La Revolución Cultural de China pronto podría reaparecer en el Tíbet

Por Flora Yan
07 de marzo de 2019 7:24 PM Actualizado: 07 de marzo de 2019 7:24 PM

Análisis

Recientemente, The Print utilizó imágenes de satélite para demostrar que al menos tres “campos de reeducación” están actualmente en construcción en Tíbet. El autor de la investigación, Vinayak Bha, es un coronel retirado de la unidad de inteligencia militar de la India y es un reconocido experto en investigación de imágenes de satélite. Reiteradamente reveló la dinámica del despliegue militar chino a través de fotos satelitales. Esta vez, reveló que las autoridades chinas hicieron construcciones en Tíbet. El llamado “templo” del budismo tibetano es en realidad un campo de concentración que está rodeado de altos muros y torres de vigilancia y tiene el mismo diseño estructural que una prisión. Los observadores advirtieron que China podría iniciar pronto la detención masiva de tibetanos siguiendo el mismo modelo de los campos de concentración para musulmanes uigures en Xinjiang.

Desde 2009, los grupos étnicos minoritarios de Xinjiang fueron encarcelados y presuntamente torturados por las autoridades chinas. Si el régimen chino inicia otra terrible campaña de represión en Tíbet, similar a la que ocurrió durante los 10 años de la tristemente célebre Revolución Cultural, el patrimonio cultural único del Tíbet podría sufrir otra catástrofe.

Recientemente, el régimen chino prohibió a los turistas extranjeros visitar Tíbet debido a un aniversario sensible: el 10 de marzo de 2019, que es el 60º aniversario del Levantamiento Nacional Tibetano contra la ocupación de la capital tibetana, Lhasa, por parte del Partido Comunista Chino (PCCh).

Mirando hacia atrás en la historia, el régimen del PCCh sobre Tíbet ya provocó un daño catastrófico a la cultura del Tíbet.

Según varias autobiografías tibetanas y colecciones de fotos de la Revolución Cultural encontradas en Lhasa en los últimos años, a pesar de que el PCCh garantizó de manera reiterada la libertad de religión y el respeto a los estilos de vida locales en su temprana ocupación del Tíbet, a mediados de la década de 1950 inició la llamada “reforma democrática” para llevar a cabo reformas agrarias y establecer comunas populares. Confiscó por la fuerza o compró propiedad privada, herramientas de producción y ganado a precios extremadamente bajos.

Más tarde, el PCCh consideró al budismo tibetano, que es la piedra angular de la cultura tibetana, como una “superstición feudal”, y vio a los templos tibetanos como “cuarteles generales contrarrevolucionarios” y a los monjes como “contrarrevolucionarios”. Como resultado, un gran número de templos fueron destruidos, y cientos de miles de años de reliquias históricas almacenadas en los templos fueron saqueadas. Muchos monjes fueron arrestados y encarcelados después de haber sido criticados y maltratados. Las vidas de los tibetanos fueron amenazadas, su cultura destruida y sus creencias religiosas estaban al borde de la extinción. Por lo tanto, decenas de miles de tibetanos, incluyendo campesinos, pastores, comerciantes, soldados e incluso monjes, decidieron tomar las armas y organizaron ataques de guerrilla, a pesar de que sabían que no era la mejor opción a tomar. Lucharon contra las bien entrenadas y avanzadas tropas militares del PCCh en tres distritos del Tíbet, incluyendo Weizang, Amdo y Kang, con armas extremadamente simples y municiones insuficientes.

El Dalai Lama huyó a la India en 1959, y el movimiento de resistencia en Tíbet continuó hasta la década de 1960, cuando fue completamente reprimido por el PCCh. Pero el sufrimiento de los tibetanos no terminó ahí. Más tarde, durante la Revolución Cultural, la cultura tibetana fue sistemáticamente destruida.

Durante la Revolución Cultural, se prohibieron todas las actividades religiosas y culturales, como recitar las escrituras y encender lámparas de mantequilla de yak. Decenas de miles de monjes fueron forzados a secularizarse, casarse o fueron enviados a campos de trabajo. Un gran número de escrituras, reliquias culturales, estatuas de Buda y decoraciones arquitectónicas fueron destruidas, quemadas, robadas o enviadas fuera del Tíbet para su venta. La plaza que los monjes usaban para los estudios y la oración del Dharma se convirtió en un lugar de humillación pública contra los monjes. El centro del Templo Jokhang fue “renovado” para ser utilizado como corral de cerdos. La misma tragedia ocurrió en toda la región del Tíbet, así como en las provincias vecinas de Qinghai, Gansu, Sichuan y Yunnan.

Los datos históricos demuestran que, desde 1949, cuando el PCCh comenzó a invadir Tíbet hasta el final de la Revolución Cultural en 1979, el régimen del PCCh causó un total de 1,2 millones de muertes en Tíbet (incluidas las provincias circundantes), lo que representa casi el 20 por ciento de toda la población tibetana de 6 millones. La destrucción de más de 6000 monasterios causó daños irreparables a la cultura tibetana.

Tal destrucción continúa hasta el día de hoy. El PCCh reubicó por la fuerza a los tibetanos en áreas designadas, restringió el uso y la enseñanza del idioma tibetano, supervisó estrictamente todos los monasterios y promovió por la fuerza la “educación patriótica”, todo lo cual aceleró la destrucción de la cultura tibetana y el saneamiento del Tíbet. Muchos niños tibetanos que viven en áreas metropolitanas como Lhasa perdieron hace mucho tiempo la capacidad de expresarse en su lengua materna.

Lo que el Tíbet experimentó es solo un ejemplo de la destrucción de la cultura tradicional nacional y étnica por parte del PCCh. Al mismo tiempo, todos los grupos étnicos, incluyendo la mayoritaria etnia Han, fueron sometidos a diferentes grados de opresión bajo el régimen del PCCh. En los últimos 70 años, el régimen comunista chino provocó un insoportable sufrimiento al pueblo chino. Pero como dice el viejo dicho, el bien y el mal tendrán su retribución. Signos recientes están mostrando que el PCCh está llegando al final de sus días. La gloria de la civilización china de 5000 años seguirá brillando sin la sombra comunista.

Flora Yan es estudiante de la Universidad de Washington en Seattle con doble especialización en ciencias políticas y comunicación. Está llevando a cabo investigaciones relacionadas con el impacto de la propaganda en la opinión pública y la política pública; el papel de la propaganda en países totalitarios; y la conexión entre los derechos humanos y la política exterior. Aspirante a analista de China, está particularmente interesada en las cuestiones de derechos humanos en China.

Los puntos de vista expresados en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de La Gran Época.

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