Las subcontratas militares han ganado 4.4 billones de dólares desde el 11-S, según estudio

Por Ken Silva
17 de septiembre de 2021 2:36 PM Actualizado: 17 de septiembre de 2021 2:36 PM

El Pentágono ha gastado unos 14.1 billones de dólares en los últimos 20 años, de los cuales al menos 4.4 billones han ido a parar a los contratistas militares, según un nuevo estudio del Center for International Policy.

El Center for International Policy dio a conocer la investigación (pdf) junto al The Costs of War Institute el 13 de septiembre, señalando que muchos estudios han esbozado los costos financieros asociados con las guerras desde el 11 de septiembre, pero que se ha hecho poco trabajo para documentar los beneficiarios de ese gasto.

El autor de la investigación, el director del Center for International Policy, William Hartung, dijo que cinco empresas principales han cobrado la mayor parte de los 4.4 billones de dólares: Lockheed Martin, Raytheon, General Dynamics, Boeing y Northrop Grumman. Dichas empresas han cobrado entre el 25 y el 33 por ciento de todos los contratos del Pentágono en las dos últimas décadas, según Hartung.

«Desde el año fiscal 2001 hasta el año fiscal 2020, solo estas cinco empresas se repartieron más de 2.1 billones de dólares en contratos del Pentágono (en dólares de 2021)», escribió Hartung.

«Para poner estas cifras en perspectiva: los 75,000 millones de dólares en contratos del Pentágono recibidos por Lockheed Martin en el año fiscal 2020 son más que una vez y media el presupuesto total del Departamento de Estado y de la Agencia para el Desarrollo Internacional para ese año, que ascendió a 44,000 millones de dólares».

Hartung dijo que algunos de los beneficios corporativos derivados de las guerras se han considerado legítimos, pero otros beneficios fueron consecuencia del despilfarro, el fraude o el abuso.

Hartung relató uno de los ejemplos más notorios de aprovechamiento de la guerra: la participación de Kellogg, Brown and Root, filial de Halliburton, en numerosos proyectos en Iraq y Afganistán.

Una de las razones por las que la participación de Halliburton en las guerras fue tan controvertida es porque Dick Cheney fue el director general de la empresa hasta que se convirtió en vicepresidente en 2001. Cheney también poseía acciones de Halliburton por valor de 46 millones de dólares, y recibió 162,000 dólares en compensación diferida de la compañía hasta 2002, según Hartung, citando un testimonio del Congreso de esa época.

«El viaje de Cheney desde el gobierno a Halliburton y de vuelta fue un caso clásico de puertas giratorias entre el Pentágono y la industria de la defensa, con todos los conflictos de interés reales y potenciales que eso conlleva», dijo Hartung.

«El espectáculo de Halliburton fue otra de las principales razones de las críticas, ya que se descubrió que cobraba de forma dramáticamente excesiva por los servicios básicos y que realizaba trabajos defectuosos que ponían en peligro a las tropas de EE. UU.», añadió.

Pero aunque Halliburton sea uno de los casos más destacados de especulación bélica, no es ni mucho menos el único, dijo Hartung.

Otros ejemplos citados por el investigador del Center for International Policy incluyen un grupo de trabajo económico designado por EE. UU. que gastó 43 millones de dólares en una gasolinera que nunca se utilizó, otros 150 millones de dólares en lujosas viviendas para asesores económicos de EE. UU. y 3 millones de dólares en lanchas patrulleras para un Afganistán sin salida al mar, que tampoco se utilizaron.

Junto con las grandes empresas, contratistas relativamente más pequeños también se beneficiaron de lo que Hartung describió como la «atmósfera caótica» que reinaba en los primeros días de la guerra.

Una empresa llamada Custer Battles, por ejemplo, tenía un contrato para vigilar el aeropuerto de Bagdad y recoger la vieja moneda iraquí para poder destruirla. Hartung dijo que la razón por la que Custer Battles recibió el contrato fue porque ofertó menos que sus competidores, a pesar de no tener experiencia en seguridad aeroportuaria.

Citando una inspección del Ejército sobre sus operaciones, Hartung dijo que Custer Battles contrató a guardias de seguridad sin formación previa, no contrató a traductores que hablaran árabe y no adquirió perros de seguridad para detectar explosivos.

A Custer Battles se le prohibió finalmente la contratación con el gobierno y se le impuso una multa de 10,000 dólares, pero eso fue mucho menos de lo que la empresa ganó con su contrato, según Hartung.

Hartung destacó otros numerosos ejemplos de abusos de contratistas en los últimos 20 años y advirtió que muchas de esas mismas empresas se están preparando para un posible conflicto con China.

«El argumento de la amenaza de China se ha utilizado para justificar la búsqueda de una Marina de 350 buques, frente a los 300 actuales; las grandes compras de la Fuerza Aérea, como un nuevo bombardero y el avión de combate F-35; el plan de mejora de las armas nucleares propuesto por el Pentágono, de 1.5 billones de dólares y tres décadas de duración; la Fuerza Espacial, una nueva rama de las fuerzas armadas; los grandes gastos en sistemas de defensa antimisiles; y las grandes inversiones nuevas en tecnologías y tácticas cibernéticas (ofensivas y defensivas), sistemas no tripulados, armas hipersónicas e inteligencia artificial», dijo.

«Muchas de estas iniciativas estaban muy avanzadas antes de que China se convirtiera en la principal preocupación de los planificadores militares de EE. UU., pero la ‘carta de China’ se ha convertido en el argumento preferido para consolidar el apoyo político a estos gastos».

Hartung dijo que su Center for International Policy ha propuesto un «enfoque más realista» para los desafíos que plantean China y Rusia: confiar más en los aliados, buscar soluciones diplomáticas a la proliferación nuclear real y potencial, y recortar el exceso de burocracia, incluyendo la reducción de los más de 600,000 empleados del sector privado subcontratados por el Pentágono.

Esto podría ahorrar unos 1.2 billones de dólares en la próxima década, según Hartung.

«Dados los inmensos costes financieros y humanos de las guerras de Estados Unidos posteriores al 11-S (y las consecuencias negativas para la seguridad generadas por muchos de estos conflictos), adoptar una nueva política exterior menos militarizada debe ser un objetivo central tanto del público como de los responsables políticos», dijo.

«Los acontecimientos recientes, como la retirada de las tropas de EE. UU. de Afganistán, son pasos en la dirección correcta, pero hay que hacer mucho más para lograr una política que dé prioridad a la diplomacia sobre la guerra».

The Epoch Times se ha puesto en contacto con Lockheed Martin, Raytheon, General Dynamics, Boeing y Northrop Grumman para conocer sus respuestas al estudio.


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