación industrial en Estados Unidos ha estado cayendo debido a la competencia de las importaciones chinas, según un informe reciente de la Oficina Nacional de Investigación Económica, que señala que se están presentando menos patentes en Estados Unidos.

El país que controla las fábricas también controla el mercado de trabajo, y cualquier nación bien versada en estrategias de guerra industrial también tratará de obtener el control de las materias primas y toda la cadena de suministro.

Con China en particular, Manzoor dijo: «Ellos quieren controlar la oferta y la demanda, y la mejor manera de hacerlo es controlar el mercado en sí. Aquí es a donde la guerra industrial está tendiendo ahora mismo».

Cuando la guerra industrial alcanza este nivel, también comienza a afectar la seguridad nacional.

Según un informe del Ejército de Estados Unidos, «el acceso de las compañías chinas a recursos, tecnologías, mercados y élites se traduce en medios de influencia y poder que pueden ser aprovechados para toda una serie de objetivos que no están necesariamente centrados sólo en objetivos comerciales».

Para mostrar como ésto se lleva a cabo, Manzoor da el ejemplo de cómo durante la Segunda Guerra Mundial, las fábricas fueron replanteadas para la industria de la defensa, y las compañías que antes habían estado construyendo coches estaban construyendo tanques y aviones de combate.

Si un país es arrastrado a una guerra inesperadamente, mientras que también carece de fabricación nacional, entonces tendrá que construir las fábricas, las habilidades y las líneas de suministro desde cero.

Un cambio interno

El PCCh ha reducido sus ataques cibernéticos contra Estados Unidos, aunque algunas de sus unidades de hackers permanecen activas. La empresa de seguridad cibernética FireEye informó en junio de 2016 que desde mediados de 2014, «hemos observado una notable disminución en la actividad global de intrusión de los grupos con sede en China contra entidades en Estados Unidos y otros 25 países». Dice que las acciones de Estados Unidos en respuesta a los ataques «podrían haber llevado a Beijing a reconsiderar la ejecución de sus operaciones de red».

El nuevo programa del PCCh en ciberataques patrocinados por el estado tiene dos puntos de enfoque: uno, ampliar el alcance de las fábricas chinas y dos robar la propiedad intelectual de los competidores directamente.

Según la fuente en China, «la única manera de innovar es haciendo una cosa: robar».

Se basa en los programas existentes para el robo económico que el PCCh ya tenía en su lugar, el cual se desarrolló paralelamente a sus operaciones de hurto informático. Éstos incluyen su programa Torch para las industrias comerciales de alta tecnología, su programa 973 para la investigación y su programa 211 para usar en universidades.

Según el libro «El Espionaje Industrial de China», todos estos programas hacen uso de «la colaboración y las tecnologías extranjeras para cubrir importantes brechas» y usan métodos que incluyen alentar a talentosos expertos a regresar a China, o hacer que ellos «sirvan en el lugar donde se encuentran» proporcionando información que obtuvieron de los empleadores occidentales.

La situación económica en China no es tan llamativa como el régimen quiere que el mundo crea. La fuente en China dijo que «el entorno empresarial ha cambiado por completo», dijo y agregó, «Ha cambiado para lo peor».

«Hay algunos problemas significativos en curso. Hay un montón de personas desempleadas. Están buscando respuestas, y el gobierno no parece tenerlas», dijo. «Hay un montón de protestas que también tienen lugar allí, que no estaban allí antes. … Hablas de miles de personas. Tienen avisos y tienen cosas pintadas con spray también en sus camisas, y se involucran en peleas muy rápido».

«Estas personas han perdido dinero. Han perdido sus ahorros de vida, el gobierno no está respondiendo a sus necesidades, y las empresas están tratando de obtener nuevas ventas».

Mientras tanto, dijo, «los innovadores están saliendo en masa. Están siendo perseguidos por el gobierno, o se están dando cuenta de que el gobierno está robando sus cosas».

«No están ganando suficiente dinero y no reciben suficientes pedidos de sus clientes», dijo. Las empresas se están dando cuenta de que debido a los niveles de pobreza, y debido a la falta de una clase media, el mercado chino actual es sólo unos 200 millones de una población total de 1.300 millones.

Mientras tanto, muchas empresas solían fabricar sus productos en China, pero a medida que aumentan los salarios locales y otros países como India e Indonesia crecen en sus propias bases de fabricación, el costo-beneficio de la manufactura en China está empezando a desvanecerse.

El PCCh está intentando ahora construir una economía de clase media y hace fuertes esfuerzos para llevar productos chinos como computadoras Lenovo y teléfonos inteligentes Xiaomi a la competencia global. También está haciendo fuertes esfuerzos para adquirir materias primas y para negociar acuerdos comerciales.

Alejarse de la dependencia en productos occidentales y su tecnología es ahora una alta prioridad para el PCCh.

El PCCh también está presionando a algunas empresas directamente. La estrategia, dijo la fuente, es que está presionando selectivamente a compañías extranjeras a que salgan de China si sus propios productos nacionales están en un nivel donde puedan competir entre sí en mercados globales o del tercer mundo. Las empresas que mantienen en China son de las que todavía pueden aprender.

«Este es un nuevo impulso que está teniendo lugar [comprar o asociarse con empresas fuera de China]», dijo la fuente, «porque en tanto sacan a la gente, necesitan algo para reemplazar la innovación perdida».

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