Teddy, un minicaballo solitario al que le costaba hacerse amigo de cualquier otro caballo en el santuario debido a su madre ferozmente protectora, finalmente se ha encariñado con los perros que viven en el rancho y ha desarrollado un vínculo especial con ellos.
«A estas alturas, cuando Teddy corre por el prado con los perros, uno se pregunta si Teddy cree que es un perro o si los perros creen que son ponis», dijo a The Epoch Times Stacy Rolfe, fundadora del R&R Ranch Miniature Horse Sanctuary.
Cuando Stacy y su hija Belle dieron la bienvenida a la madre de Teddy, Eleanor, de 23 años, al rancho en septiembre de 2019, el caballo estaba en un estado triste y desaliñado.
Parcialmente ciega de un ojo, tenía una melena larga, desgreñada y descuidada. En el lado derecho de su cara, tenía una herida facial abierta, que Stacy cree que fue infligida por un humano.
La «cariñosa, gentil y amable yegua», dijo Stacy, tenía un aspecto envejecido, que sin duda era un reflejo de su vida anterior antes de ser comprada en una subasta.
«Estaba triste, obediente, y parecía que hacía las cosas con una actitud de ‘aquí vamos otra vez'», dijo Stacy. «¿Cuántas veces había sido comprada y vendida esta pobre yegua durante todos estos años?».
Dada la edad avanzada de Eleanor, a Stacy no se le ocurrió comprobar si estaba embarazada cuando llegó. Sin embargo, durante el cálido verano, cuando se le recortó el pelaje de invierno, se descubrió un vientre extragrande. El veterinario le hizo una ecografía y descubrió que un potro estaba en camino en las siguientes cuatro o seis semanas.
El equipo del rancho trasladó inmediatamente a Eleanor a una caseta temporal dentro del garaje y, exactamente una semana después, nació Teddy.
«Los encontré a los dos cuando entré a alimentarla por la mañana y me quedé absolutamente anonadada», recuerda Stacy. «No esperábamos que el bebé naciera tan pronto y, sin embargo, aquí estaba».
Teddy nació prematuramente, por lo que fue hospitalizado de inmediato junto con Eleanor, que sufrió varios cólicos tras el nacimiento. Según Stacy, Teddy era tan pequeño que costaba creer que fuera un caballo, ya que cabía dentro de un diminuto comedero.
Tras el nacimiento de Teddy, el viaje no fue del todo «tranquilo». Dada la edad de Eleanor para el parto, Teddy recibió leche adicional de otra yegua. Sin embargo, a pesar de ello, cuidó mucho de Teddy y estuvo siempre a su lado, siendo extra protectora.
«Daba patadas a cualquiera de los otros caballos, nuestros caballos miniatura enanos, que le prestaban atención», explica Stacy. «Si querían olfatearle, ‘hablar’ con él o, me atrevo a decir, participar en un juego, Eleanor salía de la nada, con las orejas pegadas y el cuello extendido, para morder al infractor o darle una patada».
Así, los demás caballos enanos del rancho empezaron a ignorar a Teddy, temiendo que si le prestaban alguna atención, sentirían la ira de su preocupada madre.
«Teddy no tenía literalmente ningún amigo en este mundo», dijo Stacy.
Las cosas se pusieron aún más difíciles para Teddy cuando cumplió 3 meses, ya que Eleanor se puso muy enferma y tuvo que ser hospitalizada. Como sus cuidadores no sabían cuál era la causa de su enfermedad, tuvieron que mantener a Teddy alejado por si era contagiosa.
«Esto significaba que Teddy ya no tenía una madre que lo consolara, ni tenía amigos que jugaran con él o le dieran consuelo, ya que todos eran rechazados por su cariñosa pero ferozmente protectora madre», explica Stacy.
Al ver al solitario Teddy, el equipo comenzó a introducirlo en el mismo puesto que los demás. A pesar de que Eleanor no estaba presente, mantuvieron la distancia.
«Durante el día, corría por el exterior, tratando de atraerlos para que jugaran, sin suerte», dijo Stacy. «Por la noche, podías ver a todos los enanos durmiendo en una acogedora vaina y Teddy estaba en las afueras, solo. Era desgarrador».
Sin embargo, poco después, los golden retrievers y los perros pastores de Shetland que también vivían en el rancho acudieron a su rescate. Mientras Eleanor estaba fuera recibiendo tratamiento, Stacy y el equipo pudieron presentarles a Teddy.
«Ninguno de los perros podía acercarse a Teddy mientras era un bebé», dice, «ya que Eleanor llegó a nosotros con un miedo feroz a los perros y les daba patadas si se acercaban».
Cuando Teddy fue presentado a los perros por primera vez, se mostró un poco distante, pero con el tiempo, su actitud de bebé les convenció y fue realmente feliz pasando el rato con los perros.
Con el tiempo, los golden retrievers que acompañaban a Stacy en el establo desarrollaron una relación especial con él, jugando y haciendo carreras en el prado.
Además, con el tiempo, los otros caballos empezaron a darse cuenta de que, al no estar Eleanor cerca para morderlos, era seguro ser amigo de Teddy. Dormir por la noche se convirtió en un ritual de grupo.
«Nos emocionamos cuando vimos a Teddy durmiendo junto al resto», dijo Stacy, que fundó el santuario para proporcionar hogares de por vida a los caballos miniatura y enanos abandonados o maltratados.
En la actualidad, describe a Teddy como la antítesis de su madre: joven, juguetón y travieso. Le gusta mucho jugar a perseguir a los perros, especialmente a Handsome.
«Persigue a Handsome y luego se desvía hacia un lado como si dijera: ‘Podría haberte atrapado si hubiera querido'», bromea Stacy.
Habiendo sido testigo del crecimiento de Teddy, Stacy dijo: «No creo que nadie que no conozca la historia de Teddy desde el principio pueda creer que es el mismo caballo diminuto que nació tan pequeño».
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