Desde eras inmemoriales el hombre establece amistades con seres de otras especies, no obstante, este par de amigos son realmente inusuales.
Se trata del señor Hiroyuki Arakawa, un buzo japonés de 80 años, y una enorme hembra de pez oveja, Yoriko, que habita en el lecho profundo del océano, en la bahía de Tateyama, Japón.
No menos singular resulta la forma en que Hiroyuki la llama. Una vez en el suelo submarino, este golpea con una especie de martillo un largo cilindro, al parecer restos de un naufragio inmemorial, tal como se aprecia en un video difundido en redes sociales.
Tras golpearlo 22 veces, y con ello emitir un sonido especial, el experimentado buzo se da vuelta y con tan solo 4 golpes más aparece su gran amiga, fiel al rito que han repetido durante los últimos 30 años.
El aspecto del enorme animal acuático es impresionante. Su similitud con los rasgos humanos, principalmente con la cabeza, es increíble. Tiene una peculiar frente prominente y grandes ojos. Descendiendo sigue una especie de nariz y luego una gran boca enmarcada por labios bien definidos.
Yoriko se acerca calmadamente a su viejo amigo, mientras este acaricia suavemente su cabeza y luego su barbilla, mostrando la conexión tan especial que los une.
Luego, en un extraordinario momento que evidencia la confianza mutua, Arakawa incluso se despoja de la máscara que le cubre parte de la cara y, más aún, de la conexión al oxígeno vital.
Un vistazo a esta intrigante historia
Después de un tiempo de haberla conocido, Arakawa halló a su amiga cuando esta se encontraba en un estado lamentable, abandonada a su suerte —que en el fondo del mar suele ser despiadada— herida y agotada por completo.
Pero el destino quiso que este no fuera el final de su vida. Las manos prodigiosas de su gran amigo fueron tan compasivas como para descender hacia ella cada día y alimentarla hasta lograr la recuperación completa. Tras 10 visitas, sellaron un vínculo inquebrantable.
Muestra de ello quedó inmortalizada en el video donde se registró el íntimo momento en que Arakawa da un tierno beso en la cabeza de su amiga, Yoriko. Los ojos y la expresión del pez resplandecen en unos gestos difíciles de creer; casi podría decirse que alcanza a sonreír de gozo.
“Cualquiera puede llamar la atención de un animal dándole de comer, pero tocarlos o interactuar con ellos es más difícil de lograr”, dijo Arakawa, en entrevista a Great Big Story.
Para Arakawa no está clara la razón de este vínculo, pero de lo que sí está seguro es de que, por sobre todas las cosas, cultivan una relación en la que predomina la confianza absoluta.
Y agrega: “Supongo que sabe que la salvé, que la ayudé cuando estaba malherida”.
Esta bella amistad trasciende lo superficial, y más allá de las diferencias prevalecen el agradecimiento y el respeto, valores auténticos y sinceros que permiten crear lazos inquebrantables, como los que existen entre Arakawa y su tierna amiga, Yoriko.
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