Una familia de Meridian, Idaho, fue noticia gracias a su perrito que decidió que también merecía un lugar en la escuela local.
El alma del hogar en casa de Karen, Trevor y sus cuatro hijos, es Sandy, un labradoodle travieso y leal como ninguno. Pero su ruidosa personalidad fue más allá cuando decidió que tenía que lograr entrar a la escuela junto a los niños.
Un día cualquiera, mientras los niños se encaminaban a clases, Sandy los siguió sigilosamente, como un espía canino en busca de acción. Los pequeños, ajenos al peludo polizón, no sospecharon nada. ¡Grave error! Sandy entró al recinto estudiantil con la elegancia de un elefante en una cristalería.
El alboroto fue tal que el mismísimo director tuvo que intervenir. Imaginemos la escena: un hombre de semblante serio, enfrentando a un labradoodle descarriado que seguramente pensó: «¿Quién es el jefe aquí? ¡Yo sólo quiero aprender!». Inevitablemente, Sandy fue enviado a la oficina de castigo… ¡digo, del director!
Karen, ajena al motín escolar, recibió un críptico mensaje de un vecino: «Sé que no todos los labradoodle son tuyos, pero ¿este es tu perro?». Adjunta, la prueba definitiva: ¡Sandy observando por la ventana con aire pensativo! Cualquiera diría que estaba reflexionando sobre la teoría cuántica o planeando su próxima travesura.
Cuando Karen se enteró, acudió presurosa a la escuela, avergonzada pero divertida. «La escuela intentó llamarme, pero mi teléfono estaba apagado», le explicó a The Dodo. Pero, ¿quién necesita un celular cuando tienes un perro que te avisa de todo?
«Como vivimos tan cerca, la escuela permitió que mi hija lo llevara a casa. Ambos estaban encantados con la aventura», recordó Karen.
¡Por supuesto! Sandy debió pensar: «¿Aventura? ¡Esto apenas comienza!».
Pero Karen, siendo una buena ciudadana, quiso compensar a la escuela. «Se rieron bastante», confesó, imaginando a los directivos rodando por el piso ante las ocurrencias de Sandy. Incluso le pidieron enmarcar la icónica foto del can asomado a la ventana, para colgarla con orgullo en la oficina.
«Enmarcamos la fotografía y se la dimos a las administrativas de la escuela primaria donde ocurrió y ahora cuelga orgullosa en la oficina», dijo Karen.
¿Y qué mejor homenaje que inmortalizar a un héroe peludo?
Karen compartió la aventura en Facebook con una leyenda digna de una película:
«Hoy, el tonto de mi perro siguió a los niños a la escuela. Aquí hay una foto de él en la oficina de la escuela, obviamente bastante avergonzado de sus acciones».
¿Avergonzado? ¡Por favor! Seguro Sandy pensó: «¿Vergüenza? ¡Pero si soy la estrella del espectáculo!».
La historia se volvió viral, con internautas aplaudiendo la lealtad del can. Después de todo, como reflexionó Karen: «Su corazón a veces supera su entrenamiento de obediencia».
¿Y qué mejor lección de vida que seguir al corazón, aunque eso signifique colarse en una escuela? Sandy nos enseñó que la aventura está donde menos la esperas, y que un buen amigo peludo vale más que mil reglas.
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