¿Alguna vez escucharon que los perros y los ciervos no pueden ser amigos? Pues esta historia demuestra que las amistades en el reino animal pueden ser muy poderosas.
Desde las colinas de Branson, Missouri, llega la conmovedora saga de G-bro, un adorable golden retriever, y Buttons, una cierva con un espíritu indomable. Su vínculo de más de 11 años ha cautivado al mundo y nos recuerda que el amor verdadero no conoce especies.
Todo comenzó hace casi 12 años, cuando el destino tocó a la puerta de la familia Brown en forma de un diminuto cervatillo huérfano. Lorrie Brown, recuerda ese día como si fuera ayer: «Un amigo nuestro recibió una llamada sobre una cría de ciervo cuya madre probablemente había sido atropellada. No podían cuidarla, así que decidimos hacerlo nosotros».
Lo que la familia no sabía es que estaban a punto de embarcarse en una aventura que cambiaría sus vidas para siempre.
Criar a Buttons no fue tarea fácil. «¡Fue un trabajo de tiempo completo, igual que un bebé! Al principio la alimentaba cada dos horas con un gotero», le dijo la Sra. Brown a The Epoch Times. Pero el esfuerzo valió la pena, y pronto la pequeña Buttons se convirtió en el corazón latente de la casa Brown.
Pero, ¿qué sería de una princesa del bosque sin su fiel caballero? Entra en escena G-bro, un cachorro golden retriever que llegó como regalo de Navidad para el hijo de la Sra. Brown. «Después de buscar por todas partes, encontramos a G-bro. Desde entonces, ha sido la mascota más dulce de la familia», compartió la Sra. Brown con un brillo en los ojos.
Y así, como en los cuentos de hadas más mágicos, G-bro y Buttons se encontraron. Su amistad floreció en el vasto jardín de los Brown, donde los días se convertían en una sinfonía de juegos, siestas al sol y paseos interminables. «Pasaban el tiempo juntos, acostados en el patio. Cada vez que salíamos a caminar, los dos nos seguían», recordó la Sra. Brown con nostalgia.
Pero lo que hace que esta historia sea aún más especial es cómo Buttons, convencida de ser una golden retriever peluda más, comenzó a imitar cada movimiento de G-bro. «Disfrutaba jugando con la familia y con G-bro. Y como cualquier ciervo coqueto, ¡también le encantaba acicalar a su amigo peludo!», exclamó la Sra. Brown entre risas.
(Cortesía de Lorrie Brown/Brown Family Hiking Trails)
La complicidad entre ambos llegó a niveles tan altos que Buttons desarrolló una obsesión por… ¡lamer a G-bro! «A Buttons le fascina lamer, así que siempre acicalaba a G-bro. Y a él le debía encantar, porque literalmente se tiraba frente a ella pidiendo su sesión de spa personal», dijo la Sra. Brown, incapaz de contener la sonrisa.
Conforme Buttons crecía, su espíritu salvaje la llamaba a explorar más allá del jardín. Los 16 kilómetros de senderos en el terreno de los Brown se convirtieron en su nuevo patio de juegos. Pero ni la distancia ni el tiempo pudieron romper el lazo con su familia adoptiva y, especialmente, con G-bro.
El momento más conmovedor llegó cuando Buttons, ya toda una mamá cierva, decidió presentar a sus cervatillos a la familia. «La primera vez que dio a luz en nuestro patio trasero, llevamos a G-bro a conocer a los bebés», relató la Sra. Brown. «Al principio temimos que no quisiera al perro cerca, ¡pero fue todo lo contrario! G-bro comenzó a lamer suavemente a los pequeños, y Buttons, llena de orgullo, le permitió acicalarlos. Jugaban juntos como si G-bro fuera el tío cool».
Esta confianza ciega de Buttons hacia G-bro no es casualidad. Brown lo atribuye a sus personalidades gemelas: «Ambos son increíblemente cariñosos y dulces. Buttons es tan tranquila que incluso se sienta durante las clases de natación de los niños en nuestra casa, dejándose mimar por todos. G-bro hace exactamente lo mismo».
Pero no todo es miel sobre hojuelas en el bosque. Hubo momentos en que Buttons desaparecía por días, dejando a la familia con el corazón en un hilo. Sin embargo, como sacado de una película, siempre regresaba de la manera más inesperada. «Una vez estábamos de excursión en un sendero lejano a la casa, cuando de repente escuché algo corriendo detrás. ¡Era Buttons! Estaba eufórica de vernos», recordó Brown emocionada.
Y si eso no fuera suficiente para demostrar su lealtad, Buttons ha llegado al extremo de proteger a su familia humana y canina de otros ciervos. «Es casi como si les dijera: ‘Oye, este es mi equipo, ¡aléjate!'», bromeó.
La magia de esta amistad ha traspasado fronteras gracias a las redes sociales, donde el hijo de la Sra. Brown la animó a compartir sus aventuras. «Sabía que era especial, pero no imaginé que tanta gente se enamoraría de ellos», confesó la mujer, abrumada por el cariño de los internautas.
(Cortesía de Lorrie Brown/Brown Family Hiking Trails)
G-bro y Buttons nos recuerdan que el amor verdadero no entiende de razas, especies o expectativas sociales. Su historia es un faro de esperanza en tiempos turbulentos, un recordatorio de que la bondad y la amistad pueden florecer en los lugares más inesperados.
Así que la próxima vez que salgas a pasear y veas a un perro, o te encuentres con un ciervo en el bosque, recuerda a nuestros amigos de Missouri. Quizás, solo quizás, estés presenciando el inicio de otra amistad legendaria. Porque si un golden retriever y una cierva pueden ser mejores amigos por más de una década, ¿qué nos impide a nosotros tender puentes de amor y comprensión?
¡Comparte esta historia y haz que el espíritu de G-bro y Buttons se propague como un rayo de sol en un día nublado! Porque el mundo necesita más amistades como la suya.
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