Un niño con su gran compasión logró que tres personas sin hogar, que dormían en la acera cerca de su casa en Río de Janeiro, tuvieran una maravillosa cena. Y lo que es más, para lograrlo motivó a que toda la familia formara parte de su empática acción.
Baruk Fernandes, un pequeño de 3 años, se preocupó al ver a 3 personas durmiendo sobre la acera en Jacarepaguá, en la zona oeste de Río de Janeiro. La compasiva reacción del niño tomó por sorpresa a toda la familia que tuvo que salir en medio de la madrugada a ayudar a los sin techo, según G1.
El pequeño regresaba de una fiesta cuando vio a los tres desamparados y su reacción inmediata al llegar a casa fue llamar a su abuela, Jurema Alves, para que lo abasteciera de las ricas galletas que ella le prepara y que lo hacen tan feliz.
“Abuela, ¿tienes alguna galletas que puedas darme?», recuerda Alves que le preguntó su nieto.
La abuela, desconcertada por la pregunta, pensó que Baruk podía tener hambre, pero Baruk le dijo: “No abuela, es para llevárselo a unos amigos míos que tienen hambre”.
La desinteresada reacción del niño llenó de emoción a la abuela que, por supuesto, estaba complacida de poder ser parte de la misión que se encomendó el pequeño.
La abuela comentó en un video grabado por Mercele, la mamá de Baruk, que Baruk no dejaba de hacer preguntas a su mamá sobre por qué esa gente no tenía una casa a donde ir a dormir. El pequeño realmente estaba angustiado y pensó en una rápida solución: llevarles alimentos. Al parecer no descansaría hasta cumplir con su cometido.
La abuela tampoco tenía idea de cómo explicar a Baruk el estado de indigencia de esas personas, ni por qué no tenían una casa dónde vivir.
Entonces, la empatía de Baruk fue más allá y se comprometió a conseguir el alimento necesario sea como fuera posible. Sin tener noción de lo tarde que era, comenzó a hacer llamadas a todos sus familiares para que colaborarán con más insumos; él solo deseaba poder llenar su mochila con sándwiches, galletas y jugo.
Finalmente, el niño se conformó con lo que halló en casa, preparó su mochila y pidió que lo acompañaran a altas horas de la noche a entregar la comida a los indigentes.
Al día siguiente, el niño no dejó su idea de ayudar y recordó a los indigentes que estaban en la calle. Ante la cara de preocupación del niño su mamá intentó animarlo con una buena idea. “Podríamos hacer una sopa”, propuso Marcele.
Baruk entusiasmado, sin nada a lo que aferrarse, deseaba entregar todo lo que había en casa a los necesitados que conoció. El niño aseguró que no solo llevaría sus galletas, sino que llevaría la ropa de su papá, «su gorra y su pantalón». Afortunadamente, la madre grabó toda la conmovedora escena en video.
La solidaridad de un niño no entiende de tiempo ni de dinero al momento de ayudar. Ver feliz a esas personas es su único deseo y lograr su grata misión llena su corazón de alegría y agradecimiento a la vida.
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