El antiguo arte del bordado —como un hilo conductor de la historia— se remonta a los inicios de la civilización humana.
Desde que existen las prendas de vestir, también se han necesitado los remiendos y las costuras; sus técnicas han cambiado sorprendentemente poco. Las madres y abuelas de todas las épocas, y en la mayoría de las culturas, han transmitido el arte del bordado a sus hijas y nietas.
Hoy, una artista española de Valencia, ciudad costera del Mediterráneo, está llevando esta práctica forma de arte a nuevas cotas artísticas: Raquel Rodrigo crea brillantes bordados de punto de cruz para adornar los edificios encalados de las calles rústicas de su ciudad natal—y más allá.
La aspiración detrás de sus obras de arte de tejido floral, dice Rodrigo, es «dar luz al arte femenino que ha vestido los hogares durante muchos años y en todo el mundo», es decir, el bordado de punto de cruz. «Quería capturar las flores que se bordaban en cojines, sábanas, toallas de las casas, [y llevarlas a] la calle, rompiendo la barrera entre lo público y lo privado», explica a The Epoch Times.
Sus materiales consisten principalmente en malla metálica, algodón, terciopelo o cordones de seda. Tejiendo sobre rejilla metálica, un metro cuadrado le lleva a Rodrigo, más un ayudante, unos dos días de trabajo. Una vez hechas, las obras se emparejan y se montan en revestimientos de ladrillo o estuco.
Los edificios rústicos, sencillos pero atractivos, reciben una inyección de color adicional y se visten con exquisitos motivos florales. Como si se tratara de huevos de Pascua, las flores bordadas de forma brillante pueden esconderse en los recovecos de la mampostería laberíntica. Interactúan con escaparates y ventanas y adornan otras arquitecturas. Rodrigo también expone su obra en espacios comerciales y galerías.
Esta antigua forma de arte ha permanecido inalterada durante milenios, pero Rodrigo ha introducido nuevas tecnologías en la mezcla.
«Primero veo el espacio y dejo que me inspire, lo que funciona en el lugar», dice. «Hago fotos y trabajo el boceto desde el ordenador con técnicas de collage digital.
«Cuando encuentro el dibujo, lo transformo en píxeles para crear los patrones que utilizamos para bordar en la tela metálica. Una vez terminada la pieza, vamos al local y la fijamos a las paredes».
Más allá de Valencia, Rodrigo tiene trabajos en Suiza, Arabia Saudita y Madrid, donde estrenó su decoración arquitectónica en 2011.
Comparte el oficio consagrado que le fue transmitido. «Mi madre me enseñó a bordar cuando era pequeña», dice. «Y hace unos años, aproveché esta técnica para diseñar nuevas fachadas en la calle».
Y añadió: «Me gusta mucho trabajar en la calle porque es una forma de romper la barrera que hay con el museo para llevar el arte a más gente».
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