Llegado a este punto, ¿quién no ve la amenaza de China?

Por Brian Cates
23 de octubre de 2019 5:41 PM Actualizado: 23 de octubre de 2019 5:41 PM

Comentario

Daryl Morey no tenía ni idea de que el tuit que publicó el 4 de octubre iba a provocar un incendio que aún persiste.

Sin embargo, eso es exactamente lo que pasó.

Morey es el director general de los Houston Rockets, en una de las ligas deportivas más populares del mundo: la National Basketball Association (NBA).

El tuit que Morey envió al mundo de las redes sociales era simple. No contenía ninguna de sus propias palabras tipeadas; simplemente mostraba una imagen:

Esa simple imagen, con las palabras «Lucha por la Libertad, Apoya a Hong Kong», provocó un incendio y puso la atención sobre una dinámica que había estado trabajando silenciosamente bajo la superficie.

Y esa dinámica es la forma en que China se ha estado posicionando para dominar la economía y la cultura.

China presenta un enorme mercado al que muchas compañías estadounidenses desean tener acceso sin restricciones. La NBA no es la única en ese sentido. Pero pocas corporaciones occidentales se volvieron tan íntimas como lo hizo la NBA con China.

Esta es la razón por la que el pueblo estadounidense tuvo la suerte de ver a destacados jugadores y entrenadores de la NBA tartamudeando y murmurando en las entrevistas cuando se les pidió que comentaran sobre el espantoso historial de derechos humanos de China, algo que recientemente ha vuelto a ocupar el centro de atención debido a las protestas a favor de la democracia en Hong Kong, así como por un vídeo de cientos de uigures con los ojos vendados siendo trasladados a un centro de detención.

Otra gran corporación que terminó revelando cuestiones preocupantes sobre sí misma fue Blizzard Entertainment, el popular creador de videojuegos que cuenta con juegos como Hearthstone y World of Warcraft, y que está lanzando el muy esperado juego «Call of Duty: Modern Warfare».

Desde entonces, todo el mundo libre tuvo una visión reveladora de cómo China pretende utilizar su vasta influencia económica fuera de sus fronteras.

Y sí que se veía feo.

El régimen chino no tiene que exigir explícitamente a las empresas occidentales que castiguen a sus críticos. Muchas de las personas que dirigen estas empresas ejercerán la censura y oprimirán a sus propios empleados sin esperar que los chinos se lo exijan.

Muchas de las principales empresas están tan decididas a mantener el acceso al mercado chino a cualquier precio, que impondrán los códigos de expresión dentro de su propia industria de forma tan rigurosa como lo haría el régimen chino si la compañía estuviera dentro de China continental.

Esto ciertamente no es lo que nos dijeron que pasaría cuando el presidente Richard Nixon «abrió» China en 1972.

La teoría popular que se vendió durante décadas era que al hacer participar a China y abrirle nuestras puertas, la íbamos a «democratizar». Echemos una mirada a lo que hemos visto recientemente, cuando los intereses corporativos de EE.UU. se arrodillaron ante verdaderos tiranos.

Sucedió exactamente lo contrario.

China está haciendo pleno uso de su influencia financiera para forzar a las corporaciones occidentales a actuar como una extensión política de sí misma.

Como dijo el destacado autor e historiador Victor Davis Hanson en una columna reciente en The Daily Signal:

“La política exterior de Estados Unidos hacia China parecía basarse en la creencia de que cuanto más se modernizara China y más ricos fueran sus ciudadanos, más inevitable sería la libertad política china”.

“Supuestamente, una China de libre mercado dejaría atrás su pasado comunista para convertirse en una democracia occidentalizada como Japón, Corea del Sur o Taiwán. Una vez que China se uniera plenamente a la familia de naciones exitosas y respetuosas de la ley, permitiría las libertades occidentales y ayudaría a crear un orden internacional estable”.

«Nada de eso estuvo cerca de suceder».

China ha acelerado el robo de tecnología militar, digital e IP durante los años de Obama. Y estaba lista para sacar la máxima ventaja del cambio a 5G. Y, en cuanto al comercio, China estuvo aprovechándose durante años de Estados Unidos.

El presidente Donald Trump entró a la Casa Blanca a principios de 2017 con la difícil tarea de revertir años en que las élites políticas de Occidente permitieron este tipo de actividades subversivas. Con políticos, corporaciones y centros de investigación estadounidenses –muchos de los cuales tienen lazos financieros con China– que se le resisten a cada paso del camino, Trump ha estado luchando para restaurar el equilibrio en la relación entre Estados Unidos y China.

Y La Gran Época estuvo desempeñando un papel importante en advertir cómo China se estaba posicionando para aprovecharse de una gran parte de Occidente.

Con los crecientes escándalos de la NBA y Blizzard, mucha gente que no sabía cómo China estaba subvirtiendo deliberadamente a las instituciones estadounidenses de repente tuvo la suerte de ver un asombroso espectáculo de cobardía motivada por los beneficios financieros frente a una tiranía.

China estuvo utilizando su enorme mercado para presionar a las empresas estadounidenses para que siguieran la línea política china. Quedó demostrado que la NBA está censurando voluntariamente a sus propios empleados, y también a sus fans –como demuestran los recientes vídeos de incidentes de apropiación de pancartas– para mantener el flujo de dinero procedente de China.

El fiasco de ver cómo la NBA reaccionaba ante un ejecutivo de los Houston Rockets por publicar un solo tuit en apoyo a los manifestantes de Hong Kong les ha abierto los ojos a muchos.

En tiempos en que la administración Trump ha estado tratando de llamar la atención sobre el subterfugio y la mala fe del régimen totalitario de Beijing, las autoridades chinas han ayudado con arrogancia a la Casa Blanca a probar su punto.

Y también lo hicieron las varias corporaciones e instituciones occidentales que se han dejado amedrentar por apresurarse a compartir la cama con las autoridades chinas. Lo que ahora quedó bien claro es que el acceso al enorme mercado chino tiene un precio muy elevado.

Brian Cates es un escritor radicado en el sur de Texas y autor de «Nadie me pidió mi opinión… ¡pero aquí está de todos modos!) Se lo puede contactar en Twitter @drawandstrike.

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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