Un aficionado a la acampada, que ha perfeccionado sus habilidades de supervivencia desde la infancia, se llevó a su perro y su cámara al bosque durante una ventisca para hacer una excursión especial: se dirigieron a un pueblo abandonado y a un búnker subterráneo de piedra que podía servirles de refugio para pasar la noche.
Martin Lukavski, croata de 36 años, se dirigió al noroeste de Croacia el verano pasado tras oír hablar de un pueblo abandonado en los años 80, cuando sus habitantes más jóvenes se marcharon a las ciudades de los alrededores y las generaciones mayores acabaron falleciendo. Ese día se preveía una ventisca, que era exactamente lo que Martin estaba esperando.
«Un tiempo ideal para un nuevo reto», declaró a The Epoch Times. «Pasé una noche en una cueva situada muy cerca de las casas abandonadas. Investigué un poco por el pueblo y encontré un precioso refugio de piedra en buen estado. Enseguida se me ocurrió que debía pasar allí al menos una noche de invierno, así que lo hice».
Sabiendo lo que le esperaba, Martin metió en la maleta herramientas manuales sencillas, como un cuchillo, un martillo, unos alicates, unas tijeras para chapa, algo de alambre y unos cuantos clavos. Preparó comida y agua para él y su perra, Lajka, se echó la mochila al hombro y se adentró en el bosque. Bajo una suave nevada, recolocó el búnker de piedra.
«El refugio no necesitaba mucho trabajo, así que reparé un poco la puerta, hice una cama militar, un estante para la comida y una estufa con un cubo de metal», cuenta Martin. «Puse algunas velas en viejas botellas de cristal, y en muy poco tiempo creé un ambiente muy agradable y cálido para mí y mi perro.
«Tengo que admitir que daba un poco de miedo con el viento aullando fuera en las copas de los árboles. Lajka, que es muy buena guardiana, gruñía a menudo: estas ruinas tienen su propia historia, ¿quién sabe?».
En el exterior la temperatura era de 23 F (-5 C), mientras que en el interior del acogedor refugio de Martin había alcanzado entre 59 F y 64 F (15 C y 18 C). El dúo durmió cómodamente, Martin en su improvisada cama hecha de troncos y lona de tienda suspendida, y Lajka en una manta caliente junto a sus pies.
Cuando Martin abrió los ojos, ya había amanecido. Echó algunos troncos más en la estufa para volver a encender las brasas, preparó el desayuno para él y Lajka, y luego hizo la maleta para marcharse.
Fuera, la nieve de la ventisca nocturna se había acumulado.
Vea el video completo aquí:
Filmó la aventura de principio a fin y, al volver a casa, subió el video a YouTube, a su canal que inició en 2022 para compartir sus conocimientos de técnicas de supervivencia y de caza. El video tiene casi un millón de visitas hasta la fecha.
Martin considera su noche en el búnker de piedra abandonado una «experiencia muy inusual e inolvidable».
«Pasé mi infancia en el campo, al borde del bosque, así que ni siquiera recuerdo cuándo empecé a acampar al aire libre», explica. «Jugar en el bosque, construir refugios, pescar en arroyos, explorar cuevas y acampar son solo algunas de las características de mi infancia.
«Es mi gran pasión, es lo que me llena, lo que me hace feliz. Es lo que soy».
A otros artesanos del monte en ciernes que puedan verse obligados a pasar la noche en el frío, Martin les sugiere que busquen un refugio natural en el que no tengan que gastar mucha energía, como una cueva; un tronco hueco; o una casa, cabaña o búnker abandonados.
«Es importante estar seco y poder encender un fuego», afirma. «El fuego es la clave. El optimismo. Todo lo demás viene solo».
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