Le paga a sicarios para matar a su esposa, pero se paraliza cuando «alguien» aparece en el funeral

Por Li Yen - La Gran Época
04 de julio de 2019 6:25 PM Actualizado: 04 de julio de 2019 6:25 PM

El marido de esta mujer australiana nacida en África pensó que había sido asesinada, pues él lo había planeado. ¡Poco esperaba que ella le diera el susto de su vida apareciendo (viva y bien) en su propio funeral!

A principios de 2015, una mujer refugiada, llamada Noela Rukundo, voló 7500 millas desde Melbourne, Australia, a su Burundi natal para asistir al funeral de su madrastra. Justo cuando Rukundo estaba dormitando en su habitación de hotel alrededor de las 8 p.m. el 17 de febrero de 2015, recibió una llamada de su esposo, Balenga Kalala, nacido en Congo, según The Age.

«Me dijo que saliera a tomar aire fresco», dijo Rukundo a BBC News. Pensando que solo mostraba preocupación por su salud, Rukundo salió. De repente, tres secuestradores la tomaron de la calle a punta de pistola.

«Abrí la puerta y vi a un hombre que venía hacia mí. Luego me apuntó con el arma», dijo Rukundo. Estuvo cautiva durante dos días mientras sus captores esperaban que el hombre que los había contratado les enviara otros 3400 dólares australianos (aproximadamente 2388 dólares estadounidenses).

Durante su cautiverio, el líder de la pandilla había llamado al que pagaba, quien dijo sin corazón: «Mátala». El líder de la banda deliberadamente puso el teléfono en altavoz para que Rukundo lo escuchara. Para su horror, Rukundo reconoció la voz al otro lado de la llamada. ¡Era de su marido!

Rukundo no podía creer que el hombre, a quien había amado con todo su corazón, hubiera contratado sicarios para matarla. «Oí su voz. Lo escuché. Sentí que me iba a estallar la cabeza», dijo. «Luego le describieron dónde iban a tirar el cuerpo».

Afortunadamente, Rukundo fue liberada por sus secuestradores, quienes aparentemente no querían matar a una mujer. Le dieron todas las pruebas que necesitaba para implicar a su marido y encerrarlo: una tarjeta de memoria para teléfonos móviles con conversaciones telefónicas grabadas y recibos de la transferencia de dinero de Western Union. Al parecer, su marido, Kalala, había pagado a los sicarios casi 7000 dólares australianos (unos 4917 dólares estadounidenses) para que la mataran.

Kalala, que pensó que el asesinato había sido ejecutado según lo planeado, procedió a informar a sus amigos de que Rukundo había muerto en un accidente durante su estancia en Burundi. Al escuchar la trágica noticia, la comunidad africana de Melbourne proporcionó apoyo espiritual y financiero a Kalala y a sus tres hijos, de 5, 10 y 11 años de edad.

El 22 de febrero de 2015, cuando los últimos dolientes se marchaban, Kalala se enfrentó de repente cara a cara con nada menos que Rukundo, su esposa. Estaba conmocionado. «¿Son mis ojos? ¿Es un fantasma? dijo un Kalala petrificado.

«¡Sorpresa! ¡Aún estoy viva!», contestó Rukundo. «Eres un hombre malvado». Kalala se acercó a ella como si «caminara sobre vidrios rotos». Saltó mientras le tocaba el hombro. «Noela, ¿eres tú?», preguntó. Luego gritó: «¡Lo siento por todo!».

Pero era demasiado tarde, porque Rukundo había llamado a la policía. «Me sentí como alguien que vuelve a elevarse», dijo. «Contó que quería matarme porque estaba celoso. Creyó que quería dejarlo por otro hombre».

Fue la esposa la que rió al final, pues el 11 de diciembre de 2015, Kalala fue sentenciado a nueve años de prisión. «¿Mi situación, mi vida pasada? Eso se ha ido. Ahora estoy comenzando una nueva vida», dijo Rukundo.

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