WASHINGTON—El mundo ha evitado una crisis de deuda sistémica entorno a la pandemia. Sin embargo, los países en desarrollo más pobres siguen enfrentándose a importantes problemas de deuda, incrementando la preocupación mundial sobre la multiplicación de las trampas de deuda de acreedores como China.
Abordar el riesgo creciente de una crisis de deuda sistémica en los países en desarrollo es uno de los temas clave en la reunión virtual de primavera de esta semana del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.
Los economistas creen que abordar las vulnerabilidades de la deuda en los países pobres es fundamental para prevenir recuperaciones divergentes en todo el mundo. Por lo tanto, los funcionarios del FMI y del Banco Mundial están pidiendo que se extienda el alivio de deuda para los países más vulnerables, para ayudarlos a enfrentar los desafíos causados por la pandemia.
“Los países más pobres no tienen una salida a esta pesada carga de deuda”, dijo el presidente del Banco Mundial, David Malpass, durante una conferencia de prensa el 7 de abril.
Malpass dijo que estos países enfrentan desigualdad en términos de acceso a los mercados crediticios y tienen cada vez más déficits fiscales que se están volviendo preocupantes.
Además, Malpass se refirió a las controvertidas prácticas crediticias de China sin nombrarla, y dijo que los contratos de deuda poco transparentes y las relaciones desequilibradas entre acreedores y deudores complican las iniciativas de alivio de deuda.
En un seminario titulado “Cómo evitar una trampa de deuda por COVID-19”, la directora general del FMI, Kristalina Georgieva, dijo que muchos países entraron en la pandemia con niveles elevados de deuda. Durante la pandemia, el colapso de las actividades económicas provocó que la deuda pública alcanzara el 100 % de la economía mundial.
Según Georgieva, «el 56 % de los países de bajos ingresos corren un alto riesgo de sobreendeudamiento o ya lo están».
Muchos de estos países altamente endeudados «caen en una trampa de deuda», dijo, debido a que «no pueden generar suficiente crecimiento para reducir los niveles de deuda y estos niveles de deuda los frenan».
Y si las tasas de interés suben a nivel mundial, la situación de estos países en términos de endeudamiento «va a ser increíblemente difícil», agregó.
Desde el comienzo de la pandemia, tanto el Banco Mundial como el FMI han estado exhortando a las 20 economías más ricas del mundo (G-20), incluyendo a China, a que suspendan temporalmente los pagos del servicio de la deuda a los países más pobres del mundo para evitar una crisis de deuda.
También se ha pedido a los acreedores del sector privado que participen en estas iniciativas de alivio de deuda.
Los ministros de finanzas de las naciones del G-20 acordaron el 7 de abril aumentar las reservas en el FMI en 650 mil millones de dólares y extender aún más la congelación del servicio de deuda de los países en desarrollo para que estos países puedan redirigir los fondos a vacunas y medidas de estímulo. La suspensión del servicio de deuda se extenderá hasta fines de 2021.
China es el mayor acreedor del mundo y representa casi el 65 % de la deuda bilateral oficial. Las prácticas crediticias de China, sin embargo, complican las iniciativas de ayuda a países que se encuentran en dificultades financieras.
Programa de préstamos secretos de Beijing
Un nuevo estudio dirigido por AidData, un laboratorio de investigación de EE. UU. del College of William and Mary, mostró que los contratos de préstamos de China con países emergentes «tienen disposiciones de secreto inusuales, requisitos de garantía y restricciones de renegociación de deuda».
Los investigadores analizaron los términos legales de 100 contratos de préstamos chinos a 24 países en desarrollo, muchos de los cuales han participado en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés).
AidData realizó una revisión en profundidad durante un período de 36 meses y descubrió que los contratos de préstamos de China contenían cláusulas de confidencialidad inusuales que impedían a las naciones prestatarias revelar los términos o, a veces, incluso la existencia de los préstamos.
Los investigadores descubrieron también que los contratos contenían disposiciones que colocaban a los bancos estatales chinos como acreedores principales cuyos préstamos deben reembolsarse con carácter prioritario. Los acuerdos de garantía informales colocan a los acreedores chinos en la parte superior de la línea de reembolso.
Además, a los prestamistas chinos se les dio la libertad de cancelar préstamos o acelerar el pago si no están de acuerdo con las políticas del prestatario.
Según Malpass, estas prácticas crediticias inusuales dificultan mucho la reestructuración de la deuda en los países emergentes.
En los últimos años, China ha atraído a muchos países a la trampa de deuda a través del BRI, el cual es uno de los programas de desarrollo más ambiciosos y controvertidos del mundo. Desde su lanzamiento en 2013, el BRI ha invertido miles de millones de dólares en proyectos de infraestructura en África, América Latina, Europa del Este y Asia.
Washington ha criticado reiteradamente a Beijing por aprovecharse de la pandemia para expandir aún más su influencia geopolítica a través de prácticas crediticias depredadoras. La mayoría de los proyectos de BRI se financian a través de prestamistas controlados por el estado chino con falta de transparencia, lo que deja a las naciones prestatarias empobrecidas por el enorme endeudamiento. Beijing ha sido criticado también por implementar la «diplomacia de la trampa de deuda» para tomar el control de los activos estratégicos en los países emergentes.
China fue signataria de la iniciativa de suspensión del servicio de deuda acordada por las naciones del G-20 el año pasado. La iniciativa proporcionó una congelación de los reembolsos de deuda para las naciones más pobres que lo solicitaran. Sin embargo, China ha sido menos cooperativa de lo que esperaban otros miembros del G-20.
Los funcionarios de la administración Trump criticaron a Beijing por demorarse al poner condiciones a la condonación y reestructuración de deuda.
Los economistas creen que las vulnerabilidades de la deuda en los países pobres serán un lastre para la recuperación mundial.
Según las últimas proyecciones del FMI, el crecimiento mundial será del 6 % este año y del 4.4 % en 2022. El crecimiento es más fuerte que en el informe de perspectivas económicas de enero debido al apoyo fiscal adicional en algunos países desarrollados y al lanzamiento de vacunas que refuerzan la recuperación economía.
Sin embargo, el FMI advirtió que las economías emergentes quedarían rezagadas con respecto a las naciones desarrolladas, lo que podría agravar la brecha que está creciendo entre países ricos y pobres. El acceso desigual a las vacunas será también un lastre para la recuperación de las naciones pobres, lo que subraya la urgencia de proporcionar alivio de la deuda a estos países, según el FMI.
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