Mejoran las perspectivas por el cambio de gestión en Argentina

04 de enero de 2016 12:03 PM Actualizado: 06 de enero de 2016 3:44 PM

El sector productivo argentino tenía muchas expectativas puestas en el cambio de gestión que, con las elecciones presidenciales del pasado 10 de diciembre, dieron ganador al Ingeniero Mauricio Macri. Él ya se desempeñaba como jefe de gobierno en la ciudad capital – el distrito más poblado y de mayor PBI – en dos gestiones consecutivas y donde su secretario de gobierno aseguró la continuidad en las elecciones de meses atrás.

Al mismo tiempo, el cambio buscado por la mitad del electorado nacional en una ajustada segunda vuelta, fue definido por las tres provincias de mayor fuerza productiva y las más pobladas: Córdoba, Santa Fé y Buenos Aires, en el resto del padrón hubo resultados muy favorables, pero no con avasallante mayoría. En la Provincia de Buenos Aires también ganó su candidata, la Licenciada Maria Laura Vidal, que representando al PRO acabó con el peronismo que gobernaba hace décadas ese importante distrito.

Cambio de modelo: 12 años de Kirchnerismo que termina en divorcio con algunos sectores

Definido como una modernización del peronismo, asegurando que se defendían derechos del trabajador y el que más necesita, terminó su gestión de 12 años, luego de la presidencia de Nestor Kirchner y dos periodos de su esposa, Cristina Fernández, con un figurativo divorcio con algunos sectores, en especial de la clase media y los rubros industriales.

No vamos a discutir lo que se hizo bien, lo que faltó control, la corrupción que fue más o menos evidente, quedará para la historia y ya se llenaron muchas páginas sobre el asunto, a demás habrá que dejar a la justicia que actuará en sus modos y tiempos. Sí es inevitable es recurrir al término que se repitió y profundizó desde la crisis con el sector agropecuario en el año 2008: la grieta que se generó en la sociedad y tanto año hizo, entre adeptos, fanáticos, contrarios y antipatria, como fueron definidos una y otra vez por el oficialismo de ese momento.

Ese conflicto del año 2008 con el sector agropecuario, por un aumento en el impuesto a retenciones de la soja, que alcanzaban el 35% y se sumaban a otros gravámenes, determinaron el enojo de la patronal que encabezó protestas en todo el país y detuvo la comercialización del grano, además de desacelerar otras industrias dependientes de sus recursos, tanto económicos como materias primas.

Esa grieta enfrentó amistades, camufladas en ideologías políticas y opiniones cruzadas, dividió la grilla de programación televisiva en una criticada ley de medios, se supo de jueces condescendientes con el poder de turno que detuvieron investigaciones de corrupción y, lo más grave, se comenzó a gestar un proceso de desconfianza en la moneda: la inflación y desajustes de la cadena comercial desestabilizaron al límite la economía argentina, más con el cepo a la compra de moneda extranjera, que más allá de atesorar o servir de ahorro para la clase media, era limitado e incluso restringido a importadores de medicamentos e insumos o maquinaria productiva.

Sobre el tiempo que se acercaban las elecciones que determinaban la continuidad de un modelo con Daniel Scioli, que fue vicepresidente de Néstor Kirchner luego de la crisis económica en 2003 y gobernador saliente de la Provincia de Buenos Aires, o la apuesta por el cambio de ideas, por una más conservadora-derechista en Mauricio Macri, que iba con apoyo de la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica liderada por Elisa Carrió en una alianza inédita del arco opositor.

Dad al César lo que es del César…

El Kirchnerismo, durante su primer periodo de gobierno, encabezado por Néstor Kirchner, logró organizar el país luego de la turbulencia generada por la confiscación de ahorros de toda una vida que estaban bancarizados, la mayoría de ellos pertenecientes a la clase media; con planes de fomento de consumo, reordenamiento de los sectores, fomento del empleo precario pero que generaba ocupación y cierta estabilidad en sectores más vulnerables, terminó su mandato de cuatro años con éxito. Diferente fué la gestión de su esposa, Cristina Fernández, que más allá de las dudas que siempre tiene la población sobre los entretelones del poder, la corrupción, la inseguridad y el narcotráfico creciente, ya no eran sólo dudas: cualquier persona podía verlo, estaba a la luz del día, eran algunas burdas maniobras que rozaban lo sorprendente desde la osadía sin vergüenza de quienes corrompían la ética.

Acallar las críticas con discursos y cadenas nacionales (ndr: discursos transmitidos en simultáneo por todos los medios de comunicación, radio y tv); además de modificar las licencias para los medios de comunicación audiovisual, perjudicando sí a corporaciones poderosas, pero beneficiando desmedida y poco éticamente a los afines con el modelo, se desbalanceó el apoyo popular y comenzó una duda y desconcierto creciente en los sectores más pudientes: la principal crítica es que la clase media pudiente debía financiar a los sectores más pobres, a cambio de ninguna contraprestación, donde los subsidios entregados sólo a los adeptos del partido oficialista, más la pobreza creciente de forma preocupante, no tenían atención que acercara soluciones.

El programa de crítica periodística Periodismo Para Todos, con la conducción de Jorge Lanata, mostraba semanalmente ante una gran audiencia imágenes de desgarradora desnutrición en las provincias de Chaco, Formosa, Tucumán; en la primera de ellas según el organismo de estadísticas, intervenido políticamente para modificar los informes, enunciaba que había pobreza cero y plena ocupación, entre otros cuestionamientos sobre el cálculo de inflación que según cálculo de consultoras privadas y representantes del Congreso Nacional estaba en valores que superaban el triple la cifra oficial.

El gobierno con el abismal gasto público en obras que se inauguraban en reiteradas oportunidades, con la finalidad de demostrar avances ficticios, los planes sociales y el fomento al consumo de sectores que en otro momento fueron vulnerables y la falta de control llevó a que en la actualidad ya no necesiten de beneficios estatales, la falta de promoción laboral y la generación de recursos tributarios por esas personas que trabajan en la informalidad para no perder beneficios, todo era financiado bajo estrategias impositivas y confiscación de los fondos de jubilaciones y pensiones de quienes decidieron ponerlos en el sector privado.

Este impuesto a las ganancias o la riqueza, que afectaba aún a trabajadores de clase media, agotó todas las instancias de diálogo y discusión, lo que terminó por resquebrajar el apoyo económico, que era inevitable para el trabajador hacer el aporte y con una gestión dependiente de esos recursos, lo que desequilibró los últimos meses de ejercicio de poder de Cristina Fernández, entre discusiones sobre sus dos periodos consecutivos sin cumplir promesas y ante el pedido de cambio, por renovar políticas públicas, volver a ejercitar el motor productivo del país, reestablecer el orden político y que, quienes se dicen pobres pero son ricos dependientes del dinero estatal que debería ser un apoyo social, aporten a la cadena de producción con trabajo y tributen lo correspondiente, ya no desde la informalidad, sino cumpliendo sus obligaciones sociales.

El campo: cosecharás tu siembra

Si se sembraba incertidumbre, en especial con las políticas y decisiones que cambiaban el contexto sobre la marcha de una siembra/cosecha, entonces no se iba a cosechar otra que incertidumbre. Así se manejó el sector agrícola y ganadero, con la pérdida de vientres vacunos y la magra producción de trigo, otrora cultivo de excelentísima calidad exportado a todo el mundo y reconocido en los mercados más exigentes.

La importancia del sector no es por una cuestión de tradición, sino más bien que la Argentina aún no pudo disociarse del modelo agroindustrial, de ser un país agroexportador con deficiencias en el proceso de valor agregado, cuando no inexistente en otras mercaderías que se exportan como simples materias primas sin procesamiento casi. Es por eso que se depende de este sector, que exporta casi el 90% de su producción, para la obtención de divisas líquidas, que las mismas equilibren la balanza comercial y las reservas monetarias federales.

La sequía de tres años, luego rotundamente cambió a tres periodos de abundancia en precipitaciones, sumada a la desconfianza y falta de condiciones, hicieron que el sector se abstuviera de sembrar, redujera casi al mínimo posible la inversión, y el efecto de derrame económico fue sintiéndose en todas las economías regionales. Es el principal objetivo y tarea de la nueva gestión el reactivar este movimiento, y se comenzó con el pié derecho: hay confianza, es el candidato del campo si se quiere, y hay mejores condiciones, aún no ideales, pero en marcha a mejorar.

Este importante sector para la economía es el motor del país, abandonado y olvidado, con una política de sanguijuela ante los recursos que generaba, donde se financiaban sectores lejanos, sin volver en obras de infraestructura de caminos rurales y servicios de salud en donde el dinero se generaba. De allí que hoy la confianza se pone en una apuesta por este cambio de visión, por una correspondencia con quién trabaja y arriesga su dinero, su tierra, el que moviliza sus ideas y agrega valor. Esa es la apuesta de medio país, no solo del sector agropecuario, sino de todo el arco productivo, del esforzado trabajador, de quien día a día despierta temprano y pone su empeño en hacer patria, en la oficina de la ciudad, en la tranquera del campo, en la minería subterránea y el turismo de montaña.

~ Alejandro Lazcano
Técnico Superior en Calidad y Comercialización Agropecuaria.
Perito Clasificador de Granos. Asesor independiente del sector.

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