El gato Finn creció tanto que ahora mide 1.3 metros (4.3 pies), la altura media de un niño de nueve años. Y mucha gente confunde al enorme Maine Coon con un perro.
Su propietaria, Natalie Bowman, de 32 años, adoptó a Finn en 2017 cuando solo tenía tres meses y medio.
El estupendo tamaño del gato lo convierte en una mascota cara de mantener. Finn se alimenta tres o cuatro veces al día, y Natalie gasta 150 dólares al mes en su comida.
Natalie, una profesional sanitaria que vive en San Carlos, California, suele pasear a Finn con correa por su barrio, y ahora se ha convertido en una celebridad local.
«Es muy gracioso», dice Natalie. «Creen que es un perro y cuando se acercan dicen: ‘Dios mío, es un gato’, y les encanta».
Cuando Natalie recibe visitas, a menudo se asustan con el enorme felino.
«Ha venido gente del servicio técnico a arreglar cosas», dice. «Siempre es divertido ver a hombres adultos escandalizarse con mi gato, a menudo dicen que parece un lince o un gato montés».
A pesar de su tamaño, Finn es un gigante amable y se lleva espléndidamente con el otro gato de Natalie.
«Tardaron un poco en adaptarse el uno al otro, pero ahora se adoran», explica.
Según Natalie, los Maine Coon necesitan «mucho tiempo y afecto», y Finn tiene «ansiedad por separación», por lo que a veces se lo lleva a la oficina.
«Es un gato muy sociable y le encanta charlar, es muy ruidoso», dijo.
«Finn es muy dócil y curioso. Es muy gracioso y es muy necesitado y cariñoso; le encantan los mimos y que le acaricien».
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