La encantadora obra de Stéphanie Kilgast es un caleidoscópico espectáculo de flores, corales, criaturas marinas y hongos que parecen crecer de trozos de basura. Los intrincados modelos serían extraordinarios por sí solos, pero la forma en que han sido colocados sobre objetos desechados, emergiendo de la basura, les confiere un significado más profundo.
Fue la exploración del juego entre el ser humano y la naturaleza lo que llevó a Kilgast, de 37 años, a crear sus intrigantes esculturas. Su último proyecto presenta flora y hongos que brotan de las páginas de viejos libros desechados.
Esta artista nacida en Alemania, de madre francesa y padre finlandés, vive actualmente en Vannes, Francia, con su pareja y sus gatos domésticos. Kilgast confiesa que no recuerda ningún momento en el que «no estuviera creando», y dice que empezó experimentando con todo tipo de técnicas.
«Desde luego, no era una de esas niñas prodigio capaces de dibujar con hiperrealismo, y nunca he tenido mucha fijación por un medio concreto», explica a The Epoch Times. «Hasta los 16 años, creaba cosas utilizando abalorios. Hacía punto, dibujaba, etcétera. A los 16 pedí pintura al óleo y pinté un poco con ella, pero luego hice un curso de pintura y aprendí a usar acrílicos, que se convirtieron en mi medio preferido».
«Mucho más tarde, descubrí la arcilla polimérica como medio escultórico, lo que me embarcó en casi una década de hacer réplicas hiperrealistas de comida en miniatura».
Al darse cuenta del impacto medioambiental de las actividades humanas, Kilgast dio un giro a su práctica artística.
«Me gusta utilizar basura u objetos desechados e imaginar que la naturaleza recupera sus derechos», explica. «Seres vivos que vuelven a crecer sobre la basura que producimos y consumimos».
La idea de sus piezas —que muestran una amplia gama de biodiversidad, incluidos insectos— surgió de forma bastante orgánica.
«Intentaba expresar mi preocupación por nuestro impacto a través de mis obras, pero no sabía cómo, así que seguí creando arte hasta que un día se me ocurrió utilizar una lata. Y aquello encajó, tenía sentido».
Aparte de hacer el curso de pintura cuando era adolescente, Kilgast no ha estudiado arte formalmente. En cambio, tiene un máster en arquitectura.
La obra de esta artista de talento ha tenido un gran éxito, con una reciente exposición individual en la Galería Beinart de Melbourne, Australia, y frecuentes exposiciones colectivas en todo el mundo. El acabado de sus obras es magistral, a pesar del «proceso muy orgánico y desordenado» que hay detrás de su producción.
«Hay mucho de ir y venir, probar colores y luego decidir que es horrible y pintar todo de nuevo», dijo. «No planifico ninguna obra de antemano, así que simplemente lucho con ellas hasta que estoy contenta. Pero es una lucha divertida».
Al igual que Kilgart no se ciñe a un enfoque fijo, también entrelaza diferentes medios en cada escultura, dependiendo de su estado de ánimo y sus objetivos. A su manera creativa, le encanta destacar en su arte los distintos elementos de la naturaleza, que según ella están infrarrepresentados.
«Creo que es importante empezar a ver la belleza en las pequeñas cosas que nos rodean, ya que a través de los aspectos ordinarios de la naturaleza aprendes a amarla en su totalidad y, con suerte, a querer protegerla», afirma.
«Cosas como los insectos son increíbles y hermosos, si te tomas el tiempo de mirarlos».
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