El gallo de las praderas de Attwater, que exhibe sacos de aire inflables de color naranja brillante, desde hace mucho tiempo ha sido parte de los paisajes de Texas y Luisiana. Antiguamente, su población era tan abundante que los vaqueros dependían de ellos para obtener carne fresca mientras arreaban el ganado lejos del rancho.
Sin embargo, con la introducción de la agricultura, la invasión de especies boscosas y los asentamientos humanos, la pérdida de su hábitat hizo que este notable integrante de la familia de los urogallos disminuyera a principios del siglo XX y terminara rozando su extinción en Texas. En Luisiana la especie desapareció totalmente.
Este año, gracias a décadas de esfuerzos concertados de conservación, los gallos de las praderas de Attwater se están recuperando. Un estudio reciente del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EE.UU. y de The Nature Conservancy en Texas anunció la buena noticia.
La protección de la especie comenzó desde 1937 con el cierre de la temporada de caza y otros esfuerzos, para permitir que su cantidad se recuperara. En 1967, la especie fue una de las primeras en incluirse en la lista de especies en peligro de extinción de Estados Unidos, haciendo parte de la «clase del 67».
Pero esta ave, que era muy abundante, no se recuperó como los conservacionistas esperaban. La razón, según descubrieron, se debe a un insecto invasor llamado hormiga roja de fuego, introducido desde Sudamérica, que apareció por primera vez en el hábitat del ave en la década de 1970. Estas hormigas rojas redujeron los insectos nativos de los que dependían los pollos de pradera de Attwater recién nacidos para sobrevivir.
Cuando los conservacionistas empezaron a controlar estas hormigas —cuyos rasgos agresivos las llevaban siempre primero al cebo envenenado— en las zonas donde se conservaban los gallos de las praderas, se produjo un gran avance. Su población se recuperó rápidamente. Los programas de cría activa introducidos en la década de 1990, en el Refugio Nacional de Vida Silvestre de gallo de las praderas de Attwater, y en tierras privadas, desempeñaron un papel fundamental.
Sin embargo, los esfuerzos de recuperación se vieron frustrados por eventos climáticos catastróficos, como la histórica sequía de 2011 y las lluvias del huracán Harvey en 2017, que llevaron a las poblaciones de gallos de las praderas de Attwater al borde de la extinción.
En la primavera de 2018, solo se contaron 13 machos.
Desde entonces, sin embargo, el gallo de las praderas ha experimentado una notable recuperación, superando ampliamente los niveles anteriores al huracán Harvey y alcanzando su mayor cantidad desde 1993, gracias a los esfuerzos concertados de conservación y a la capacidad de recuperación del propio gallo de las praderas de Attwater.
Un reciente estudio de población de la especie realizado en abril contabilizó 89 aves y estimó su cantidad actual en 178.
Estas prometedoras noticias confirman que los programas de cría en custodia de los conservacionistas van por buen camino y que, si se les da la oportunidad, este nativo de Texas, tan brillantemente adornado, podría proliferarse de nuevo algún día.
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