Había un lobo que comía con demasiada avidez hasta que un hueso se le clavó en la garganta. El hueso no podía subir ni bajar y, por supuesto, no podía comer nada. Naturalmente, esa era una situación terrible para un lobo codicioso.
Así que se apresuró a acercase a la Grulla. Estaba seguro de que ella, con su cuello y pico largos, fácilmente podría alcanzar el hueso y sacarlo.
«Yo te recompensaré generosamente», dijo el Lobo, «si tu me sacas ese hueso».
La Grulla, como pueden imaginar, estaba muy incómoda por poner su cabeza en la garganta de un Lobo. Pero ella era codiciosa por naturaleza, así que hizo lo que el Lobo le pidió que hiciera.
Cuando el Lobo sintió que el hueso ya no estaba, comenzó a alejarse.
«¡Pero qué pasa con mi recompensa!», reclamó ansiosamente la Grulla.
«¡Qué!», gruñó el Lobo, girándose. «¿No la tuviste? ¿No es suficiente que te haya dejado sacar tu cabeza de mi boca sin rompértela?»
No esperes recompensa por servir a un malvado.
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Esta fábula es una reproducción del libro electrónico Proyecto Gutenberg de “Esopo para niños” (1919).
Esopo (c. 620–564 a.C.) fue un narrador griego al que se le atribuyen varias fábulas que ahora se conocen colectivamente como “fábulas de Esopo”. Sus cuentos, con su valor moral, han influido durante mucho tiempo en nuestra cultura y civilización, contribuyendo no solo a la educación y la formación del carácter moral de los niños, sino también, con su atractivo universal, a la autorreflexión de los adultos que han elegido abrazar las virtudes o prestar atención a las advertencias que incluyen.
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