Hace 14 años, en un remoto rincón de los Andes peruanos, un aullido lastimero captó la atención de Yeliz mientras pastoreaba sus animales. ¿Qué sería? La joven de Llactabamba, Cusco, siguió el sonido hasta un pozo donde encontró un pequeño cachorro luchando por salir.
«Escuché un aullido a la distancia y enseguida fui en busca de ese sonido; era como un pozo y allí estaba un cachorrito intentando salir pero no podía», recordó Yeliz en diálogo con The Epoch Times. «Lo saqué de ese pozo y el se encontraba flaco y muy hambriento, lo alimenté con lo que tenía, y todo el día me acompañó».
El tierno polizón no dejaba de seguirla, como si hubiese encontrado un ángel guardián en aquella solitaria pastora. Cuando Yeliz intentó devolverlo, su supuesta dueña le dijo: «Llévatelo, te lo regalo. Igual se va a morir, es el más pequeñito y sus hermanos no lo dejan comer».
Fue así como Kanito, el cachorro desnutrido, llegó para alegrar la vida de Yeliz y convertirse en su compañero inseparable. «Me hacía compañía, era muy travieso, alegre y muy inteligente. Nunca le enseñé nada, sin embargo, sabía hacer muchas cosas, solo le faltaba hablar».
Con ternura, Yeliz relata las ocurrencias de su amigo perruno: cuando tenía hambre le ladraba, cuando quería pasear le tironeaba los pies y si alguien llegaba, ¡le daba dos «palmazos» para avisarle! Un verdadero confidente y guardián.
Kanito pronto se convirtió en la «mano derecha» de Yeliz en el campo. Guiaba las vacas a casa, la acompañaba en las siembras y también mostró su gran corazón. «Traía a perritos hambrientos a casa, me ladraba y luego ponía una cara triste como si me dijera ‘aliméntalo por favor’. ¡Hasta un día me trajo un pajarito semimuerto!».
Los años pasaron y la salud de Kanito decayó, pero el vínculo con Yeliz se mantuvo irrompible. «Primero enfermó de las patitas traseras, no podía pararse y luego le apareció una herida que nunca sanó». Pero eso no detuvo a este dúo.
Con amor infinito, Yeliz cargaba a su amadísimo Kanito envuelto en una tela, llevándolo a cuestas para seguir recorriendo los campos juntos. «Mi Canito está cansado, como ya saben, él tiene 12 años y tengo que llevarlo cargando», decía con ternura en un video viral publicado en Tik Tok.
Desafortunadamente, el día que Yeliz tanto temía llegó. «El 25 de diciembre de 2021, Kanito me llamó con un ladrido, levantó la cabeza, me miró fijamente y dio su último suspiro». Con el corazón roto, pero infinita gratitud, Yeliz se despidió de su amigo de toda la vida.
«Kanito hasta sus últimos días seguía siendo mi mejor guardián…nunca perdió su sonrisa y su alma bondadosa. Puedo decir que Dios me envió a un ser incomparable que me salvó la vida, también salvó la vida de muchos seres, me enseñó muchas cosas».
El lazo entre Yeliz y Kanito trascendió las barreras de la especie, convirtiéndose en un vínculo puro e inquebrantable. Un recordatorio de que el amor y la fidelidad no tienen límites cuando dos almas se encuentran y se complementan. ¿No es esa la verdadera definición de «mejor amigo»?
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