En la sociedad victoriana de clase media y alta, el cabello de una dama era sinónimo de estatus y feminidad. Aunque ahora resulte difícil de entender, muchas damas de la época no se cortaban el cabello, sino que preferían dejarlo crecer hasta alcanzar longitudes extraordinarias.
Aparte del atractivo estético de una melena larga y sensual, los mechones voluminosos permitían crear elaborados recogidos, la codiciada moda de la época. La ropa victoriana solía ser pesada; el pelo recogido equilibraba la silueta.
Cuando un peinado requería mucho volumen, se utilizaban extensiones ─llamadas «ratas»─ hechas con el propio cabello de la mujer. La publicidad promocionaba los peinados recogidos con horquillas y bouffant como algo propio de la imagen pública y romantizaba los mechones largos y sueltos. El cabello suelto era para llevar a puerta cerrada y, pasados los 15 o 16 años, solo para los ojos del marido y la criada.
Mientras que el cabello largo era apreciado, dejarlo suelto en público estaba mal visto y se consideraba inmoral e inapropiado. El cabello se consideraba un símbolo sexual y el centro de una gran fascinación, que representaba los valores conservadores victorianos hacia la atracción femenina.
Mientras tanto, entre la clase baja, tener el cabello extravagantemente largo era un objetivo poco práctico e inalcanzable. Las damas acomodadas ─con la ayuda de una criada─ dedicaban mucho tiempo a mantener su cabello limpio y aseado. En el entorno menos higiénico de la época, ese mantenimiento habría sido impracticable para las mujeres más pobres, por lo que muchas vendían su propio cabello para ganar dinero.
Las mujeres adineradas gastaban pequeñas fortunas en lociones y compuestos que prometían evitar la caída del cabello, favorecer su crecimiento y cultivar una cabellera abundante y flexible. Se promocionaban todo tipo de tinturas herbales y medicinales, como la Danderina, descrita en los anuncios como «… para el cabello lo que las duchas frescas y el sol son para la vegetación. … Sus propiedades estimulantes, fertilizantes y vivificantes hacen que el cabello crezca abundantemente largo, fuerte y hermoso».
Entre las mujeres americanas de la época victoriana famosas por la belleza de su cabello, se encontraban las siete hermanas Sutherland. Cantantes ambulantes, sus largas cabelleras oscuras y sedosas les llegaban hasta los tobillos y más abajo, ya que una de ellas afirmaba tener una melena de dos metros. Procedentes de una granja del condado de Niágara, en Nueva York, las hermanas eran tan famosas por su cabello como por sus voces, e incluso viajaban con los circos, siendo su llamativo aspecto la principal atracción.
No todo era placentero para las mujeres que llevaban el cabello largo y abundante. Como era de esperar, los dolores de cabeza y las migrañas eran frecuentes, debido a la tensión extrema que se ejercía sobre el cuero cabelludo.
Lucy Evans, una belleza victoriana de larga cabellera, escribió: «Mi madre fue la primera de Manchester en cortarse el cabello largo cuando vio una foto en Vogue. La peluquera lloraba cuando se lo cortó todo. Mi madre sufría constantes dolores de cabeza por el peso del cabello. Su padre estaba furioso, por supuesto veía el cabello como la gloria suprema de una mujer».
El mandato de la reina Victoria, desde junio de 1837 hasta su muerte en enero de 1901, se caracterizó por una moda romántica y extravagante. El periodo georgiano que le siguió estuvo marcado por el racionalismo, con un estilo que seguía su ejemplo. Las mujeres abandonaron los corsés y adoptaron un modo de vestir más suelto y menos restrictivo. El cabello ─aunque seguía siendo largo─ se volvió más natural y elegante, peinado en trenzas, recogidos y moños más sencillos.
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