¡Atención, pueblo de Wyandotte! En el Departamento de Policía se ha cometido un crimen de los más viles y traicioneros. Uno de nuestros agentes peludos ha caído en la ignominia del robo… ¡y a uno de sus propios compañeros! Prepárense para un caso tan jugoso que dejaría boquiabierto al mismísimo Sherlock Holmes.
Según los espeluznantes detalles revelados por el WPD en Facebook, todo comenzó cuando el oficial Barwig dejó desatendido su almuerzo en la sala de descanso tras ser llamado a una misión urgente. ¡Grave error! A su regreso, la escena del crimen lo dejó patidifuso: ¡Su suculenta comida había sido devorada hasta la última migaja!
El principal sospechoso no era otro que el oficial Ice, un canino de ojos dulcemente pícaros pero aparentemente desprovisto de escrúpulos. Fue sorprendido in fraganti saliendo de la sala, lamiéndose los bigotes con indisimulada satisfacción. ¿Las pruebas? Una contundente capa de migas incriminatorias alrededor de su hocico.
Cuando los investigadores intentaron interrogarlo, ¡el muy bribón se acogió a la Quinta Enmienda! Un historial de hurgar en la basura y arrebatar comida de las manos de sus compañeros empañaba aún más su reputación.
Con semejante peso de la evidencia circunstancial, el WPD no tuvo más remedio que airear el lamentable incidente ante el público, en busca de orientación sobre cómo proceder contra tan despiadado delincuente de cuatro patas.
¡Y vaya si la gente respondió! Decenas de abogados pro-perritos amenazaron con protestas masivas si se osaba imputar cargos al adorable oficial Ice. La presión fue tal, que la investigación fue sumariamente cerrada entre acusaciones de trampa y falta de pruebas videográficas.
Pero la cosa no quedó ahí. Un benefactor local envió un sándwich «hecho a medida» para el hampón famélico, convencido de que su crimen solo fue producto de un apetito insaciable. Y por si fuera poco, ¡también regalaron sándwiches a los agentes humanos para evitar futuros robos!
Entre las ocurrentes reacciones de la gente, hubo quien alegó que «la posesión es 9/10 partes de la ley», mientras que otros exigían su absolución basados únicamente en esos ojitos de cachorro irresistibles. Un abogado incluso se ofreció a defenderlo «pro-bono», en un juego de palabras tan obvio como hilarante.
Al final, la justicia (o la injusticia, según se mire) prevaleció para el oficial Ice, cuya única condena fue una suculenta recompensa por su crimen. Lo que nos deja con una moraleja: en Wyandotte, los perritos policías son Intocables. ¡Al menos hasta que vuelvan a robar!
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