A los 39 años, Suzy Mack estaba encantada con su embarazo. Sin embargo, cuando ella y su marido, Zachary, recibieron un diagnóstico fatal para su hijo nonato, quedaron desolados. Al enterarse de la noticia, a Suzy se le saltaron las lágrimas.
No sabía que su testimonio salvaría vidas algún día.
El problema se detectó a las diecisiete semanas de embarazo, cuando rompió aguas y perdió todo el líquido amniótico. Un especialista médico la examinó y descubrió que su bebé era más pequeño de lo que debería.
El especialista le dijo a Suzy que la mayoría de las mujeres con su enfermedad se ponen de parto a los pocos días.
«Tienes dos opciones», recordó que le dijo el médico. «Puedes irte a casa, esperar a que nazca el bebé y despedirte. O podemos concertar una cita e interrumpir el embarazo».
Pero el aborto era la opción más segura porque era muy probable que Suzy contrajera una infección si decidía seguir con el embarazo.
Al oír la noticia, Zachary cayó de rodillas. Suzy miró alrededor de la habitación, incapaz de procesar lo que estaba ocurriendo.
«Fuimos al estacionamiento, y lloramos, y lloramos, y lloramos», dijo en una entrevista con The Epoch Times.
Después, en el auto, Suzy miró por el espejo retrovisor entre lágrimas y recurrió a su fe: «Dios, por favor, salva a mi bebé», suplicó.
Los Mack pasaron los días siguientes rezando en su casa de Santa Bárbara, California. Suzy estaba convencida que pronto empezaría el trabajo de parto y perdería al bebé, tal como le había dicho el médico. Sin embargo, al cabo de dos días no ocurrió nada.
Visitó a su obstetra, la Dra. Sussane Ramos, que descubrió que el bebé tenía un fuerte latido y que Suzy no presentaba signos de infección. La Dra. Ramos reconoció que era maravilloso, pero señaló a Suzy que su embarazo seguía siendo de alto riesgo; si quería seguir adelante, necesitaría un atento seguimiento.
Teniendo esto en cuenta, Suzy decidió guardar reposo bajo la supervisión de la Dra. Ramos; los hospitales rechazaron su ingreso debido al estado de pre-viabilidad del bebé.
Durante este tiempo, la pareja esperó pacientemente a que el bebé alcanzara la edad de viabilidad: 23 semanas.
«Rezábamos todos los días para llegar a las 23 semanas. Porque sabíamos que, si llegábamos a las 23 semanas, por fin el resto del mundo lo consideraría un ser humano de verdad», dice Suzy. «Y podríamos conseguir la ayuda que necesitábamos».
Esa ayuda llegó finalmente en forma de hospital de la UCLA, donde ingresó cuando el bebé alcanzó la fase de viabilidad. Para el personal de la UCLA, el embarazo de Suzy era un caso único. Estaba desafiando las probabilidades, ya que la mayoría de las personas en su situación optan por la interrupción del embarazo; una razón clave para la escasez de historias de éxito tras un diagnóstico de rotura prematura de membranas (PROM en sus siglas en inglés).
El personal médico, magnífico en el tratamiento de Suzy, le recordó repetidamente los riesgos asociados a la continuación del embarazo. Suzy y su marido tuvieron que defender su decisión, expresando repetidamente su deseo de evitar la interrupción del embarazo.
El nacimiento de un «campeón»
A las 29 semanas, Suzy se despertó en mitad de la noche y «se sentía diferente». Las pruebas revelaron que todo era normal, pero Suzy insistió en que se encontraba en labor de parto. Las pruebas revelaron que tenía razón: había dilatado 5 centímetros.
Las horas siguientes fueron un «torbellino» y, cuando se despertó, era madre de un niño. Ozzy había salido llorando con los brazos en alto como si ya fuera un «campeón».
El siguiente paso en el viaje de Ozzy fue la UCIN.
Cuando por fin estuvo en casa, los Mack necesitaban administrarle oxígeno con una máquina especial. A los seis meses, ya no necesitaba oxígeno, desafiando de nuevo las expectativas de los médicos, que habían pronosticado que lo necesitaría durante años.
Hoy, Ozzy tiene dos años y se encuentra muy bien. A los Macks les dijeron que quedaría discapacitado, pero no es así. De hecho, cognitivamente está tres meses por delante de otros niños de su edad.
«Ya está empezando a leer, y ni siquiera tiene tres años», dice Suzy, quien ahora tiene 41 años.
«Físicamente es un poco más pequeño que otros niños de su edad, pero se está desarrollando muy bien».
Los abnegados padres adoran a Ozzy, al que consideran «un milagro científico» y una parte esencial de su testimonio de fe.
«Es como si hubiera vertido todo este balde de fe inagotable para nosotros».
Una mirada retrospectiva al viaje
Suzy confió en su fe y en su red de apoyo —incluidos sus padres y sus suegros, que son cristianos religiosos— para salir adelante. También da crédito a su obstetra, la Dra. Ramos, por animarla y estar dispuesta a atenderla cuando nadie más lo hacía.
Suzy aún recuerda el día en que miraba por el retrovisor de su auto y le pedía a Dios que salvara a su bebé. Ahora se da cuenta que mientras suplicaba a Dios, también le estaba haciendo una pregunta más profunda: ¿era Él real?
Hoy, Suzy no tiene ninguna duda sobre la respuesta. «Ahora me siento muy segura de mi fe», afirmó.
Aunque Suzy es una profesional muy ocupada que trabaja en la selección de personal, en su tiempo libre comparte su historia en las redes sociales. Siempre se asegura de ponerse en contacto con mujeres embarazadas en situaciones difíciles y de rezar por ellas.
Hace poco, una mujer que había recibido el mismo diagnóstico vio una de las publicaciones de Suzy en Instagram. Como había visto la publicación de Suzy, esta mujer sabía que no tenía por qué abortar, aunque los médicos se lo recomendaran. Gracias al testimonio de Suzy, se salvó otra vida.
La orgullosa madre sigue agradecida por su querido hijo y por la forma en que su historia está conmoviendo a los demás. «Dios hace las cosas a su manera», concluyó.
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